Chinches
Chinches en la Asamblea hubo y hay a montones desde hace décadas, chinches en el gobierno, con sus leyes que son las leyes de los chinches, aunque traicionadas
Alarma generalizada en Francia –no sólo en París–, pues se ha desatado una plaga de chinches que ha saltado de las almohadas y colchones a las butacas de cines y teatros, los asientos de los metros, y hasta en las ranuras de los encofrados decimonónicos y los pliegues telúricos seculares y hasta Marsella no ha parado. Aunque en Marsella ganan por el momento los tiroteos frente a los ataques de los chinches…
No obstante, los políticos alertan, cuidado, se podrían fastidiar los Juegos Olímpicos, dadas las infectas circunstancias, que por otra parte siempre han sido asquerosas, sin más.
Porque, vamos a ver, según estudios recientes aquellas liendres y pulgas imperiales, o las otras de la postguerra, trajeron estos chinches, que vendrían siendo las descendientes con pedigrí incluido de los churres y las costras de la Grandeur pasada. De modo que lo que ocurre ya sucedió antes, sólo que la mugre se ha ido acentuando, empercudiendo, al parecer sin remedio, dado además -y para colmo-, el alto nivel de renuncia ancestral ecológica a los desinfectantes y otros agentes externos de limpieza.
Francia hace rato que se cae a piojos como a mentiras, recuerdo que siendo mi hija pequeña y guardando yo las máximas medidas higiénicas extremas de las que somos capaces los cubanos, inclusive sin agua y sin jabón, carencias social-comunistas oblige, la niña me venía del colegio con los rizos cundidos de unos piojos alimentados al Munster y al foie-gràs, que hasta se identificaban con apellidos muy rocambolescos, y cuando me iba a dedicar de inmediato a la tarea de exterminarlos, me extendían las patitas en tono diplomático y cordial, mientras insistían en conferenciar acerca de la utilidad sistémica del piojo dentro de una melena infantil.
Pero ahora, resulta que la gran preocupación trascendental de la semana en el Senado, al parecer se extenderán con el tema varias semanas más, son los chinches que afectarían a los JO y sus invitados. Y, es que los chinches se introducen en los poros con alevosía, chupan la sangre humana cual diminutos vampiros, depositan microscópicos huevos por todas partes, en los sitios menos inesperados como invisibles, y su reproducción es imparable, como la idiotez…
En el Senado se preguntan entonces: ¿cuándo llegarán las chinches a estos lujosos sillones tapizados de terciopelo rojo punzó? Se entrecruzan sagaces miradas unos y otros, como queriendo identificar alguna marca de mordida, un agujero imperceptible en el cuello, la cicatriz en los brazos y piernas de las mujeres… Se observan desconfiados, como anhelando descubrir para denunciar, delatar alguna rara prueba, la delación es una adicción en ellos. Cuando en verdad debieran a estas alturas buscar más en sí mismos, indagar en cómo serían, qué rostros tendrían aquellos chinches mutados en humanos, sin los cerebros… de los chinches, por supuesto, pues al parecer estos estarían mejor dotados de inteligencia que los cerebros de los allí nominados, «desdorando a los presentes», que diría mi abuela señalándolos con el rabillo del ojo.
Chinches en la Asamblea hubo y hay a montones desde hace décadas, chinches en el gobierno, con sus leyes que son las leyes de los chinches, aunque traicionadas. Porque, por ejemplo, a ninguna chinche se le ocurriría desatar tamaño escándalo debido a su sola existencia, cuando el verdadero sentido de los/las/les chinches siempre ha sido la mayor discreción, el no hacerse notar, chupar mejor y sin tanto embeleque.
Sucede que los chinches también viajan en los TGV, los trenes de alta velocidad, y en los aviones; de modo que no duden ustedes que los chinches hayan colonizado ya media España, y el resto de Europa.
Ciertos diputados franceses han acusado la inmigración ilegal de la plaga de chinches, otros han declarado que sin esos chinches qué fuera de los chinches nacionales, tan apáticos y hemofílicos. No existiera el mestizaje, sumamente necesario en esta cultura de civilizaciones de chinches que el mundo actual ansía como el aire para respirar.
Por otro lado, las diputadas comunistas neofeministas no entienden por qué razón hay que nombrar «los» chinches, cuando ciertamente debieran llamarse «les» chinches, y que también necesitarían unos buenos burujones de millones de euros para crear diversos ministerios cuyos estudios se centren específicamente en el género chinchal, y en la identificación de los machistas, maltratadores, violadores chinches, de las víctimas chinchas, y tal…
También están viendo a ver si no sería bueno fundar un partido de chinches unidos por el bienestar animal, de izquierdas, por supuesto, cuyo líder o lideresa lograra presentarse como ‘candidate’ a las próximas elecciones presidenciales del 2027, aunque pudiera ser antes, si el actual presidente cayese liquidado producto del encarne provocado por un chinche melenchonista ‘o/u’ (como les gusta esta fórmula incorrecta a los franceses del «o/u») lepenista.