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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Meritxell, qué papelón

La presidenta de las Cortes se vio retratada en el momento en que Cuca Gamarra usó su tiempo para recordar a Miguel Ángel Blanco. A Batet le sentó como un tiro, le descolocó que alguien enmendara su culposa pasividad

Actualizada 07:10

«Lealtad al procedimiento» parece el título del manual del buen verdugo. Nunca una frase tan hueca, tan administrativa y vacía, había dicho tanto de quien la expresa. La pronunció la presidenta de las Cortes Generales, tercera magistratura del Estado, Meritxell Batet, para afear a Cuca Gamarra que hiciera lo que ella, con un poco de vergüenza, tendría que haber hecho: pedir un minuto de silencio en tributo al joven de 29 años al que secuestró, torturó y asesinó una banda que, cuando hizo testamento, dejó como legatarios a los cinco diputados batasunos que se sientan en el gallinero del hemiciclo, pero que influyen más en la gobernabilidad de España (Otegi dixit) que el segundo partido de Gobierno.

Es difícil que esta nacionalista catalana camuflada de socialista, capitana de las cheerleaders del club de Sánchez, pueda caer en más felonías que las que ya adornan su currículum: retorcer el reglamento para cambiar el orden del día a favor de su jefe, cerrar el Parlamento durante la pandemia cuando nunca como entonces era más necesario el debate y la información para los ciudadanos, o abrir la puerta de Los Leones, hasta ahora reservada para el Rey, para agasajar al Gobierno de cuya regalía, en forma de sueldo público y dignidades de Estado, ella depende. Pues ha caído. Sucedió cuando se vio retratada en el momento en que la portavoz popular usó su tiempo cronometrado para recordar a Blanco. A Batet le sentó como un tiro, le descolocó que alguien enmendara su culposa pasividad en un aniversario tan señalado y sacó ese genio que solo esgrime contra PP, Vox y Ciudadanos (cómo no recordar su falta de respeto a la oposición durante su último discurso del día de la Constitución), para reñir a Gamarra exigiéndole que tuviera «lealtad al procedimiento».

Vamos a ver, Meritxell. ¿Cuál es el procedimiento ese al que hay que ser leal, que impide que los representantes de la soberanía nacional recuerden, en nuestro nombre, a un inocente que fue asesinado hace 25 años, salvaguardando así la libertad de todos y la dignidad de un Estado que no podía rendirse de hinojos ante un atajo de matones? ¿Y a qué lealtad apela? ¿A la que guarda usted a los golpistas que intentaron destruir España y a cuyo indulto ha contribuido entusiásticamente? ¿A la que mantiene inquebrantablemente a los xenófobos catalanes desde que en 2013 votó, contra la disciplina socialista, a favor del referéndum independentista que planteó un partido tan progre como CiU, adalid de la burguesía más casposa y racista, encarnada en Pujol, Puigdemont y Torra?

El Congreso de los Diputados, que tiene que ser una institución imparcial, ha pasado a convertirse en una oficina de propaganda del césar Sánchez, que sigue levantando el pulgar para que una jurista (os lo juro, jurista), cuya formación académica se la debe a la opresora España, siga al frente del Legislativo. A pesar de (o quizá por) su talante sectario. Talante que volvió a poner de manifiesto cuando ni siquiera se levantó durante el minuto de silencio. Eso de quedarse sentado cuando se tiene la obligación moral e institucional de levantarse ya lo inventó Zapatero en 2009, al no guardar el debido respeto por la bandera norteamericana pretextando para ello la guerra de Irak.

Ambos tan genuflexos ante Otegi y Maduro y tan insensibles con los valores de la vida y la libertad. Meritxell: nunca la presidencia del Parlamento, desde que la encarna, cayó tan bajo y usted tan alto. Tan alto, que desde esa altura no atisba ni la decencia política.

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