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¿Cuál fue el origen histórico del capuchino y el croissant, un lejano 12 de septiembre?

¿Cuál fue el origen histórico del capuchino y el croissant, un lejano 12 de septiembre?

Capuchino y croissant para celebrar la liberación de Viena de los otomanos: el curioso origen de este desayuno

El 12 de septiembre de 1683 celebraron la victoria de Kahlenberg, cómo será conocida, con un pastelito en forma de medialuna, el símbolo que los turcos adoptaron del fenecido Bizancio

Muchos desayunos tienen como protagonistas al capuchino y el croissant, sin saber qué conmemoramos con su sabrosa ingestión. El 12 de septiembre de 1683, la ciudad imperial de Viena del Sacro Imperio Romano Germánico se veía liberada de un terrible cerco por parte de los turcos otomanos.

Los turcos dominaban los Balcanes desde el siglo XIV y en 1453 habían tomado la ciudad de Constantinopla, convirtiéndola en su capital. Desde 1529 habían intentado tomar la ciudad de Viena para desparramarse por Centroeuropa, mientras en el Mediterráneo su expansión por el sur fue frenada en la batalla de Lepanto en 1581. Aunque desde la muerte del gran sultán Solimán el magnífico, el imperio otomano había entrado en decadencia, una familia serbia de grandes visires mantuvo por un tiempo aquel periodo dorado.

El último de ellos será Kara Mustafa Bajá, perteneciente a la importante familia de los Köprülü, cuñado y amigo del anterior gran visir, quién había conquistado la isla de Creta. Kara Mustafa al mando de un enorme ejército de unos 150.000 guerreros y un número indeterminado de servidores para la logística de aquella enorme masa humana, formada por contingentes de todas las regiones del enorme imperio. Turcos, árabes, húngaros transilvanos, tártaros de Crimea, bosnios balcánicos, egipcios del Nilo se acercaron a una ciudad defendida por 15.000 escasos soldados y ciudadanos vieneses.

Los otomanos ante las murallas de Viena, por August Querfurt

Los otomanos ante las murallas de Viena, por August Querfurt

El emperador Leopoldo pidió ayuda a la Cristiandad, y acudieron 50.000 alemanes y 25.000 polacos. En España, Manuel Diego López de Zúñiga, Duque de Béjar, pidió permiso para ir, la amenaza de la Francia de Luis XIV, amigo de los turcos, impidió su marcha, aunque lo haría más tarde en la liberación de Budapest. Los franceses se negaron a ir, aunque sí acudieron los loreneses del duque Carlos V de Lorena, amigo de los Habsburgo.

Durante dos meses la ciudad aguantó el fuerte sitio, los vieneses fueron movilizados en compañías procedentes de los gremios laborales. Los gremios eran hermandades que regulaban la producción y la vida de los artesanos, haciéndose cargo de sus familias, y moría uno de ellos. En el plano espiritual, las cofradías fueron el reflejo social de los gremios, y en caso de guerra, servían para movilizar a sus miembros. En el ataque, el venerable monje capuchino, legado pontificio, Marcos de Aviano, galvanizó la moral de los defensores con sus sermones, presentándose en las grietas de las murallas.

Sin embargo, al amanecer del 12 de septiembre de 1683, Juan III Sobieski, rey de Polonia procedió a liderar una de las mayores cargas de caballería que se dieron en la historia, donde destacaron en vanguardia junto a su monarca, 3.000 húsares alados, denominados así por sus adornos con plumas en la coraza de la espalda, aparentando alas.

La liberación de Viena el 12 de septiembre de 1683

La liberación de Viena el 12 de septiembre de 1683

La batalla de Kahlenberg, como se denominó al combate, fue una gran derrota turca que provocó su huida y la pérdida de unos 20.000 turcos. El rey de Polonia envió al Papa los estandartes vencidos, acompañándolas con estas palabras: Veni, vidi, Deus vincit.

Las consecuencias posteriores fueron la liberación de Hungría, Transilvania y Croacia en pocos años después. El gran visir Kara Mustafa retrocedió con sus tropas y en diciembre tuvo la suerte de los grandes vencidos, fue estrangulado con un hermoso pañuelo de seda, decapitado posteriormente, su cabeza fue enviada en una bolsa de rico terciopelo al sultán.

En el campo cristiano, una de las compañías más heroicas al taponar una de las grietas de las murallas fue la del gremio de panaderos y pasteleros. Estos artesanos fueron los que celebraron la victoria de Kahlenberg, cómo será conocida con un pastelito en forma de medialuna, el símbolo que los turcos adoptaron del fenecido Bizancio. El halbmond se convirtió en croissant, y su degustación es la del símbolo turco. En su compañía se añadió un nuevo bebedizo. En el campamento turco se encontraron sacos de café etíope que fueron usados dando fama a una nueva bebida, que, por su color, similar al hábito de los capuchinos, se denominó como tal, para honrar al padre Marco de Aviano.

Se cuenta que el monarca polaco fue el primero que probó estos nuevos alimentos, ganando a su caballo en apetito y acabando tan sabrosas viandas. Su nombre francés y la popularidad que cobró en el país vecino procede de la llegada de María Antonieta de Habsburgo al trono francés, como esposa de Luis XVI, quien introduciría el desayuno austriaco en la corte de Versalles, convirtiéndose en galo y pasando en el siglo XIX a las mesas de gran parte del mundo. Bon appétit.

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