Cinco novelas históricas para disfrutar en verano (capítulo 2)
Segunda parte de nuestro listado de novelas históricas para el verano. Cinco títulos cargados de narrativa y la mejor historia
«El mozárabe» de Jesús Sánchez Adalid
Jesús Sánchez Adalid es un sacerdote que escribe novelas y que ha logrado multitud de reconocimientos y premios. Hay algún que otro caso en la España literaria actual. La novela histórica es su geografía. El mozárabe se publicó por vez primera en 2001 y, desde entonces, no ha dejado de estar en las estanterías de las librerías. La historia entrelazada de un noble musulmán y un clérigo mozárabe en la Córdoba del Califato del siglo X se convierte, página a página, en un canto al encuentro entre mundos diversos. La novela nos transporta por media Europa y nos descubre el Camino de Santiago con ojos medievales. Ambos protagonistas van ascendiendo en sus respectivos universos, el militar y el eclesiástico, mientras hacen suya una apuesta por la convivencia y el acercamiento entre culturas. El mozárabe nos invita a descubrir que la vida de toda persona es una gran aventura que abre un sendero abierto hacia el sentido último de las cosas.
«14» de Jean Echenoz
Probablemente a Echenoz no le gustaría estar en esta selección, pero este texto nos arrastra a la espiral de destrucción que fue la Guerra de 1914. Es una obra pequeña, pero nunca menor. Echenoz narra de forma penetrante la vida de un soldado como otro cualquiera. Un joven francés que, como la mayoría de los llamados al frente, fue a la contienda como si de una efímera fiesta se tratara. Después llegó la violencia extrema y el infierno en vida. La neutralidad y la parquedad de adjetivos de las descripciones del narrador golpean al lector con fuerza. Echenoz sabe que no hay otra forma de contar lo que supuso la Primera Guerra Mundial para toda una generación, que consiguió sobrevivir a la crudeza de las batallas. Lo que nadie sabía es que iba a llegar otra gran guerra, que subiría los niveles de destrucción. Ni una ni otra necesitan de la hipérbole o de la exageración para comprender que el mundo estuvo al borde del abismo. Por eso mismo, Echenoz quisto titular a su novela 14.
«La guerra del fin del mundo» de Mario Vargas Llosa
El pasado es el marco de muchas de las grandes obras de Vargas Llosa. Se hace imposible elegir una sobre todas las demás, pero he decidido decantarme por La guerra del fin del mundo. La razón es sencilla: me parece la entrada perfecta al universo literario del peruano. Esta novela es un océano en el que podemos perdernos en el laberinto que fue la popular guerra de los Canudos, que enfrentó al Estado brasileño con un extraño movimiento político-religioso de claros tintes mesiánicos a finales del siglo XIX. Vargas Llosa recrea aquel mundo con una maestría inigualable y una belleza desbordante. A pesar de estar cerca de las mil páginas, la novela se puede leer de un tirón. Más allá de las campañas militares que se relatan, los personajes secundarios confieren un tono vívido a la novela. Vargas Llosa pretendía una novela total, y lo consiguió con creces. La historia tiene mil y un hilos por desentrañar.
«Crónicas de los Cazalet» de Elizabeth Jane Howard
La saga de cinco novelas sobre la familia Cazalet de Elizabeth Jane Howard es oro puro. Si aún no se han acercado a ellas, dejen de leer esto y corran a cualquier librería para hacerse con el primer tomo: Los años ligeros. Los títulos de los otros cuatro volúmenes son toda una auténtica declaración de intenciones: Tiempo de espera, Confusión, Tiempo nuevo y Todo cambia. Los Cazalet son una dinastía británica de clase media alta que ya no pertenecen a su mundo. Howard nos adentra en los entresijos de esta familia desde los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta los inicios de la década de los cincuenta. La narración de la convulsa convivencia de tres generaciones en unas décadas agitadas se transforma en un gozo excesivo. El centro de esta saga se encuentra en las reuniones familiares, donde el lector descubre pronto que la vida estalla en plenitud. La potencia narrativa quizá radica en esta apuesta. En el fondo, sabemos que los Cazalet son un trasunto de la familia de la autora y que, a través de apariencias, silencios y mentiras, vamos descubriendo que es lo que importa de verdad.
«La muerte de Napoleón» de Simon Leys
Para el final he dejado una novela histórica diferente: La muerte de Napoleón. Simon Leys es uno de los escritores más inclasificables del siglo XX al que no se le da mal ningún género. Experto sinólogo, Leys cambia de registro y construye una ucronía intimista sobre Napoleón Bonaparte que es una pequeña obra maestra. El punto de partida se las trae: ¿y si Napoleón no hubiese muerte en Santa Elena? Leys imagina una extraña conspiración para liberar a Napoleón de su exilio. El corso tiene que navegar por los mares del mundo para conseguir escapar, en cada puerto una nueva identidad, y recorre resguardado en el anonimato algunos de los lugares que le dieron la grandeza pasada. Al final, el destino le devuelve a aquella Francia que había gobernado con mano dura… para convertirse en un eficiente importador de melones y sandías.
Leys humaniza a Napoleón hasta el punto de hacerle consciente de su fracaso. Hay mucho de compasión y de humorada en estas páginas.