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21 de septiembre de 2024

Hongos Psilocybin

Hongos PsilocybinMarek Piwnicki

‘El planeta de los hongos’. La naturaleza en modo psicodélico

Un recorrido cuasi enciclopédico por el sorprendente reino de estos seres, que no son plantas ni animales, y que han acompañado a los humanos a lo largo de la historia

Me llama mucho la atención hasta qué punto un adjetivo puede modificar a un sustantivo. Aquí va un ejemplo. Si organizáramos un congreso sobre hongos con grandes expertos en la materia, daríamos por hecho cuál sería el perfil de los asistentes: micólogos, botánicos, naturistas… Pero si al sustantivo «hongos» le añadimos el adjetivo «psicodélicos», las posibilidades se ensanchan hasta el punto de que muchas personas acudirían no tanto por un interés botánico, sino cultural, espiritual, sociológico o incluso religioso, aleccionados por palabras clave asociadas a la psicodelia: drogas, alteración de la percepción y las funciones mentales, hippies, cannabis, viajes astrales, colocones, gurús, ritos ancestrales, sanación, revelaciones mágicas, etc.

Portada de el planeta de los hongos

Anagrama (2024). 214 Páginas

El planeta de los hongos

Naief Yehya

Unos hongos que al lector avezado le retrotraen a autores icónicos como Aldous Huxley, William Burroughs o Allen Ginsberg, que no solo los tomaron, sino que además narraron sus experiencias psicodélicas en esa época de búsqueda de libertades, en la que experimentar era el summum, en contraposición con los intereses de las denostadas generaciones anteriores, a quienes estos jóvenes aventureros solían tachar de conservadores acomodaticios.

En este segundo ámbito, el de la psicodelia y la búsqueda de nuevas experiencias extrasensoriales, es donde encaja el último libro que ha pasado por mis manos, El planeta de los hongos, de Naief Yehya, con un subtítulo que no puede ser más explicativo: Una historia cultural de los hongos psicodélicos.

Yehya, escritor y periodista mexicano, aceptó la petición de su amigo Gerardo Cárdenas, tal como cuenta en la presentación, de escribir un ensayo sobre hongos alucinógenos, aunque en un primer momento pensaba que quizá estaba todo dicho sobre el tema. Pero finalmente Yehya, aprovechando su condición de estudioso del tema, amén de atesorar sus propias vivencias personales con psicotrópicos, aceptó redactar este libro que hace un recorrido por la historia de esos hongos a los que el ser humano se ha acercado desde tiempos inmemoriales, muchas veces no para alimentarse, sino para romper barreras y ampliar los límites de la conciencia.

No era una tarea menor redactar esta obra, desde luego, porque los hongos llevan como mínimo tanto tiempo en este planeta como el ser humano, y su historia es por tanto dilatada, pero Yehya ha sorteado las dificultades y nos ofrece un ensayo serio que cubre las expectativas.

Estas 214 páginas señalan la «nutrida clientela» de estos hongos psicodélicos en el ancho mundo, desde los indios, tal como leemos en las narraciones de los primeros sacerdotes en América, hasta los ingenieros de Silicon Valley. Se menciona también el viaje transcendentalista del escritor Antonin Artaud a México, al etnobotánico Terence McKenna, al químico Albert Hoffman (el primero en sintetizar y experimentar los efectos psicotrópicos del LSD), al farmacóloco Louis Lewin y al médico y escritor Silas Weir Mitcher (pioneros en comentar los efectos psicodélicos del peyote), a la famosa curandera de Oxaca María Sabina, traicionada por las ansias de notoriedad del banquero y etnomicólogo Robert Gordon Wasson, a quien le dejó asistir a modo de primicia a uno de sus secretos actos chamánicos, lo cual a ella acabaría por destruirle la vida.

Los hongos no son cualquier cosa. No son plantas ni animales, sino que constituyen su propio reino, y parecen tener vida propia, hasta el punto de que algunos creen que en los rituales chamánicos son los hongos quienes hablan a través del chamán. Son, por otra parte, fundamentales para el ecosistema de la naturaleza, y su participación es necesaria para producir bebidas alcohólicas y numerosos medicamentos.

Sin ser especialista en el tema, intuyo que El planeta de los hongos recoge gran parte de lo que se sabe sobre ellos. No es este un ensayo escrito con la pasión de libros tan fascinantes como Flashbacks. Una autobiografía, de Timothy Leary, gurú del LSD, ni destila ese fervoroso edanismo propio de beatniks, hippies y aventureros del yo interior que proliferaban como setas –nunca mejor dicho– en la década de los años 60 y 70 del pasado siglo. Nada de eso. El planeta de los hongos es un ensayo, por así decirlo, Made in Siglo XXI, frío, analítico, menos vivencial que los de antaño, pero generoso y ecuánime en su vasta transmisión de conocimientos. Naief Yehya, por si alguien se lo está preguntando, no hace una encendida apología contrarrevolucionaria del uso de los hongos psicodélicos, pero tampoco los condena.

En fin, hablamos de un libro cuasi enciclopédico –pese a no ser extenso–, científico y sereno que refleja entre bambalinas los movimientos sociales libertarios que marcaron parte de la segunda mitad del pasado siglo, cuando jóvenes y no tan jóvenes viajaban a México y adonde fuera necesario con tal de probar estos «niños santos» (así denominados por María Sabina) para drogarse o, si se prefiere, para ampliar los límites de la conciencia.

Esta obra gustará a los lectores curiosos, y puede ser un libro de cabecera para los amantes de los hongos, con adjetivo o sin él.

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