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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¡Impresionante berza en Génova!

Distinguidos portavoces del PP están diciendo que conversarán también con ERC y Junts, promotores de la sedición de 2017, Feijóo debería desautorizarlos ya

Actualizada 22:01

Impresionante. Dos destacados dirigentes del PP actual, Cuca Gamarra (para más señas, secretaria general) y el insumergible González Pons (vicesecretario general institucional) ya están diciendo que de cara a la investidura de Feijóo conversarán con los partidos golpistas ERC y Junts, promotores del levantamiento sedicioso de 2017, que concluyó con la efímera proclamación de la República catalana.

Si el famoso «derogar el sanchismo» del PP consistía en esto, apaga y vámonos. Feijóo debería corregir hoy mismo a ambos portavoces (y ya puesto, ir buscando unos mejores) y dejar rotundamente claro que al igual que no hablarán jamás con Bildu, el partido de ETA, tampoco lo harán con dos formaciones que no tienen a día de hoy más meta que destruir España.

La frase de Pons sobre este asunto es digna de ser enmarcada y colgada en todas las facultades donde se imparta la asignatura de Burramia Política Aplicada: «Junts es un grupo parlamentario que, al igual que ERC, más allá de las acciones que cuatro personas, cinco, diez llevaron a cabo, representa un partido cuya tradición y legalidad no está en duda». Unas declaraciones lisérgicas.

Junts, señor Pons, es un partido dirigido por un golpista prófugo de la justicia española, así que legalidad, poca. Junts, señor Pons, es un partido que está poniendo como condición para apoyar a un candidato a la presidencia de España la concesión de un referéndum y una amnistía, dos peticiones que no caben en nuestro orden constitucional. Así que legalidad, nula. Junts, señor Pons, es un partido que ha plantado al jefe del Estado en la ronda de consultas, y resulta totalmente flipante que usted y la señora Gamarra se abran a dialogar con ellos. Junts, señor Pons, tiene «una tradición», como usted dice. En efecto: es el partido sucesor de Convergencia, marca que despareció hundida por la más cutre corrupción. Junts, señor Pons, es el partido de Pujol, que sembró las «estructuras de Estado» que hacen que estemos en el brete en el que estamos; y también es el partido de Artur Mas, el tipo que activó la espoleta del levantamiento separatista.

Señor Pons, repita conmigo: un partido como el PP, que ha ganado las elecciones prometiendo «derogar el sanchismo» y salvaguardar el orden constitucional, el respeto a las instituciones y la unidad de España, NO PUEDE prestarse a chalanear con los partidos de Junqueras y Puigdemont (haciendo además el pánfilo, pues hasta un crío de parvulario sabe que jamás acordarán nada de nada con el PP).

Increíble lo poco que han aprendido de los patinazos de su partido en la cuestión territorial. A comienzos de 2012, el PP vivía un romance con CiU en Cataluña. El portavoz y muñidor allí de los populares era Enric Millo, un curioso fichaje del PP para defender lo español en Cataluña, toda vez que durante ocho años había sido encantado de la vida diputado autonómico de CiU. El PP, haciendo el canelo a gusto, pensaba que era posible entenderse con los nacionalistas, que esa era la vía correcta y no confrontar con ellos. Y tan fue así que en febrero de 2012, los populares hicieron posible con su abstención que Artur Mas pudiese sacar adelante sus presupuestos. ¿Qué ganaron con ello? A finales de ese mismo año, Mas firmaba con Junqueras un pacto de Gobierno que incluía la celebración de una consulta de autodeterminación. Eran los albores del procés, que dos años después ya entraría en su esprint. Más tarde, cuando el desafío ya nos llegaba a las cejas, el marianismo seguía haciendo el Don Tancredo, incluso enviando a Sorayita a negociar con Junqueras en Barcelona en una «operación diálogo», cuando en realidad el taimado líder de ERC ya estaba ultimando los detalles de su referéndum ilegal y su República.

Los casos de corrupción y su actitud posibilista frente ante los nacionalismos centrífugos pasaron una enorme factura al PP. Su dejación de funciones ante la crecida separatista, sus escasas vitaminas en la defensa de España, fueron lo que propició la aparición de dos partidos que sí estaban dispuestos a batallar sin ningún tipo de ambages contra el mayor problema que tiene España, el separatismo. Se llamaron Ciudadanos y Vox.

Ahora los portavoces del PP parecen dispuestos a volver a las andadas, a fabular con que es posible cabalgar a lomos del tigre. Un poco de realismo y de principios, por favor. Feijóo ha hecho bien en presentarse a la investidura (ahí está el precedente de Arrimadas en Cataluña, con una espantada que la liquidó políticamente). Pero la verdad de la actual situación es que su única oportunidad estriba en que el iluminado de Waterloo haga honor a su leyenda y se lo ponga imposible a Sánchez, provocando otras elecciones.

Mientras tanto, lo que debe hacer el PP es fijar una postura absolutamente sólida de defensa de España y su Constitución y no deslizarse hacia la idea de presentarse como una suerte de PSOE un poco más aseado. ¿Con qué argumento va a reprochar Feijóo a Sánchez durante los debates de investidura que dependa de Puigdemont cuando su PP está diciendo que también hablaría con él? Al separatismo solo se lo derrota enfrentándose a él, no de pamplinas con él y otorgándole carta de honorabilidad. En resumen: Feijóo debería dejar bien claro que con Junts y ERC no se puede hablar ni del tiempo.

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