Sánchez la goza con lo de PP y Vox en Extremadura
Feijóo y Abascal deberían llamar al sentido común y cerrar un acuerdo para relevar al PSOE, que es lo que quieren los votantes de ambos
Pregunta sencillísima: ¿qué prefieren los votantes de PP y Vox, que ambos partidos se entiendan para relevar al PSOE o que no? Es evidente que la inmensa mayoría abogan por un acuerdo para que no continúen los socialistas. ¿Y qué están haciendo PP y Vox en Extremadura? Pues exactamente lo contrario, tensar la cuerda hasta el extremo de que ya se ha llegado a hablar de repetir las elecciones autonómicas.
Segunda pregunta fácil: ¿quién se frota las manos de dicha ante la peleíta de PP y Vox en Extremadura? Pues Sánchez, que está achicharrado en las encuestas y sueña con recibir un poco de oxígeno merced a estas cuitas absurdas del centroderecha y la derecha.
En Extremadura ganó el PSOE de Vara, con 242.000 votos (39,9 %) y el segundo fue el PP de María Guardiola, con 236.000 papeletas (38,8 %). En tercer lugar, a gran distancia, se situó Vox: 49.000 votos (8,1 %). ¿Qué dictan esos resultados? Pues que el PP extremeño no puede alcanzar el poder sin el apoyo de Vox, así que lo lógico es obrar en consecuencia.
¿Cuál es el problema? Pues es doble. Por un lado, Vox se está poniendo un tanto estupendo dado el volumen de voto que ha obtenido en Extremadura. Por otro, el problema se llama María Guardiola, que simplemente no es ideológicamente de derechas, pues ha comprado entera la ingeniería social de la izquierda zapaterista y sanchista.
Guardiola, de 44 años, casada y madre de dos hijos, es una cacereña que se graduó en ADE con un brillante expediente académico. Acto seguido ganó las oposiciones al Grupo A de la Junta de Extremadura, donde ha hecho toda su carrera profesional. Aseguran que es muy capaz con los números y diligente, que trabaja bien. En 2015 entró en política como concejal en Cáceres y en 2022 se convirtió, con la bendición de Casado, en la sucesora de Monago (alias el Barón Rojo del PP).
El caso Guardiola ejemplifica un síndrome que se está extendiendo en el PP: parte de sus cuadros han comprado el esquema mental de la izquierda en cuestiones morales y de hábitos de vida. Es decir: son del PSOE sin saberlo. En el caso de María Guardiola diríamos incluso que casi de Podemos. La líder del PP extremeño ha llegado a expresar su apoyo a una campaña de adoctrinamiento friki del Ministerio de Igualdad de Montero, donde se postulaba que los hombres hemos de volvernos «blandengues» (en eso se dilapida el dinero público). Además, Guardiola defiende la ideología gay, el aborto y los discursos zurdos «de género» con una vehemencia idéntica a la de las ministras de Sánchez (circula por ahí un vídeo suyo en TVE donde da todo un recital).
Con tales precedentes, cuando los números le han dicho que tiene que entenderse con Vox se ha rebelado contra la realidad como si le hubiese dado un ataque de urticaria. Ya está amenazando con repetir las elecciones si no la apoyan sin que les dé nada a cambio. Si añadimos el hecho de que por el otro lado del tablero de negociación danza Buxadé, cuyo fuerte no son precisamente las delicadezas sutiles que requiere la diplomacia, el cóctel para la bronca está listo.
Feijóo y Abascal deberían mantener una charla discreta de adultos y arreglar este desaguisado. Existe una meta vital: relevar a Sánchez el 23-J, porque si se repite su coalición con comunistas y separatistas peligra la continuidad de España como una nación unida. Jugándonos algo tan serio no se puede ayudar al sanchismo montando absurdas funciones de teatro romano en Mérida.