Truman Capote y la dificultad de una buena historia
Truman Capote escribió A sangre fría enclaustrado en Palamós, en donde apenas queda un recuerdo borroso del escritor estadounidense. Leila Guerriero persigue el fantasma de un personaje que se desdibuja en la memoria colectiva
Kafka escribía en una de sus cartas: «Para escribir necesito apartarme, no como un ermitaño, eso no sería suficiente, sino como un muerto. En ese sentido, escribir es un sueño profundo, es decir, muerte». La escritura, como la meditación, es un acto extremadamente íntimo, de absoluto recogimiento. Es quedarse a solas con uno mismo, hurgar en lo más profundo y hacer brotar las palabras. A veces, sacarlas a la fuerza como si lo estuvieran estrangulando a uno. Es olvidarse de comer, de dormir.
Anagrama (2024). 144 Páginas
La dificultad del fantasma
En el brevísimo libro La dificultad del fantasma, Leila Guerriero medita sobre esa búsqueda de la soledad para escribir. Esa soledad es la misma que llevó a Truman Capote, entre 1961 y 1963, a exiliarse a un pueblecillo de la Costa Brava para poder componer su obra maestra, A sangre fría. Este breve relato nos presenta dos historias paralelas: la de Capote, que llega a un apartado rincón de España para dar forma de novela a cuatro mil folios de notas; y la de Guerriero, que sigue sus pasos buscando restos del autor en los lugares que visitó: el hotel donde se quedó los primeros días, la casa en la que residió, la pastelería que frecuentaba, la librería donde compraba el periódico todos los días.
Encontrar rastro de Truman Capote en una localidad de apenas dieciocho mil habitantes se planteaba como un reto, pero nadie esperaba que el autor no hubiera dejado rastro alguno en Palamós. Apenas hay recuerdo del excéntrico norteamericano vestido de blanco con sombrero en aquella pequeña comunidad española que miraba sin mucho interés lo que venía de más allá de sus fronteras.
Guerriero antes que nada es periodista, y pone en marcha todos los recursos que la experiencia de ir detrás de una buena historia le han dado. Así, hará llamadas, entrevistas, lecturas y más lecturas para contrastar la escasa información que hay sobre la estancia del autor.
La Leila retratista de perfiles que conocimos en Plano Americano nos muestra una vez más, con su prosa siempre aguda y acertada, tanto los rincones de Palamós como sus habitantes, a quienes va conociendo en su persecución de Capote. Todos tienen algo que decir, todos le conocieron o hablaron con él, o simplemente le vieron paseando por la calle. Y, aun así, todas las versiones son totalmente contradictorias. Los libros escritos sobre él tampoco hacen justicia a la realidad de su visita por España. Capote es un misterio.
Además de la dificultad de encontrar un fantasma, la obra apela a la conciencia de los periodistas y escritores que están dispuestos a todo por vender una buena historia. Truman Capote escribiría una obra que marcaría un antes y un después en el periodismo y la literatura, iniciando lo que él mismo llamó la «novela de no-ficción». Pero se puede ser crítico con sus métodos: se ganó la confianza de los asesinos, Dick Hickock y Perry Smith, para poder entrevistarlos. Llegó incluso a entablar amistad con Perry, con quien se carteaba durante su encarcelamiento y a quien tuvo que ver morir en la horca, una vez se dictó la fatal sentencia.
«Los periodistas vivimos de la memoria ajena. Nos alimentamos de eso como criaturas de la noche», dice Guerriero. Cabe entonces plantearse, ¿qué está uno dispuesto a hacer por su escritura? Cuando uno escribe sobre personas parece que hay límites morales que no se pueden cruzar y este libro se pregunta, precisamente, dónde están esos límites. ¿Puede uno ganarse la confianza de los entrevistados para luego traicionarla? ¿Puede airear las intimidades de sus amigos o los detalles más cruentos de un asesinato? ¿Puede distorsionar lo que ocurrió para hacerlo más atractivo?
La dificultad del fantasma deja estas cuestiones abiertas al lector. Capote, por ejemplo, dio todo de sí mismo para construir A sangre fría y ese fue el principio de su caída en desgracia. Quienes lean a Guerriero y puedan meditar sobre esto se llevan una importante lección de escritura y de periodismo.