Las carreteras se han convertido en trampas para los conductores

Las carreteras se han convertido en trampas para los conductores

Seguridad vial

Miedo, multas y radares: la receta de la DGT falla de nuevo y 2024 cierra con tres muertos al día en carretera

Ni los drones ni los radares de tramo ni los carísimos helicópteros logran contener la sangría de accidentes en unas carreteras abandonadas de la mano de Dios

Si no ocurre nada extraño en cuestión de horas, la DGT cerrará 2024 con un aumento de fallecidos en carretera respecto a 2023. Una tendencia que se va cronificando en la sociedad española, que parece que da por bueno este coste anual de vidas por accidente de tráfico.

Más allá del brindis al sol que propuso Bruselas para alcanzar los cero fallecidos en carretera en 2050, lejos de bajar, los datos indican una tendencia ascendente, que aunque es ligera debería hacer pensar a la DGT si las medidas que se están tomando son las correctas.

Los conductores: culpables

Hace ya años que se apostó por culpabilizar a los conductores de lo que ocurre en carretera, profundizando en la idea de que los conductores españoles beben habitualmente y superan los límites de velocidad con asiduidad.

La DGT pretende erradicar por completo el consumo de alcohol al volante

Más de seis millones de controles de alcoholemia no han reducido los fallecidos

De la mano de Bruselas, la DGT ha obligado a introducir en los coches las famosas ADAS, ayudas a la conducción que suponen un gran desembolso económico, pero que los conductores no saben ni usar. Algo así como los ángeles de la guarda del asfalto, capaces de inmiscuirse en la conducción hasta el punto de modificar la dirección, la velocidad o indicarnos cuándo tenemos que parar a tomar un café

Los ángeles de la guarda

Por si fuera poco, hace ya más de un año que se eliminó el margen de seguridad de 20 kilómetros/hora para adelantar en carretera nacional, lo que tampoco ha disminuido los accidentes.

Sin olvidar que estamos a menos de un año de que nos obliguen a llevar una luz de emergencia V16 en la guantera que cuesta 50 euros y sustituye a los triángulos de emergencia. Una medida que no se ha probado en ningún lugar del mundo y que ya cuenta con detractores porque la luz no se ve bien de día.

La baliza de emergencia en funcionamiento debe ser visible a un kilómetro de distancia

La luz V16 no se ve bien de día

Todo ello aderezado con otros globos sonda como la reducción de los límites de alcoholemia o la prohibición de conducir motos de 125 con carnet de coche, propuestas que el Gobierno tiene muy complicado de sacar adelante por su minoría en el Congreso.

No se atajan los problemas

Mientras, no se atajan los verdaderos problemas de la siniestralidad en España. El primero es el mal estado de las carreteras, con un déficit de mantenimiento de unos 10.000 millones de euros que ya ha denunciado Bruselas por activa y por pasiva.

Es cierto que la siniestralidad entre los moteros se ha disparado los dos últimos años, algo previsible si tenemos en cuenta el estado de las carreteras nacionales, sucias, con señales deterioradas, bacheadas y con un mantenimiento casi nulo.

La descentralización ha provocado que las carreteras estén en manos locales y provinciales, organismos menores que en muchos casos no pueden asumir su mantenimiento y correcta señalización.

El estado de muchas carreteras y señales es precario

El estado de muchas carreteras y señales es precario

Un simple viaje entre Madrid y La Coruña por la A-6, una de las cuatro arterias más importantes de España, debería avergonzar a más de uno dentro de la Dirección General de Carreteras, organismo encargado de su mantenimiento.

Coches obsoletos

El segundo problema es que se nos condena a viajar con coches viejos con una edad media superior a los 15 años, mientras que las ayudas a la compra de coches nuevos se ciñe a los eléctricos, que por el momento siguen siendo inaccesibles para la mayor parte de la población.

Por si esto fuera poco las únicas medidas de la DGT que llegan hasta los conductores hacen referencia al despliegue de radares de todo tipo, helicópteros y drones que nos vigilan desde el cielo y los consejos que parecen convertir en terroristas ecológicos e insolidarios a quienes pretenden hacer uso del derecho a la movilidad y no quieren viajar en tren, autobús o coche compartido.

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