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Perro come perroAntonio R. Naranjo

¿Será Sánchez condenado?

El juicio político de esta calamidad se hace en tiempo real, pero quizá con el tiempo corra el mismo destino que Cristina Kirchner

Actualizada 01:30

A Cristina Fernández de Kirchner han tardado lustros en condenarla, y su marido hubiera corrido el mismo destino de no haberse quitado de en medio por el eficaz método, aunque irreversible, de morirse.

El infortunio de la arpía, dictadorzuela implacable y corrupta hasta el tuétano, ofrece una moraleja esperanzadora para España: si allí, con un ecosistema democrático menos avanzado, ha sido posible poner en su sitio a una intocable; aquí debería ser más sencillo ajustar cuentas judiciales algún día con quien se comporta no muy distinto a ella.

El pesimismo con respecto al castigo que casi todo lo que hace Sánchez merece está justificado: lleva casi una década perpetrando las peores fechorías, saltándose los controles de alcoholemia democrática con una melopea del catorce, deformando las reglas del juego con la constancia de un tramposo y los modos de un mafioso y sacando, de todo ellos, un beneficio espurio inversamente proporcional al daño que provoca en casi todos los órdenes.

Este Fausto de extrarradio siempre ha pactado con Mefistófeles para que, a cambio de su alma, le dé la eterna juventud, el poder sin límites y quizá la fortuna económica que solo hubiera podido lograr de heredar los negocios del suegro, pues no parece que fuera de la política haya tenido algo parecido a una carrera de oficio conocido.

Y, con gentes así, es difícil defenderse: las personas educadas no tienen los resortes espontáneos para prever la dimensión de la ofensa y activar las defensas imprescindibles, como no saben montar barricadas, prender hogueras y agitar las calles. No va en su forma de ver la vida, que encuentra caminos más lentos para la protesta y, solo en apariencia, menos eficaces.

Pero calma. Pese a todo, seguimos siendo España, tenemos un Estado de derecho, pertenecemos a Europa y somos una sociedad con cierta vitola democrática, consciente de lo que es justo y de lo que no lo es, por mucha ola woke relativista que anteponga, a modo de resumen, el inexistente derecho de un hombre trans a amamantar a su bebé comprado a una ecuatoriana pobre a la defensa de la maternidad convencional, que es la única presentable.

Y desde esa premisa, puede y debe confiarse en que el santoral se acuerde alguna vez de San Martín y ponga a Sánchez el precio que sus andanzas exigen, ya a voces.

Si en Argentina ha sido posible sentar en el banquillo y empurar a una sátrapa deslenguada, en España puede serlo también con este hombre de pantalones estrechos y tragaderas anchas, que hace tiempo desbordó el terreno de los errores involuntarios para adentrarse en el de los perjuicios premeditados y alevosos.

No hace falta recordar su impúdico currículo de trucos para perpetuarse en el poder, pagando con lo que no es suyo para obtener lo que no merece, pues es de sobra conocido su abyecto contubernio con lo mejor de cada casa, sean golpistas, terroristas, prófugos y, si lo necesitara, asesinos en serie.

Basta con rememorar sus últimos pasos en la peor catástrofe desde al menos el 11-M: el tipo que más daba la brasa con el cambio climático, la excusa barata de los aspirantes a dictadorzuelo para justificar sus abusos legislativos y fiscales, huyó cuando sobrevino un episodio encajable en esa matraca, pese a la cadena de leyes que le obligaban a actuar a priori para evitar muertes y a posteriori para atender los estragos.

Si hay Dios, y tiene el aprecio por la Justicia que de él se espera, Sánchez irá p’alante como su esposa, su hermano, su fiscal general, su exministro de Transportes y toda la caterva de Koldos y de Aldamas que se pegaron a él nada más comprobar que su estreno en la Presidencia vino acompañado del plagio de su tesis.

Solo hay que tener paciencia para ver ese desfile judicial y funerario de un tipo que, por llegar tan alto de esta manera, caerá desde más arriba que nadie y su golpe será más duro que ninguno conocido. Demos tiempo al tiempo, que en el reloj ya suena el bonito sonido de la cuenta atrás.

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