Rectificación a un presidente fuera de control
No son bulos, no son seudo medios y no se puede fraccionar la libertad de expresión
Dentro de su ronda de entrevistas con sus medios de cámara, pues al resto los mantiene vetados, el presidente del Gobierno ha acudido a una sesión de baño y masaje en una televisión afín. Allí ha soltado una serie de mentiras y amenazas que merecen ser comentadas, matizadas y refutadas:
–«Aquí no hay caso, hay fango». Mentira evidente. ¿Cómo no va a haber caso cuando hasta un juzgado está investigando las andanzas comerciales de la mujer del presidente del Gobierno? ¿Cómo no va a haber caso cuando se investiga también el llamado «caso PSOE», un fraude de mordidas en la compra de mascarillas que fermentó en el ministerio que dirigía el número dos de su partido? ¿Cómo no va a haber caso cuando hasta la prensa extranjera de más prestigio se hace eco de las controversias de la mujer del presidente?
–«Bulos». Vuelve a mentir. No son bulos, son hechos contrastados. Begoña Gómez envió una carta recomendando la empresa de un amigo, colaborador de su cátedra, que acto seguido recibió un contrato del Gobierno de su marido. Es así. Además, según ha publicado El Debate sin rectificación alguna de la señora Gómez o del Gobierno, la mujer del presidente era accionista de una firma que recibió ayudas gubernamentales y también se vio beneficiada con dinero público en un proyecto para otra compañía, trabajo que presentó en público sentada junto a cargos de un ministerio. También es cierto el caso de enchufismo del hermano del presidente, colocado a dedo en la Diputación de Badajoz, donde trabaja viviendo en Portugal y pagando impuesto en el país vecino. El Gobierno de Sánchez ha premiado además con fondos europeos una ópera estrafalaria de una sola función montada por su hermano.
Curioso: cuando comenzaron las revelaciones de la prensa sobre el Watergate, Nixon empleaba exactamente los mismos epítetos despectivos que Sánchez: bulos, mentiras de la prensa, ataques a la democracia...
–«Tabloides digitales» y «seudomedios». Es la expresión recurrente de Sánchez para despreciar a los periódicos que publican informaciones críticas hacia su Gobierno. Con la expresión «digitales» y «tabloides digitales» muestra un cierto catetismo analogico, pues hoy la prensa es digital o no es. El papel está en mínimos, son como actores de cine mudo en la era del sonoro. El periódico líder, que vendía medio millón de ejemplares impresos a comienzos de siglo, hoy no suma 50.000 en venta en quiosco y suscripciones individuales; además la prensa de papel cae a ritmo de 9 % interanual y los quioscos están cerrando.
En cuanto a lo de «seudomedios», supone una falta de respeto hacia las empresas y sus trabajadores. El Debate, por ejemplo, que ha publicado informaciones veraces sobre el caso Gómez, cuenta con una redacción de ochenta personas y un director, un editor y unos periodistas que mantienen como norma básica la exigencia de contrastar que todo lo que se publica es cierto, como no puede ser de otra manera. Con todas las humanas limitaciones, se hace cada día un esfuerzo muy laborioso y difícil por ofrecer un periodismo de calidad. ¿Por qué tenemos que soportar los insultos de un presidente que está fuera de sí por sus problemas políticos y personales?
–Medidas contra «la desinformación» y «los bulos» a fin de «proteger la democracia». Este argumento es un clásico de todo autócrata que se precie: la democracia soy yo y quien me ataca a mí, ataca a la democracia. Que un dirigente occidental se atreva a recurrir a este tipo de razonamientos en público muestra a las claras la entraña autocrática del eventual presidente.
–«Hay que abrir un debate, porque libertad de información no es libertad de difamación». Muy inquietante frase viniendo de quién viene: ¿Quién va a decidir qué es información y qué no lo es? Pues por supuesto el autócrata, disfrazándolo a través de algún tipo de comité de afines creado al respecto. O hay libertad de información y expresión, o no la hay. No se puede acotar con fórmulas de censura, pues entonces ya no será tal. Las leyes españolas ofrecen instrumentos para defenderse de los bulos, difamaciones y atentados contra el honor. Desde que se instauró la democracia, ningún presidente pensó en ir más allá con fórmulas censuras, porque a ninguno se le pasó por la cabeza atreverse a mostrar mañas de dictador para blindarse frente a la crítica.
Todo esto, que puede parecer una disquisición técnica para periodistas, es muy importante para cualquier español. La razón de ser de la prensa es ejercer de conciencia crítica del poder. Y lo que propone el eventual presidente del Gobierno es impedir esa función en lo que atañe a él, su Gobierno, su partido y las controversias de su familia y amigos. Lo hace además insultando a quienes ejercen la función de informar de sus posibles desmanes y llegando incluso a presionar al juez que lleva el caso de su mujer dando por descontado que lo archivará.
Y por cierto: extremadamente lamentable el papel de los sindicatos y asociaciones de periodistas, silentes ante las amenazas de Sánchez a la profesión simplemente porque esta vez los señalados no son de izquierdas. Repugnante también la actitud de muchísimos periodistas españoles a los que si el poder persigue e insulta a sus colegas del otro lado del espectro ideológico les parece estupendo, e incluso lo jalean.
Si las filias partidistas están por encima de las libertades, apaga y vámonos. Y eso precisamente es lo que está dando por bueno la izquierda española.