La batalla de Mactán en 1521 o el gran error de Magallanes que le costó la vida
Hace 502 años murió Magallanes durante la gran expedición hacia las Molucas, que acabó convirtiéndose en la primera vez que se navegaba «toda la redondez del mundo», como explicó Elcano en su carta al rey
«El capitán les gritaba: ‘¡No disparéis, no disparéis!’, pero no le hacían caso», así describe Antonio Pigaffeta los primeros momentos de la batalla de Mactán, en la que murió el capitán Fernando de Magallanes. Disparar fue un error, porque «las escopetas no les hacían nada», los indígenas avanzaron lanzando flechas, lanzas y piedras contra «nosotros», según relata el veneciano. Era sábado 27 de abril de 1521 y lo que desconocía el Capitán General es que la decisión de liderar esa lucha le costaría la vida, en unas circunstancias que cambiaron el rumbo de la expedición.
Se encontrabas desde hace unas semanas recorriendo las islas del archipiélago de Filipinas. Habían conseguido que varios jefes locales los recibieran con gran hospitalidad con festejos y banquetes, que después se tradujo en tratos comerciales, promesas de fidelidad a la monarquía española por parte de algunos reyes locales y un intercambio cultural que plasmaron los cronistas de la expedición en sus dibujos y escritos. Sin embargo, no todas las tribus de aquellas islas aceptaron la presencia de aquellos extranjeros.
Según relata Pigaffeta, el rey de Cebú rogó al Capitán General que «enviara una barca llena de hombres para ayudarle a combatir» al jefe Cilapulapu, que se había negado a someterse ante el rey de España. Más allá de las justificaciones del rey de Cebú, Magallanes cometió el error de su vida al ofrecerse junto a sus hombres para combatir a los de Mactán, que además ponían en peligro el objetivo principal de empresa española, que era alcanzar las Molucas. 70 hombres formaron el contingente de ataque junto a unos treinta indígenas se prepararon para la batalla. «Cuando se hizo de día, cuarenta y nueve hombres saltamos de las barcas y con agua hasta las rodillas recorrimos más de dos tiros de ballesta antes de llegar a la orilla», pero frente a ellos se encontraron una fuerza indígena de más de 1.500 hombres.
La batalla de Mactán
«Durante más de una hora algunos cuantos continuamos combatiendo sin querer retirarnos. Un indio lanzó una lanza de caña al rostro del capitán, pero éste fue más rápido y le atravesó el cuerpo con su lanza, clavándose en mitad del pecho. El capitán intentó llevar su mano a la espada, pero solo logró sacarla a medias porque otra lanza le alcanzó en el brazo. Al ver esto los indígenas le rodearon y uno le atravesó la pierna izquierda con un terciado [una espada corta de hoja ancha]. El capitán cayó a tierra y rápidamente se lanzaron contra él con lanzas de hierro y de caña y con aquellos terciados tan grandes…».
Con esta descripción Pigaffeta detalla los últimos momentos de Magallanes, aunque también destaca la simpatía que tenía hacia Magallanes, porque acaba diciendo que mataron al «espejo, la luz, el consuelo y nuestra verdadera guía», de la expedición hacía las Molucas. Por estos apelativos se demuestra la afinidad personal que debía tener el cronista con Magallanes, porque ofreció durante toda su Relación una imagen muy positiva del capitán general, incluso con momentos en los que justifica su actuación.
La batalla dejó ocho expedicionarios muertos y «cuatro indios que se habían hecho cristianos», además de varios heridos, y según el veneciano, consiguieron matar a 15 «enemigos». Además, según cuenta el cornista, la tribu de la isla de Mactán se negó a entregar los cuerpos, incluido el de Magallanes porque lo «conservarían como recuerdo» de la victoria. Su muerte provocó ciertos cambios en el liderazgo que definirían el rumbo definitivo de la primera expedición, que sin estar en sus objetivos iniciales, consiguió dar la primera vuelta al mundo.