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John F. Kennedy se sienta y estudia en su escritorio de Harvard (1939)

John F. Kennedy se sienta y estudia en su escritorio de Harvard (1939)Biblioteca Presidencial de John F. Kennedy en Boston

El diario secreto de Kennedy: sus errores de juventud en una Europa en vísperas de guerra

Las anotaciones del que sería el futuro presidente de Estados Unidos se publican por primera vez en español

En el verano de 1937, un jovencísimo John F. Kennedy (tenía tan solo 20 años) se embarcaba en un viaje por Francia, Italia, Austria, Alemania, Holanda e Inglaterra junto a su amigo de la infancia Kirk LeMoyne 'Lem' Billings. Por aquel entonces, el Viejo Continente se encontraba en erupción: la política nacionalsocialista de Hitler comenzaba a tronar los tambores de guerra; Stalin iniciaba una purga de intelectuales en la Unión Soviética; España se sumía en una lucha fratricida…

Este viaje a esta Europa «efervescente» cambiaría la forma de pensar del joven y curioso estudiante americano que anotaría sus impresiones y preocupaciones en un diario de viaje hasta ahora escondido en la Biblioteca Presidencial de John F. Kennedy en Boston y que acaban de ser publicado por la editorial Vegueta bajo el título El diario secreto de John F. Kennedy.

Kennedy, junto a dos jóvenes en El Lido (Venecia)

Kennedy, junto a dos jóvenes en El Lido (Venecia)Biblioteca Presidencial de John F. Kennedy en Boston

«Se trata de un diario íntimo, a modo de reflexión y memoria de un viaje, no concebidos para ser publicados», comentó Eva Moll de Alva, editora de Vegueta durante la presentación del libro en la sede de la Real Academia Española el pasado jueves. La obra, por tanto, ofrece una visión fiel de los pensamientos y sentimientos del que sería el futuro presidente de los Estados Unidos. Aunque aparentemente nos muestra la imagen de «dos chicos jóvenes en busca de diversión», también se deja plasmado sus «ideales e inquietudes», detalló Moll.

Tras finalizar su primer año en la prestigiosa Harvard, Kennedy decidió utilizar sus vacaciones para conocer mundo a la vez que empezaba un diario que tituló My trip abroad («Mi viaje al extranjero»). En apenas 90 páginas, con entradas cortas y estilo simple, deja entrever su asombro por la arquitectura europea, así como un análisis torpe de la situación política y social de cada país que visitaba.

Quedó impresionado por la belleza de las ciudades y pueblos franceses, al igual que por el orden de los alemanes, a quienes consideraba más «tranquilas, civilizadas y serias» en comparación a las «razas del sur de Europa». Su periplo por esta Europa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial empezó en Francia, llegarían hasta la frontera con España y visitarían Italia, Austria y Alemania para finalizar en los Países Bajos y Bélgica antes de volver a Estados Unidos desde Inglaterra por ferry.

Desde la seguridad que le confiere este formato, se aventura y describe lo siguiente: «Las calles italianas son más bulliciosas y llenas de vida que las de Francia y su gente parece más atractiva. Parece que el fascismo los trata bien». Billings y Kennedy visitaron Múnich, Núremberg, Wurtemberg y Colonia, con una breve parada en Frankfurt. El joven estudiante también constataba la popularidad de Hitler y Mussolini en Europa, algo que achacaba al triunfo de la propaganda: «Aquí, Hitler parece ser tan popular como Mussolini en Italia, aunque la propaganda parece ser su mayor arma», anotaba.

Pero en estos apuntes originales también veremos «algunas conclusiones y juicios erróneos sobre el panorama político de esa época», como afirmaron los responsables de la edición: «El fascismo es lo adecuado para Italia y Alemania, el comunismo para Rusia y la democracia para Estados Unidos e Inglaterra», llegó a dejar por escrito en su diario de viajes.

Kennedy, con dos autoestopistas alemanes

Kennedy, con dos autoestopistas alemanesBiblioteca Presidencial de John F. Kennedy en Boston

E incluso algunas de sus anotaciones harían sospechar una cierta admiración secreta por el dictador alemán: «¿Qué son los males del fascismo frente a los comunismo?», se preguntó Kennedy en aquel viaje. El que posteriormente ocuparía la Casa Blanca, consideró que los alemanes eran «realmente muy buenos» y que otras naciones se habían «aliado contra ellos», pero que lo que estaban haciendo (el germen del nazismo) era para «protegerse a sí mismos».

Para el filósofo alemán Oliver Lubrich, quien escribe el epílogo de El diario secreto de John F. Kennedy considera que el viaje europeo del verano de 1937 fue una especie de iniciación política. Kennedy estaba realmente interesado por el movimiento que estaba dirigiendo Hitler. «Este interés se centraba principalmente en la escenificación pública. Los medios, como señaló Kennedy, fueron cruciales para la popularidad de los dictadores».

En aquel verano de 1937, España estaba en guerra civil, y aunque se escapa de su ruta, el futuro presidente estadounidense llegaría hasta la frontera francesa con España, en San Juan de Luz, donde queda horrorizado por una corrida de toros: «Muy interesante, pero muy cruel, sobre todo cuando el toro embistió al caballo». Por otro lado, menciona la Guerra Civil española desde Irún y consideró que había «un Gobierno demasiado dividido para unir a España». Al llegar a Inglaterra, país que «se inclinaba un poco hacia el bando de Franco», según anota en otra de sus entradas.

Kennedy se preguntó por «las posibilidades de Franco» de ganar la contienda, «si se retirasen las tropas extranjeras» o en el caso de que Franco ganase, «qué influencia habría tenido Hitler». En este caso, «¿Sería posible el fascismo en un país con la distribución económica de la riqueza de Estados Unidos?». De esta manera ponía punto final a sus reflexiones con preguntas de un curioso, pero todavía ingenuo joven con ganas de descubrir mundo.

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