Análisis
Sánchez retira de Cataluña a la Agencia Tributaria y los últimos vestigios de español a cambio de investir a Illa
El PSOE cede a las presiones de los separatistas, que dan un paso más en su objetivo de salir de España
No hubo sorpresa: el PSOE, como siempre, cedió a las pretensiones independentistas. Por su parte, los separatistas dan un paso más hacia la separación de Cataluña del resto de España.
Desde los años 80 del siglo XX siempre sucede lo mismo: los acuerdos entre el gobierno central y la Generalitat catalana son interpretados por los primeros como el acuerdo definitivo que cierra el encaje de Cataluña en España, mientras que los segundos los valoran como una meta volante hacia la meta final, que no es otra que la independencia.
A expensas de que la militancia de ERC avale el enésimo pacto entre republicanos y socialistas, desde 2018 ERC ha sido el más fiel aliado del sanchismo. Con la incertidumbre de que los diputados de ERC en el Parlament sigan la consigna de votar a Salvador Illa, en Moncloa respiran aliviados.
Illa será presidente con el «Tripartit III», una fórmula parecida a la que arruinó a Cataluña entre 2003 y 2009 y fue factor de aceleración, estatuto anticonstitucional mediante, de los dos referéndums ilegales en 2014 y 2017 que han dejado a Cataluña social y económicamente tocada y hundida.
Acuerdos gratis
Algunos de los acuerdos a los que se ha llegado para los socialistas son irrelevantes, porque les salen gratis, aunque supongan un nuevo alejamiento de Cataluña de España, otro atropello a los derechos lingüísticos de los catalanes y un galimatías que puede acabar a tortas en plena calle.
La creación de una Conselleria de Lengua supondrá otra vuelta de tuerca en la imposición del catalán y carta blanca, si no tenían suficiente hasta ahora, para incumplir las sentencias judiciales sobre la vulneración de derechos lingüísticos de niños catalanes que solo piden recibir enseñanza, también, en lengua española.
Entrevista a Sergio Fidalgo
«El separatismo no ha bajado. Se ha pasado al independentismo más light que representa el PSC»
Lo de las selecciones deportivas catalanas no es anecdótico. Es fuente de conflicto, en las calles, en la escuela, en las federaciones, entre deportistas. La pregunta clave es: «¿Jugará España -da igual en que disciplina deportiva- contra Cataluña?» ¿Y por que no lo hará el País Vasco? ¿O Galicia? ¿O Melilla?
¿Tendrán que elegir Dani Olmo o Lamine Yamal si juega con Cataluña o con España? Si un jugador de Terrassa decide jugar con España y otro de la misma ciudad con Cataluña, ¿qué pasará? ¿A qué linchamiento desde el poder será sometido el deportista que decida jugar con España? ¿Saul Cravioto es catalán o español? El independentismo no se ha vuelto loco, siempre ha tenido estos delirios, pero ahora el PSOE ha comprado la demencia separatista.
Salida del régimen común
Todo lo anterior no tiene impacto en el presupuesto del Estado: solo afecta, que no es poco, a la libertad, a la igualdad y al sentido común, así que a Sánchez le resbala. Lo de la agencia tributaria es otra cosa.
Cataluña dejará de ser una comunidad de régimen común. Atención a los próximos datos que publique Registradores sobre la salida de empresas de Cataluña. La idea de que quien más tiene más paga ha muerto: ¡viva la insolidaridad!
No veo motivo por el cual Madrid o Baleares, las otras dos comunidades que son contribuyentes netos, tengan que seguir aportando a la caja común si «los que más tienen» se lo quedarán para gastarlo en embajadillas o contratar inspectores fiscales y censores que riñan a niños en el recreo que jueguen en lengua española.
La túnica de Jesucristo
Según el documento presentado por ERC y el PSC, en 2026 el 100% del IPRF recaudado en Cataluña se quedará en Cataluña. La primera cesión de un tramo del IPRF la hizo Felipe González en los años 80 del siglo XX, y desde entonces hasta ahora los partidos nacionalistas han hecho de España un país parecido a la túnica de Jesucristo que se repartieron los legionarios tras la crucifixión.
Hoy, visto en perspectiva, hay dos obviedades: ninguna investidura, ni la de González, ni la de Aznar, ni las de Zapatero, ni las de Sánchez, ni la de Illa valían el precio que se pago por ellas, que no es otro que España en si misma. La última obviedad es que tras esta nueva claudicación ya solo queda una última cosa para darles: el referéndum, un eufemismo de la independencia. Quizás no será mañana, pero sí pasado mañana.
A todo esto, si vuelve Puigdemont o no es irrelevante, si lo pactado no se ejecuta hoy, se llevará a cabo en un tiempo, a no mucho tardar.