
Faro de Eddystone, construido en la roca Eddystone por el ingeniero civil inglés John Smeaton entre 1757 y 1759
Picotazos de historia
Tragedia en el faro de Eddystone: el guardián que sobrevivió días tras ingerir plomo fundido
En diciembre de 1755 se produjo un incendio en el faro y sobre Hall cayó una lluvia de plomo fundido que le abrasó la cara, parte de la cabeza y los hombros, y entró por su boca entreabierta, tragándolo involuntariamente
A unos 14 kilómetros al sur de Rame Head, en Cornualles (Reino Unido), se encuentra un peligroso arrecife de unos 19 kilómetros de largo denominado Eddystone Rocks. Este arrecife es particularmente peligroso por estar situado al suroeste del estrecho de Plymouth (uno de los puertos con más tráfico del Reino Unido). Debido a la peligrosidad del sitio, se inició en 1696 la construcción de un faro que pudo encender su primera luz dos años después.
Se dio la circunstancia de que un corsario francés capturó al arquitecto encargado de la construcción de este, Henry Winstanley, y que fue liberado y devuelto para que pudiera continuar con la labor, que se juzgó humanitaria y beneficiosa para todos. En 1703, una gran tormenta se llevó este faro, al arquitecto y a cinco personas más.
Por acta parlamentaria del año 1705, se ordenó la construcción de un nuevo faro y se autorizó el cobro de un peaje –a cobrar en el puerto de Plymouth– a los barcos que atravesaran el estrecho, con el fin de pagar el mantenimiento y a los fareros encargados de su funcionamiento.

Los tres primeros faros de Eddystone
El 2 de diciembre de 1755, sobre las dos de la madrugada, Henry Hall estaba de guardia mientras sus dos compañeros descansaban, cuando descubrió que el techo se había incendiado, posiblemente a consecuencia de una chispa desprendida por la lámpara del faro. Henry Hall era un anciano de engañosos 94 años, pues, a pesar de su avanzada edad, estaba ágil y fuerte, lo que evidenciaba una constitución muy robusta. Existe constancia documental de que Hall había nacido en 1661.
Hall intentó apagar el incendio arrojando agua desde un cubo a lo alto del techo, que estaba a unos 3,6 metros de altura. A sus gritos de socorro acudieron sus compañeros, quienes se unieron en la labor de baldear.
Los tres hombres estaban acarreando y arrojando agua al techo a un ritmo frenético. En un momento dado, Henry alzó la vista para ver el estado del techo y la progresión del incendio. Fue justo en ese instante, cuando alzaba los ojos al techo y la tensión del cuello le mantenía la boca entreabierta, cuando cayó sobre él una lluvia de plomo fundido. Este era parte de una cubierta que se había puesto para impermeabilizar el techo.
El plomo candente abrasó la cara, parte de la cabeza y los hombros, y entró por su boca entreabierta, tragándolo involuntariamente y abrasándose por dentro.
La lucha contra el incendio estaba condenada al fracaso y no tardó mucho en que los tres fareros se vieran en la necesidad de escapar del interior para no morir abrasados. El faro estuvo ardiendo durante cinco días.
Nuestros desafortunados fareros no tuvieron que permanecer mucho tiempo a la intemperie, ya que un buque los recogió a las 10:00 horas de ese día y los trasladó hasta el puerto de East Stone, cerca de Plymouth, donde los desembarcaron para que Henry pudiera recibir una adecuada atención médica. Lo llevaron a la consulta del doctor Henry Spry.
Según el informe que posteriormente presentó el médico a la Real Sociedad de Medicina, nada más llegar el paciente afirmó «...con voz ronca y apenas audible, que el plomo fundido le había corrido por la garganta hasta el cuerpo». Esta afirmación se contradecía con el aspecto saludable –quemaduras aparte, claro está– del paciente y con la certeza del médico de que nadie podía sobrevivir a la ingesta de metal fundido.
Durante los siguientes días, Hall se fue recuperando satisfactoriamente de sus heridas cuando, súbitamente, empezó a desfallecer, muriendo el 8 de diciembre. Tras el fallecimiento, el doctor Spry procedió a practicar la autopsia al cadáver de Hall. «...haciendo una incisión a través del abdomen izquierdo encontré la boca superior diafragmática del estómago muy inflamada y ulcerada. Y el tejido de la parte inferior del estómago quemado; y de la gran cavidad del mismo extraje un gran trozo de plomo de forma y peso descrito». El trozo de plomo tenía un peso de 208,47 gramos.
El informe del doctor Spry levantó una oleada de escepticismo, cuando no crueles comentarios, lo que llevó al galeno a practicar experimentos con animales vivos con el fin de demostrar la veracidad de los hechos por él descritos y de los que había sido testigo.
Al final, las pruebas, los testimonios de los testigos, el informe forense y los resultados de los canallescos experimentos realizados por Spry no tuvieron más remedio que ser aceptados por la Real Sociedad de Medicina. Resultado: es perfectamente posible tragar metal fundido y continuar viviendo durante varios días.
Si tienen curiosidad, podrán encontrar el trozo de plomo que sacaron del interior de las tripas del pobre Henry Hall en el Museo Nacional de Escocia, en la ciudad de Edimburgo.