Mercado
El milagro portugués o por qué ellos venden el triple de coches eléctricos que España
Portugal mira por encima del hombro a España en materia de electrificación, la acertada política de ayudas junto al excelente despliegue de cargadores han hecho que allí el coche eléctrico sea ya realidad
España y Portugal hemos mantenido una correcta relación de vecindad desde que en 1640 el país luso se independizara de nosotros durante el reinado de Felipe IV. Desde entonces, España ha preferido mirar a Francia, Alemania e Italia a la hora de hacer comparaciones, mientras que Portugal sí nos ha tomado como referencia en múltiples ocasiones.
No en vano, España ha sido considerado tradicionalmente como el hermano mayor, con una renta per cápita superior que actualmente es de 32.676 dólares anuales frente a los 27.275 dólares de los lusos.
No es cuestión de ingresos
Pese a esta diferencia económica, el mercado automovilístico portugués ha sido tradicionalmente mejor que el español, no en volumen sino en equipamiento y en el tipo de vehículos que se ha vendido a uno y otro lado de la frontera.
Una curiosidad a la que a día de hoy nadie ha sabido dar una explicación coherente. De hecho en Portugal la edad media de los automóviles no llega a los 13 años, frente a los más de 14 en España.
La comparaciones son odiosas
Automovilísticamente hablando, Portugal vendió el año que acabamos de terminar 249.269 coches, de los que 41.757 eran eléctricos, o lo que es lo mismo un 16 %.
En comparación, el mercado español matriculó 1.016.885 millones de coches, de los que solo 58.675 eran eléctricos. Esto significa que mientras que en España se vendió un 5 % de coches eléctricos, en Portugal superaron el 16 %, una cifra por encima de la media europea que está en el 15 %.
Se trata de un misterio, por no llamarlo milagro, que ha llamado la atención de analistas y expertos en automóvil, que tratan de encontrar una explicación al hecho de que España se encuentre a la cola de toda Europa en matriculaciones de coches de batería por detrás de países como Grecia, en el que los eléctricos superan ya el 5 % de cuota de mercado.
Más allá de la tradición automovilística portuguesa, conviene bucear en otro tipo de matices y explicaciones que puedan justificar esta diferencia.
Razones de peso
La primera y más obvia es la geográfica, con una superficie de 92.152 kilómetros cuadrados, Portugal ocupa menos de la quinta parte que España, se trata de un país mucho menos extenso y con una red nacional de carreteras de 69.000 kilómetros frente a los 165.000 que tiene España.
Esto quiere decir que mientras que con los 400 kilómetros de autonomía que tienen de media los coches eléctricos actuales en España apenas llegas de Madrid a Valencia sin recargar, en Portugal puedes hacer un Faro-Braga y cruzarlo de norte a sur con una sola recarga de 20 minutos.
Se trata de un país mucho menos extenso y en el que las distancias se ajustan mucho mejor a la autonomía de los coches eléctricos actuales.
Por si esto fuera poco, la red de carga de Portugal cuenta con 20.000 cargadores por los 37.000 de los que dispone España, una red mucho mejor capilarizada y dimensionada.
Todo ello sin dejar de lado que en Portugal hace ya tiempo que funciona un sistema de pago directo con tarjeta de crédito en los cargadores y una única aplicación móvil que aglutina el funcionamiento de todos los distribuidores de carga que operan en el país.
Ayudas directas
La política de ayudas a la compra de eléctricos tampoco tiene nada que ver allí y aquí. Aquí disponemos de un plan Moves correcto en su importe, 7.000 euros, pero que los particulares tardan más de dos años en cobrar.
En Portugal las ayudas a particulares son inferiores, 4.000 euros, pero inmediatas, mientras que las empresas pueden llegar a los 6.000 euros y además pueden deducirse el IVA, una vieja petición de las patronales españolas del automóvil a la que por ahora el Gobierno ha hecho oídos sordos.
Este beneficio fiscal marca diferencias para el canal de empresas, que en Portugal es el más importante para este tipo de vehículos, justo lo contrario de lo que ocurre en España.
Dos panoramas muy distintos que confirman como los políticos pueden y deben crear el marco legal adecuado para hacer que la electrificación del parque móvil vaya más allá de una hoja de Excell.