Sánchez vota a Txapote
Si tampoco protestamos ante esto, nos merecemos a este presidente
Desconocemos qué vota Txapote, aunque no hace falta ser Chateaubriand para intuir que se decanta por Otegi, secuestrador, terrorista y aficionado al picnic: disfrutaba de uno, en la playa y con su familia, cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco, según le confesó en una entrevista al novio de Anna Gabriel.
Sí sabemos, con certeza absoluta, que Sánchez vota por Txapote, y con él todos los ministros y todo el PSOE: el presidente puso su firma en una reforma legal destinada, en exclusiva, a acortar las penas de los terroristas aún entre rejas o incluso sacarlos ya de la trena, como va a ocurrir con el asesino de Blanco, de Múgica, de Ordóñez y de tantos otros, de los que nunca se ha disculpado ni renegado y algún día presumirá entre txacolís baratos.
Constatar que Sánchez vota a Txapote es hiriente, pero no una sorpresa: la carrera del amoral se explica toda ella por el pago, sin retrasos y con recargos, de un 'impuesto revolucionario' que empalidece todas las extorsiones previas de ETA.
A Otegi, como a Junqueras, Puigdemont o Iglesias, les compró la Presidencia a cambio de abonar facturas equivalentes a vender a tu hijo o prostituir a tu esposa. Y lo hubiera hecho con Jack el Destripador, Ana Julia Quezada o José Bretón si fueran diputados y de su voto dependiera su trasero, apelando a la necesidad de superar los crímenes más crueles para apostar por la convivencia con los psicópatas.
El indulto a los etarras, a cambio del cual indultan a Sánchez de su condena al ostracismo, también beneficia de un modo u otro a tipos como Beñat Aginagalde, menos conocido pero igual de cruel que sus compañeros de coche bomba y tiro en la nuca.
Él mató a Isaías Carrasco, socialista de Mondragón, con su mujer y su hija a escasos metros: le disparó a bocajarro cinco veces, dejándole herido de muerte, y se escapó en un coche conducido por otro salvaje. El féretro del humilde concejal fue llevado a hombros hasta el cementerio, entre otros por Patxi López, que minutos antes quiso echar a Mariano Rajoy de la capilla ardiente donde reposaban los restos de la víctima.
Patxi también va a votar por Txapote, que nunca se ha arrepentido, volverá entre aplausos a su casa y verá cómo sus ideas tienen mejor salud que nunca: antes trataban de imponerlas a balazos, ahora basta con que Otegi le envíe un Whatsapp a Sánchez con instrucciones precisas de obligado cumplimiento.
La escena de López cargando con el féretro y ahora auxiliando al asesino de quien iba dentro resume la degradación de Sánchez, que es una mezcla de mercenario y prostituta: hace cualquier trabajo, por nefando que sea, a cambio de una recompensa.
Anteponer la liberación de Txapote a la resolución de casi 400 crímenes de ETA pendientes de respuesta, con la ayuda infame de PP y VOX con un error involuntario obviamente pero inaceptable, deja claro hasta dónde está dispuesto a llegar Sánchez con tal de mantenerse en el poder: quien blanquea al terrorismo y humilla a sus víctimas es bien capaz de dar un golpe de Estado moderno, acabar con la democracia tacita a tacita o incentivar otra Guerra Civil, todo ello en el mismo extrarradio moral donde ya se ha empadronado con ETA.
Lo duro no es decir que Sánchez vota por Txapote, sino que lo haga y lance el mensaje de que el martirio de seres humanos asesinados y de sus familiares, muertos en vida, solo sirvió para engordar la factura: matar tiene premio con el PSOE, que solo llega ya a las alturas pisoteando los cadáveres.