«Empezamos a bombardear en cinco minutos»: la inocentada de Reagan que pudo desencadenar una guerra nuclear
La broma del presidente de Estados Unidos en plena Guerra Fría llevó a los líderes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a poner sus defensas en alerta máxima
La controvertida alocución no tuvo lugar un día de los Santos Inocentes. Fue el sábado 11 de agosto de 1984 mientras Ronald Reagan realizaba una prueba de sonido para la emisión en directo de su discurso semanal.
La frase de la polémica
Según lo establecido, el presidente norteamericano haría la siguiente declaración pública: «Compatriotas estadounidenses, me complace informarles que hoy he firmado una ley que permitirá que los grupos religiosos estudiantiles comiencen a disfrutar de un derecho que se les ha negado durante demasiado tiempo: la libertad de reunirse en las escuelas secundarias públicas fuera del horario escolar, tal y como les está permitido a otros grupos de estudiantes». Se trataba de la Equal Access Act.
Pero antes de que comenzase la retransmisión y para verificar el correcto funcionamiento de la microfonía, Reagan dijo: «Compatriotas estadounidenses, me complace informarles que hoy he firmado una ley que declarará a Rusia fuera de la ley para siempre. Empezaremos a bombardear en cinco minutos». Su broma provocó las risas de asesores, periodistas y técnicos presentes en la sala. Todo debería haber quedado ahí, como una anécdota. De hecho el republicano solía hacer bromas en pruebas de sonido, tomas falsas y pausas.
Sin embargo, su comentario fue filtrado a los medios, de forma que una inofensiva broma se tornó en un enorme problema diplomático. Sus detractores enseguida tildaron al presidente americano de provocador anticomunista o de vaquero nuclear imprudente cuyo propósito era provocar un conflicto con la URSS.
Reacciones en Europa
La inocentada de Reagan llegó a las portadas de muchos diarios europeos. El periódico vespertino londinense Evening Standard calificó el incidente como «una broma que se ha convertido en un grave bochorno». El parisino Le Monde, en un artículo titulado «Metedura de pata», venía a decir que correspondería a los psicólogos decidir si lo manifestado por el presidente era la expresión de un deseo reprimido o el exorcismo de un fantasma temido.
Añadía que «mientras no sean más que reflexiones dichas en voz alta, no hay lugar para la alarma». El servicio de noticias holandés Teletekst se tomó la situación con algo más de humor, informando sobre el asunto con un «ojalá el hombre pruebe sus misiles con más cuidado que su micrófono».
Como era de esperar, los partidos izquierdistas tuvieron un punto de vista bien diferente. La oposición socialdemócrata de la, en aquel entonces, Alemania Occidental, calificó a Reagan de «viejo irresponsable». El Partido Verde dijo «la broma perversa hiela la sangre de toda persona razonable». La organización fue más allá, recurriendo al manido tópico de comparar al estadounidense con Hitler. Así, los verdes intentaron crear un vínculo entre las olimpiadas de verano de 1984 en Los Ángeles y las de Berlín de 1936.
Situación de crisis
Lógicamente, la filtración proporcionó alimento a las fábricas comunistas de propaganda, que no dudaron en magnificar el asunto y utilizarlo para señalar a EE. UU. como estado agresor. Así, la Agencia de Prensa Polaca recordó que Reagan, mientras probaba un micrófono en 1982, había caracterizado a los dirigentes comunistas de la República Popular de Polonia como «una panda de holgazanes inútiles». La agencia polaca especuló con la posibilidad de que las palabras del mandatario estadounidense estuviesen perfectamente calculadas y que fuesen filtradas adrede para ser reelegido en las presidenciales de noviembre. Además lo acusaron de ser un charlatán que haría cualquier cosa para alimentar la carrera armamentística.
Por su parte, la agencia oficial de noticias soviética TASS declaró de forma solemne que la URSS condenaba este ataque hostil y sin precedentes del presidente estadounidense, añadiendo que «este tipo de comportamiento es incompatible con la gran responsabilidad que tienen los jefes de los estados nucleares sobre el destino de sus propios pueblos y la humanidad».
Diversas fuentes informaron que cuando la noticia llegó al Kremlin, las fuerzas militares soviéticas del Ejército Rojo desplegadas en la base de Vladivostok fueron puestas en estado de máxima alerta. Pero si bien el Pentágono estuvo al tanto de la medida tomada por los soviéticos, los americanos no elevaron su nivel de alerta (el famoso DEFCON). Los funcionarios estadounidenses se apresuraron a asegurar al Kremlin que el comentario informal de Reagan no reflejaba las políticas de la Casa Blanca ni las intenciones militares de Estados Unidos. La alerta rusa fue desactivada media hora más tarde.
El desenlace
Ronald Wilson Reagan, quien tiempo atrás había calificado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de «imperio del mal», a finales de ese mismo año ganó por segunda vez las elecciones presidenciales con una mayoría aplastante frente a su rival demócrata Walter Mondale.
Posteriormente el presidente estadounidense entablaría una fructífera relación personal con el líder soviético Mijail Gorbachov, quien llegó al poder en 1985. Dos años más tarde los dos mandatarios rubricaron el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. El acuerdo exigía a EE. UU. y a la URSS que eliminasen de forma permanente a todos sus misiles balísticos y de crucero nucleares basados en tierra con un alcance de entre 500 y 5.500 kilómetros. Se trató de un hito histórico, puesto que por vez primera las dos superpotencias habían acordado reducir sus arsenales nucleares.
Poco después la URSS colapsó. El día de Navidad de 1991 la bandera soviética con la hoz y el martillo ondeó por última vez sobre el Kremlin. Fue sustituida por la bandera tricolor rusa.