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Salvador Sánchez-Terán

Salvador Sánchez-TeránCC

Salvador Sánchez-Terán (1934-2022)

Un ejemplar político al servicio de la Transición

En 1977 formó parte del grupo que configuró, con Leopoldo Calvo-Sotelo, la UCD para presentarse a las primeras elecciones de la democracia. Fue elegido diputado por Salamanca y revalidó su elección en los comicios de 1979. Fue el primer secretario de organización de UCD.

Salvador Sánchez-Terán
Nació el 19 de abril de 1934 en Logroño y ha fallecido el 31 de diciembre de 2022 en Madrid

Salvador Sánchez-Terán Hernández

Ingeniero de caminos y político

Fue dos veces ministro en gobiernos de Adolfo Suárez. De Transportes y Comunicaciones entre 1978 y 1980 y de Trabajo durante cuatro meses en 1980. Tras periodo fue presidente de Telefónica y después de dejar la política fue presidente de COPE.

Salvador Sánchez-Terán (Logroño 1934, Madrid 2022) perteneció a aquel grupo de políticos que, bajo el liderazgo de Adolfo Suárez, fueron los artífices de la Transición. Con una sólida formación enraizada en el «humanismo cristiano» y una brillante trayectoria profesional, puso toda su inteligencia y capacidad de acción al servicio de los ideales que dieron vida a la gran obra de la Transición, que asumió en plenitud: la España de la concordia, superadora de las «dos Españas» enfrentadas, su integración en las democracias liberales de Europa, su modernización en el marco de una economía social de mercado.

Salvador Sánchez-Terán nació en Logroño en 1934, donde su padre, magistrado de profesión, ejercía sus funciones judiciales como presidente de su Audiencia Provincial. Cursó los estudios de ingeniero de Caminos, que concluyó en 1958. En su etapa de formación adquirió las convicciones en las que se alimentó el triple compromiso (religioso, social y político) que desarrolló, con notable coherencia y lealtad, a lo largo de su vida.

En sus años universitarios fue colegial del Colegio Mayor San Pablo, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, y allí nació su primer compromiso, con su incorporación a la Juventud de Acción Católica, de la que llegó a ser presidente nacional y vicepresidente internacional. Vivió los años del Concilio con intensidad y tuvo especial empeño, con otros dirigentes católicos, en aplicar las enseñanzas conciliares en España. Olegario González de Cardedal ha señalado que «sin el Concilio no hubiera sido posible la Constitución tal como de hecho llegó a ser». El Concilio abrió las conciencias y preparó los caminos que conducirían a una de las más brillantes páginas del catolicismo español, de la que Salvador Sánchez-Terán es un cualificado representante.

Con el primer gobierno de la Monarquía fue nombrado gobernador civil de Barcelona y tuvo un especial protagonismo en abordar la «cuestión catalana», uno de los difíciles nudos que había que desatar. Sánchez-Terán lo ha relatado con precisión en su libro De Franco a la Generalitat, en el que explica el fundamental papel que desempeñó Tarradellas.

En 1977 formó parte del grupo que configuró, bajo la batuta de Leopoldo Calvo-Sotelo, la UCD para presentarse a las primeras elecciones de la democracia. Fue elegido diputado por Salamanca y revalidó su elección en los comicios de 1979. Fue el primer secretario de organización de UCD, por lo que cayó sobre él la tarea de convertir aquel grupo de notables en un partido propio de las democracias modernas. Ejerció también responsabilidades gubernamentales como ministro de Transportes y Comunicaciones y ministro de Trabajo en sucesivos gobiernos de Adolfo Suárez.

En aquella etapa desplegó toda su capacidad de organización y de acción, como buen ingeniero que era. Pero, acaso, lo que más le caracterizó fue su certera visión de la necesidad de un partido como la UCD para la naciente democracia española; un partido integrador de las corrientes que en el confluyeron, porque creía que la síntesis de ellas era posible y fecunda. Por eso Salvador Sánchez-Terán, con coherencia con su pensamiento, nunca se alineó con ninguna de las facciones en las que la UCD acabó descomponiéndose.

Ya sin compromiso partidista, Salvador Sánchez-Terán no renunció a proseguir sus compromisos con el bien común de España en el ámbito de lo que ahora llamamos «sociedad civil». Generosamente promovió o participó en iniciativas siempre al servicio de los ideales que se plasmaron en la Transición. Y, cómo no, en los últimos años aumentaron sus preocupaciones por la degradación de nuestra vida política y las rupturas de consensos básicos, imprescindibles para una democracia. Una de sus últimas intervenciones fue, a propósito de la ley de Memoria Democrática y de su inicua pretensión de deslegitimar la Transición, en defensa de los valores y del legado de la Transición.

Salvador Sánchez-Terán fue siempre un caballero, leal a sus convicciones, creyente de la palabra dada, buscador de compromisos inteligentes, trabajador infatigable. Son virtudes que hoy merecen ser recordadas. Pero los amigos de Salvador con quienes he compartido el dolor de estas horas han coincidido en una común apreciación: «Era una gran persona». Es esto lo que quiero, sobre todo, trasladar a los lectores. Descanse en paz.

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