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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Viruela del mono

Según el afamado virólogo de Munich, el doctor Hans Wegerissen, la viruela del mono se contagia por transmisión sexual, acción que tengo olvidada por completo. Y más aún, por contacto o transmisión sexual entre los partidarios de ofrecer o ser obsequiados por el placer que procuran las retambufas

Actualizada 01:30

Soy un insensato.

En mi larga vida, jamás he sentido preocupación o espanto por padecer la viruela del mono. Conocía desde la más alarmante superficialidad que este terrible mal existía. Pero esa distancia con la viruela del mono me viene de familia. Mi tío tatarabuelo, Hugo de Ussía Urdampellita-Altube, que falleció en Llodio a los 112 años de edad, lo hizo con una sonrisa de satisfacción en memoria a su mayor éxito vital.

–Muero tranquilo, porque jamás he tenido, y por ello, contagiado a nadie, la viruela del mono.

Solicitamos sus familiares que fuera declarado Hijo Predilecto de Llodio, pero el alcalde y los concejales proetarras y separatistas tumbaron en un pleno municipal nuestra solicitud. Allá ellos y sus conciencias.

En estos últimos meses, con la viruela del mono extendida por todo el territorio nacional, me he apercibido de mi insensatez. Sucede que, a la espera del dictamen de la ministra de Sanidad, Mónica García, también conocida como la Alondra de Cercedilla, no me puedo considerar inmerso en el sector de riesgo de contagio. Según el afamado virólogo de Munich, el doctor Hans Wegerissen, la viruela del mono se contagia por transmisión sexual, acción que tengo olvidada por completo. Y más aún, por contacto o transmisión sexual entre los partidarios de ofrecer o ser obsequiados por el placer que procuran las retambufas. Ofrecimiento y obsequio de los que he huido durante la totalidad de mi existencia. Otra cosa es que no me preocupe su expansión sabiendo del auge que ha experimentado esa práctica del amor entre algunos de nuestros gobernantes y el poderoso movimiento LGTBIQRSTVWYZ, liderado por Irene Montero, Juana Belarra y Yolanda Díaz.

Estimo conveniente, aunque resulte anímicamente doloroso, que tanto el alcalde de Madrid como la presidente de la Comunidad madrileña, suspendan la celebración de la Semana del Orgullo en 2025, atendiendo a los beneficios que procura la prevención epidemiológica en detrimento del excesivo número de contagios. Soy consciente de la dureza de la medida que propongo, pero no deseo que Madrid, mi Madrid, se convierta en el más importante foco de contagio de la viruela del mono. Si hay que suspender esa tradicional Semana del Orgullo, que tan moderadamente enorgullece a los madrileños, se hace y santas pascuas. Entre otras razones, porque sólo así se garantizaría la actual composición del Gobierno de España, obviando, como es de respeto debido, la identidad de los miembros más proclives al contagio.

La vida es una caja de sorpresas. Este cronista de ustedes, que ha vivido alejado del riesgo –e incluso de la existencia-, de la viruela del mono, se siente en la actualidad moralmente obligado a recomendar a la ciudadanía de España, moderación y extremada higiene a todos aquellos homosexuales, transexuales y «transexualas» cuyos placeres terrenales dependan de las retambufas, los antifonarios y los pompiletes. Los degenerados heterosexuales, los fascistas de toda la vida, podrán seguir haciendo lo que quieran y deseen porque la viruela del mono no va con ellos.

Pero insisto. Más vale prevenir que curar. Y la plena composición de nuestro Gobierno no puede enfrentarse al peligro de la fragmentación. Confiemos que las reuniones de Cercedilla den su fruto, y que la viruela del mono pase por nuestras vidas como una preocupación pasajera, sin confinamientos, ni adquisiciones de vacunas obligatorias.

Y si alguien se siente ofendido, siéntolo de veras.

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