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Patricia Santos

Muros invisibles separan a Europa de Europa

Se está aplicando el cordón contra ciertos grupos políticos que, a pesar de haber obtenido una representación legítima en el Parlamento europeo, son objeto de un rechazo sistemático por parte del resto

Actualizada 16:20

El «cordón sanitario» es una censura política que consiste en aislar a un partido o movimiento político considerado «extremo» para impedir que acceda al poder o que pueda influir en las decisiones gubernamentales. Este aislamiento se logra a través de acuerdos entre los demás partidos democráticos que se comprometen a no colaborar con el partido o movimiento en cuarentena política.

El término que originariamente aludía al aislamiento que se aplicaba a una población enferma para evitar que contagiase a la población sana. Sin embargo, fue el establishment francés de los años 90 (Miterrand, Chirac, Jospin, etc) quien decidió ejecutar la metáfora en la política, al acordar los partidos políticos la exclusión del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen de cualquier pacto. Desde entonces, la práctica se ha extendido a otros países europeos, adaptándose a sus propias circunstancias.

Los partidos belgas llevan desde los 90 aplicando esta estrategia contra Vlaams Blok (y su sucesor, Vlaams Belang), un partido flamenco con un fuerte discurso nacionalista y antiinmigración. A pesar de su éxito electoral en la región de Flandes, Vlaams Belang ha sido sistemáticamente excluido de las coaliciones gubernamentales debido a este acuerdo entre los demás partidos políticos. También Alemania y Suecia han puesto en cuarentena política a otros partidos percibidos o autodefinidos como extrema derecha. Así, Alternativa para Alemania (AfD) ha sido marginado de las coaliciones gubernamentales a nivel federal y estatal. De manera similar en Suecia, todos los partidos políticos han evitado alianzas con los Demócratas.

En la UE asistimos a otro episodio sanitario. Se está aplicando el cordón contra ciertos grupos políticos que, a pesar de haber obtenido una representación legítima en el Parlamento europeo, son objeto de un rechazo sistemático por parte del resto. ¿Y quiénes son estos temidos partidos políticos? Salvando distancias y evitando comparaciones, parece que son movimientos relativamente recientes, provocados por déficits de los partidos precedentes. Sin embargo, en vez de hacer examen de conciencia, gusta más silenciar cualquier expresión que cuestione el consenso globalista adquirido o por adquirir. La razón abdica ante la voluntad de poder.

El cordón sanitario se justifica bajo la premisa de que esos grupos, por su ideología o por su historia, son incompatibles con los valores democráticos de Europa, sin querer darse cuenta de que esta visión es profundamente problemática. En primer lugar, la democracia se basa en el respeto a la pluralidad y en la aceptación de la diversidad de opiniones. El arte de la política consiste en ese saber dar espacio a todos, es una labor extenuante y generosa. Excluir a un grupo político del debate parlamentario es antidemocrático: aunque la práctica se presente como una medida de defensa de la democracia, es en realidad un ataque a los principios fundamentales que la sustentan.

Además, ¿nos percatamos del precedente tan peligroso que estamos generando? Si permitimos que se establezcan barreras para ciertos partidos, ¿quién decide qué ideologías son aceptables y cuáles no? La historia nos ha enseñado que la censura y la exclusión suelen ser herramientas utilizadas por regímenes autoritarios para silenciar a la oposición. En lugar de fomentar un debate saludable y constructivo, el cordón sanitario alimenta la polarización y el enfrentamiento.

Conviene recordar que en una democracia el electorado tiene el derecho de elegir a sus representantes, y esos representantes tienen el derecho de ser escuchados. La solución a las preocupaciones que puedan suscitar ciertos partidos no está en su exclusión, sino en un debate abierto y honesto sobre sus propuestas y políticas. El debate parlamentario se llama así por algo, pues la confrontación de ideas es también motor de progreso y evolución políticos.

Nadie parece haber pensado en que el cordón sanitario también puede tener consecuencias aislantes para los partidos que lo aplican. Negarse a dialogar con ciertos grupos conlleva el riesgo de perder la conexión con una parte del electorado que se siente representada por esos partidos. Ignorar las preocupaciones y demandas de una parte de la población puede llevar a una desconexión entre los políticos y sus votantes, lo que a la larga puede resultar en una crisis de representación y de malestar social.

El cordón sanitario es un reflejo de debilidad y cortoplacismo político. La UE, el lugar donde todos deberían escucharse, es ahora un mapa fragmentado por muros invisibles.

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