La estatua de Ramón Berenguer III, en Barcelona, con una 'estelada'

La estatua de Ramón Berenguer III, en Barcelona, con una 'estelada'Pexels

Cataluña

No tener hijos para «no traer castellanohablantes al mundo» y otros delirios del nacionalismo catalán

El exabrupto de un concejal de ERC es solo el último eslabón de una cadena de barbaridades nacidas en el seno del nacionalismo

«Uno de mis miedos es que mis hijos hablen castellano», aseguraba hace unos días uno de los concejales de ERC en Palau Solità i Plegamans, Ignasi Farga. El cuarto teniente de alcalde y regidor de Educación y Juventud colgaba en X un mensaje en el que confiesa: «Estoy por no tenerlos para ahorrarme lo de traer al mundo castellanohablantes».

El mensaje del edil Farga tuvo respuesta de un tal Claudi Fitó: «Mi ahijada ha vuelto del colegio diciendo ‘Es mío’ en castellano. A ver si este verano remontamos con la inmersión lingüística en casa». Esta es la realidad que viven algunas personas en Cataluña. Dar la espalda al castellano, negar su existencia y considerar en su imaginario que en Cataluña hay una «emergencia lingüística» y que podrán ser comprendidos en todo el mundo sólo hablando catalán.

El parque de Ferrusola

La recién fallecida Marta Ferrusola también pensaba como el edil Farga. Sin vergüenza, llegó a decir que no podía llevar al parque a sus hijos para que jugaran, pues los niños que habían allí hablaban castellano.

Su marido, el expresidente Jordi Pujol, aunque le doliera, tenía que hablar en castellano cuando iba a Madrid. Lo único es que disimulaba afirmando que aquello era «política exterior». Es decir, al viajar a un país extranjero utilizaba el idioma que allí hablaban. Lo mismo hacía Xabier Arzalluz que, para no dar una conferencia en castellano, lo hizo en alemán.

Deformaciones históricas

El grado de excentricidades verbales y escritas de algunos es proporcional al grado de hiperventilación que tengan en cada momento. Los que más deformaciones de la realidad han publicado, gracias a las subvenciones recibidas, han sido los del Instituto Nova Història.

Desde que Don Quijote se escribió en catalán hasta el nacimiento de Leonardo da Vinci en cualquier municipio de Cataluña, pasando por Santa Teresa de Jesús, Beethoven o que Cataluña fue la primera nación del mundo.

Han llegado a afirmar que el primer homínido del planeta, con una antigüedad de 450.000 años, vivía en una cueva del Rosellón, que ahora es francés, pero en aquella época supuestamente parte de Cataluña. Con lo cual, el ser humano desciende del catalán.

Con respecto al tema de la primera nación del mundo, el impulsor de este fake fue el violoncelista Pau Casals. Cuando le dieron la medalla de la Paz de la ONU en 1971, dijo: «Soy catalán. Cataluña tuvo el primer Parlamento democrático, mucho antes que Inglaterra. Y fue en mi país donde hubo las primeras naciones unidas».

De esta frase lo único cierto es que era catalán. El honor del primer parlamento lo tiene León en el 1188 y lo segundo es la asamblea de Paz y Tregua, bajo la presidencia del Abat Oliba, que en realidad fue una reunión de condes y clérigos donde decidieron no matarse los domingos y no robar los bienes de la Iglesia.

Quim Torra y el español

Al hablar de estos delirios de algunos miembros de la política catalana, no nos podemos olvidar del expresidente de la Generalitat Quim Torra. Un sectario que se vanagloriaba de serlo y que consiguió lo que quería, un sueldo vitalicio. Torra no deja de ser un aprendiz de Daniel Cardona, uno de los fundadores de Estat Català.

Cardona consideraba que «un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic». Es más, aseguraba que «dejando aparte honrosas y rarísimas excepciones, veremos que el individuo de sangre catalana-castellana es híbrido, infecundo, como no puede ser de otra manera».

Quim Torra, en una imagen de archivo

Quim Torra, en una imagen de archivoGTRES

Por su parte, Torra ha llegado a afirmar que «no es nada natural hablar en español en Cataluña» y que «no querer hablar la lengua del país es el desarraigo, la provincialización, la voluntad persistente de no querer asumir las señas de identidad de donde se vive».

En la misma línea que el edil Farga, también Torra llegó a afirmar que «en Barcelona siempre te acaba pasando que te adelanta un grupo de niños y niñas hablando en castellano». «Sales a la calle y nada indica que aquello sea la calle de tus padres y tus abuelos: el castellano avanza, impecable, voraz, rapidísimo. Abres los diarios o miras la televisión y te hablan de cosas que no tienen nada que ver contigo y tu mundo», lamentaba.

Racismo nacionalista

Quim Torra ha editado libros del periodista Eugenio Xammar, a quien admira. A pesar de ser considerado un nacionalista y separatista de posturas radicales, sobrevivió siendo diplomático y funcionario español en la Sociedad de Naciones y en las Naciones Unidas. A pesar de lo que acabamos de decir pensaba que «un catalán que aspire a ser español no es nada». Rematamos las palabras de Torra con esta afirmación:

«El carácter español y europeo del catalán es un factor anímico bien contrario al gandul y proafricano español. Por todo ello tenemos que considerar que la configuración racial catalana es más puramente blanca que la española y, por tanto, el catalán es superior al español en el aspecto racial».

Otro ejemplo sería el del primer presidente del Parlamento catalán y masón, Heribert Barrera. Miembro de ERC, aseguró: «No pretendo que un país deba tener una raza pura, pero hay una distribución genética en la población catalana que estadísticamente es diferente a la de la población subsahariana. Hay muchas características de las personas que vienen determinadas genéticamente y la inteligencia es una».

Finalizamos con uno de los personajes que dieron forma a este pensamiento racial catalán a finales del siglo XIX y principios del XX. Nos referimos a Pompeyo Gener Babot, que consideraba que la inferioridad de la raza castellana se debía, esencialmente, al «excesivo calor y el extremo frío y las alturas yermas, los terremotos de ciertas comarcas, y sobre todo a la sequedad del suelo».

Consideraba que la atmósfera de Madrid «es pobre en helio y argón; y en sus aguas falta el krypton, el neón y el xenón, por lo cual tendría que dejar de ser la capital de España». Por descontado creía en la raza catalana porque «conocemos los catalanes que somos Arios europeos y que como hombres valemos más en el camino del Superhombre».

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