Rótulo de la fábrica 'La Perfección', en el barrio de el Clot, en Barcelona

Rótulo de la fábrica 'La Perfección', en el barrio de el Clot, en BarcelonaIS vía Metropoli Abierta

El sabor olvidado de un barrio: cuando El Clot era la cuna de las burbujas

Las burbujas que una vez refrescaron generaciones enteras han desaparecido, pero su legado permanece

Pocas personas que transitan hoy por el número 9 de la calle Democràcia en Barcelona reparan en el viejo letrero metálico que corona una nave industrial atrapada entre edificios modernos. Esas letras desgastadas —«La Perfección»— son el único testigo silencioso de una historia que comienza en 1908, cuando el barrio del Clot vibraba al ritmo de la industrialización.

Según cuentan en Metrópoli Abierta, cuatro décadas antes de que esta vía abandonara su nombre franquista en 1979, los vecinos ya conocían bien el particular sonido que emanaba de aquellas instalaciones: el constante burbujeo de las máquinas que inyectaban gas carbónico en refrescos que acabarían en miles de hogares barceloneses.

La industrialización del proceso de carbonatación transformó el mercado de bebidas refrescantes. El agua de Seltz —nombre derivado de un manantial alemán— pasó de ser un producto terapéutico a convertirse en elemento imprescindible en los hogares, mientras las gaseosas endulzadas con toques cítricos conquistaban los paladares populares.

A lo largo de las décadas, la sociedad anónima expandió su imperio de la efervescencia desde su centro administrativo en la calle Monturiol. Su catálogo fue creciendo: a los tradicionales sifones y gaseosas se sumaron vinos, jarabes, licores e incluso producción de hielo, convirtiendo a la empresa en parte fundamental del ecosistema comercial del barrio.

Una característica figura de botones vestido en rojo y blanco se convirtió en la imagen reconocible de sus productos durante la última etapa operativa de la empresa, creando un vínculo emocional con los consumidores que todavía resuena en la memoria de los más veteranos del distrito.

El ocaso llegó con la reconversión industrial de los años ochenta. En 1981, la actividad cesó para dar paso a aulas de formación profesional, y en 2003, las excavadoras borraron casi todo rastro físico del complejo, exceptuando esa nave auxiliar donde aún persiste el letrero.

Las burbujas que una vez refrescaron generaciones enteras han desaparecido, pero su legado permanece, no solo en ese cartel deteriorado, sino en la memoria colectiva de un barrio que forjó su identidad entre el vapor y el ingenio industrial.

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