#SeAcabó
Veinticuatro horas después del vil asesinato de dos servidores públicos, ni una sola palabra de aliento a sus familias, ni un solo gesto de agradecimiento a su sacrificio. Estaba de fiesta
Desde el célebre «No a la guerra» del que tan buenos réditos cosecharon Zapatero, Miterrand, Schröeder y Mohamed VI, no hay fiesta del cine sin su causa. Da la impresión de que las películas necesitaran de muleta para llegar al gran público. De todo hay. Algunas no lo requieren porque son buenas, otras no lo logran ni con eso. Lo discutible es que, como parecen pretender las gentes que mandan en la industria del celuloide nacional, sus consignas les acerquen al común de los mortales. Más bien se asemejan a un lavado de conciencia que no hace otra cosa que levantar muros y cavar trincheras contra una parte de la sociedad. Es lo que tiene vivir en una burbuja. Ellos sabrán.
En las primeras galas, cada cual soltaba su consigna política. Normalmente, a beneficio de parte, pero siempre libre, incluso salvaje. Ahora está todo más organizado, para que nadie se salga del guión, no vaya a ser que algún invitado se moleste y algún otro no se dé cuenta de que es el directamente aludido. La reivindicación de este año era noble: se acabó, ni una mujer más asesinada. Y allí se plantó medio Gobierno, de tiros largos, a hacerla suya y de paso a hacerse la foto con las estrellas. Con Pedro Sánchez de avanzadilla. Besos a Penélope y a Belén y muac muac sin tocar el maquillaje a Almodóvar, que tanto ha hecho por Ferraz. Tan sonrientes y felices estaban de posar como quien no quiere la cosa para la campaña gallega, que a nadie se le ocurrió preguntarle qué fue de aquélla mujer, la del 'sí es sí', a la que él hizo ministra. Pelillos a la mar.
Lo que sí cabía en la causa de este año, lo que está sobradamente justificado, es el aplauso a esos miles de hombres y mujeres que conforman las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la Administración de Justicia, que son los que a cualquier hora, del día o la noche, sacrificando tiempo para sus propias familias, ponen a esas mujeres a salvo. ¿También se les olvidó?
Veinticuatro horas después del vil asesinato de dos servidores públicos, ni una sola palabra de aliento a sus familias, ni un solo gesto de agradecimiento a su sacrificio. Estaba de fiesta. Cinco días después del atroz crimen, en la cuenta de Istagram de Pedro Sánchez cuelgan las imágenes de su paseo por la alfombra roja de Valladolid, pero ni un sólo pésame para sus madres, esposas, hijos y compañeros. El oficio de presidente endurece, ¿hasta robar la humanidad a quien lo ostenta?
Será por no molestar a Junts, ahora que negocian esa amnistía en la que Bolaños promete no dejar a nadie fuera. O tal vez para no incomodar a Marruecos, no vaya a ser que los productores de hachís del Rif se queden sin oficio y les dé por cuestionar a un Rey que vive a todo trapo en París a costa de sus miserias. ¿Tanto le debemos a Mohamed? ¿Por eso se desmantela OCON inmediatamente después del escándalo Pegasus? Cada vez más preguntas sin respuesta. ¿Cuándo van a acabar esos silencios que comprometen libertades, derechos, vidas?
Cuando, en su discurso de investidura, Pedro Sánchez levantó un muro, no sólo excluyó a la mitad de los españoles, los que votan al Partido Popular y Vox. Ahora sabemos que tras esa valla ciega, el presidente ha colocado también a los jueces que no se pliegan a sus necesidades particulares y de partido, a los valores democráticos de igualdad o preeminencia de la legalidad vigentes en todo el espacio europeo, a los catalanes o vascos que no se acomodan a las consignas racistas e identitarias de los independentistas, a buena parte de los medios de comunicación, a las víctimas del terrorismo y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y apenas han transcurrido tres meses desde que juró el cargo. A este ritmo, no le van a quedar más salidas profesionales cuando deje la Moncloa que presidir la Academia de Cine.