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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las amenazas de la pitonisa Montero

Verla gesticular al lado de Bolaños, con unos inexplicables tics linguales a la vez que deglutía no sé qué cosa, es una de las escenas más bochornosas que se han visto en el banco azul. Si las mujeres hemos luchado tanto para tener semejante representante ha debido ser un trabajo fallido

Actualizada 01:30

María Jesús Montero es una destilación perfecta del sanchismo. Ineducada hasta la médula, malencarada, de verbo farragoso e ininteligible, que arrastra una nauseabunda connivencia con los ERE en su época de consejera de Griñán, y desde que su jefe y todo el Gobierno están siendo acorralados por la corrupción, gracias al camarada Ábalos, una camorrista política que amenaza con el arma que su condición de ministra de Hacienda le otorga y que la más elemental ética le debería impedir usar: la información privilegiada sobre la relación de un ciudadano con la Agencia Tributaria. Siguiendo el magisterio del fiscal general del Estado, que ya nos dijo que obra en su poder información de sobra «para hacer daño», la número dos del número uno ha amenazado públicamente al novio de Díaz Ayuso con filtrar datos secretos que «nos van a escandalizar».

O Marisú tiene dotes de pitonisa —otros la llamarían bruja Lola, pero evitaré el chiste fácil— o le estaba avisando a un ciudadano que, si ella da a un botoncito (ese que puede pulsarse en contra de cualquiera de nosotros) está muerto civilmente. Porque hasta en el caso de que hubiera materia —algo hay ya— para reprochar el comportamiento como contribuyente de González Amador, nada justifica, nada, que la persona que tiene que velar por el secreto de los datos fiscales no solo los use como munición política, sino que amenace con hacerlo. Antes, Álvaro García Ortiz lo había hecho contra la oposición. Es decir, tenemos a altos representantes del Estado, custodios de nuestros derechos civiles, desenfundando su insolente lengua para amedrentar a quien ose denunciar al Gobierno socialista.

Ni Cristóbal Montoro se atrevió a tanto. Y eso que con su dedo acusador ya señaló en el Congreso a colectivos y empresas que no aplaudían su subida de impuestos a las clases medias —en contra de las promesas electorales del PP— advirtiéndoles de que podía sacarles los colores con su IRPF o con su impuesto de sociedades. Avisó y lo cumplió. Pero es que con su sucesora socialista hemos dado un paso más: ahora la hacienda pública se usa como elemento de chantaje contra la pareja de una enemiga política del presidente del Gobierno. Para ello se ha puesto en marcha toda la maquinaria del Estado —con ingentes recursos, personal y datos protegibles— con el fin de acabar con la presidenta madrileña y, cobrarse así, la pieza mayor: Feijóo. Si Sánchez y sus acólitos no logran tumbarlos en las urnas, habrá que aniquilarlos con el juego más sucio, ese que practican las tiranías.

La indocumentada Montero, a la que le cuesta hilvanar sujeto, verbo y predicado, es la misma que intimidó al líder de Génova asegurando que iba a sacar «más cosas» de su pareja mientras ya sabía que lo que hasta ese momento se había difundido era una trola más, que tuvo que ser desmentida por el «medio amigo» que la había publicado. Verla gesticular al lado de Bolaños, con unos inexplicables tics linguales a la vez que deglutía no sé qué cosa, es una de las escenas más bochornosas que se han visto en el banco azul. Si las mujeres hemos luchado tanto para tener semejante representante ha debido ser un trabajo fallido. No estaría mal que se dejase de pantomimas y mirara a su número tres en el ministerio del que El Debate está publicando irregularidades que harían hablar a las piedras.

Esta es la principal negociadora que tiene Pedro, la que defiende a los delincuentes del procés, una de las arquitectas del muro contra media España, la vociferante muñidora de la ruptura de la caja única. Ahora ha sumado a su delirante ejecutoria, la de colocar la cabeza de caballo que le procura su condición de jefa del fisco en las camas de sus enemigos.

No sabe —o sí— que para cadáver político ninguno más evidente que el que ella tiene sentado a su derecha en el Congreso. Es cuestión de tiempo. Y ahora, si quiere, que pulse el botoncito contra las parejas de sus adversarios. En puridad, el principal interruptor que puede acabar con su nómina de vicepresidenta y la de todo el Consejo de Ministros no lo tiene ella, está en manos de la UCO y del Supremo cuando destripen los pendrives «personalísimos» de Ábalos. O, si finalmente se atreve a tirar de la manta, el propio Víctor de Aldama posee otro pulsador importante. Ese sí que es el botón nuclear.

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