Pulso legalÁlvaro Caparrós Carretero

La democracia del silencio: Begoña Gómez y el Gobierno de las sombras

Actualizada 04:00

Begoña Gómez, la esposa del presidente Pedro Sánchez, primera dama, para algunos periodistas adictos al régimen incluso 'Presidenta', nos ha deleitado con una actuación digna de esta tragicomedia española. Ante el juez Juan Carlos Peinado, Gómez ha decidido acogerse a su derecho a no declarar. Sí, ese mismo derecho diseñado para proteger a los inocentes de autoincriminarse, ahora utilizado por la primera dama en una maniobra tan transparente como un muro de hormigón.

La ironía es deliciosa. Aquí tenemos a una figura pública, con una oportunidad de oro para despejar las nubes de sospecha que la rodean, y en lugar de eso, opta por el silencio. ¿El motivo? Desconocimiento de los cargos, dicen. La verdad es que, a falta de respuestas, el silencio de Gómez habla a gritos.

Mientras tanto, el Gobierno, ese que tanto predica sobre transparencia y regeneración democrática, se ha convertido en un maestro del ilusionismo. En lugar de ofrecer explicaciones claras, se limitan a apoyar ciegamente a Gómez, sin entrar en detalles. Este respaldo incondicional no solo es una burla a la inteligencia de los ciudadanos, sino también un claro indicador de que algo huele muy mal en la Moncloa.

El derecho a no declarar es una protección fundamental en nuestro sistema judicial, es cierto. Pero cuando una figura pública tan cercana al poder lo utiliza para evitar dar explicaciones, lo que se percibe es una evasión descarada de la responsabilidad moral. En el caso de Begoña Gómez, su decisión de permanecer en silencio en lugar de limpiar su nombre no hace más que alimentar las sospechas y minar la ya frágil confianza en el Gobierno de Pedro Sánchez.

Alberto Núñez Feijóo, del Partido Popular, lo dijo claramente: «Si mi mujer estuviera sentada en el banquillo por corrupción, habría presentado mi dimisión». Y tiene razón. En un Gobierno que se toma en serio la transparencia, no habría espacio para estas maniobras oscuras. Pero parece que Sánchez y compañía han confundido la transparencia con la opacidad, y la rendición de cuentas con el silencio cómplice.

Pero la joya de la corona es el tan cacareado «plan de regeneración democrática» de Sánchez. Un plan que, en teoría, busca mejorar la transparencia, pero que en la práctica parece más bien un intento de controlar los medios y silenciar a los críticos. ¿Regeneración democrática? Más bien estamos presenciando un manual de instrucciones para convertirnos en una república bananera. En lugar de explicar y clarificar, el Gobierno se dedica a manipular y a oscurecer. Todo un ejemplo de cómo no hacer las cosas..

La justicia debe prevalecer, y los ciudadanos tenemos derecho a saber la verdad. El juez Peinado y los fiscales continúan su trabajo, pero la falta de cooperación y la táctica del avestruz por parte del Gobierno no auguran nada bueno. Cada día que pasa sin respuestas, la desconfianza crece, y la percepción de un Gobierno corrupto y opaco se fortalece.

Los ciudadanos merecemos algo mejor. Merecemos un Gobierno que no tenga miedo a la verdad y que no se esconda tras tecnicismos legales. La negativa de Begoña Gómez a declarar es un reflejo de las contradicciones de un Gobierno que predica la transparencia pero practica la ocultación. Un Gobierno que ha perdido su brújula moral y que cada día se aleja más de los principios que dice defender.

Así que aquí estamos, esperando respuestas que nunca llegan, observando cómo la ironía se convierte en la triste realidad de nuestra política. La negativa de Gómez a hablar hoy no es solo una estrategia legal; es una declaración de principios de un Gobierno que parece haber olvidado lo que significa ser transparente y responsable ante sus ciudadanos.

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