¿Qué tiene con China Zapatero?
Todo lo que el expresidente considera interesante, acaba en la agenda de Sánchez: hay que acabar con ese tupido velo
Algún día tendremos que saber con algún detalle a qué actividades económicas se dedica un largo listado de dirigentes socialistas que, con la capa de una supuesta labor diplomática desprendida o desde la misteriosa desaparición de escena, irrumpen en demasiadas salsas como ingredientes indispensables para ligarlas.
Unos andan por la República Dominicana, como José Bono, otros por medio mundo, como Miguel Ángel Moratinos, alguno más en Bruselas, como José Blanco, y a la cabeza de todos ellos aparece José Luis Rodríguez Zapatero, cuya agenda conocida deja tantos rastros como el móvil del fiscal general del Estado.
De su actividad en Cuba, Venezuela y ese siniestro clan populista llamado «Grupo de Puebla» hay huella vistosa desde hace años, con una abyecta contribución a blanquear a regímenes como el de Maduro, para quien presta servicios como embajador oficioso ante el mundo: a estas alturas, consumado el golpe de Estado y el atraco electoral a los venezolanos, todavía no se le ha escuchado al expresidente español ni una palabra de crítica. Quizá porque, además de que no quiere, no puede. ¿El que paga manda?
A esa siniestra sumisión se le añade otra de la que tampoco sabemos demasiado: su relación con China a través de una asociación, de rimbombante nombre y discreta actividad, cuyo consejo asesor preside y desde el cual organiza encuentros, conferencias y reuniones de apariencia casi humanitaria.
El periodista José María Olmo ha dado detalles en El Confidencial sobre los promotores del invento, entre los cuales figura un empresario chino investigado por el CNI al que, durante la pandemia, se le negó acceder a la nacionalidad española por la sospecha de que trabajaba para los servicios de espionaje de su país de origen. Pues ese es su socio.
Es la primera pista concreta de un secreto a voces: la posibilidad de que la actividad política de Zapatero sea en realidad un oficio remunerado y de que, bajo sus discursos e intervenciones políticas, haya un interés lobístico más allá de su habitual delirio ideológico.
Los expolíticos tienen derecho a ganarse la vida, pero con dos condiciones innegociables: que intenten no acabar en sectores a los que previamente han beneficiado y que no escondan sus ganancias si, para prosperar, han de utilizar sus contactos institucionales en favor de un cliente.
Y aunque sea precipitado sugerir que existe una conexión entre los intereses de Zapatero y las posiciones del Gobierno de Pedro Sánchez, a quien al principio detestó y ahora protege como nadie, no lo es preguntarse por la extraña coincidencia entre ambos, y otros como ellos, que se viene constatando desde hace demasiado tiempo.
España ha sido tibia, cuando no cómplice, con Maduro y sus secuaces, renunciando a encabezar la respuesta al tirano que le correspondía por historia y tradición, tal y como se espera en Europa del país con más autoridad moral en Hispanoamérica: lo que ha hecho es ceder su embajada para que los sicarios del Régimen extorsionaran al ganador de las elecciones y facilitar su expulsión de su tierra, todo ello precedido por la sonrojante condena al exembajador español en Caracas y a su hijo por sus turbios negocios con el chavismo.
Del volantazo de Sánchez en el Sáhara, precedido por un extraño espionaje en su teléfono personal, nadie ha sido capaz de dar una explicación convincente, lo que al menos alimenta la duda de si algo tendrán que ver las relaciones económicas de la consultora de Blanco con Marruecos, cuyos intereses agrícolas defiende en Europa en pleno hundimiento del campo español.
Y de China ya sabemos que, en otro extraño requiebro, Sánchez ha pasado a mirar con afecto a Pekín e incluso defiende en público que Europa rebaje los aranceles a los coches eléctricos chinos, en plena reconversión de un sector alicaído que recibiría así la puntilla.
Sin acusar a nadie, pero sin correr tupidos velos infames, cabe hacerse dos preguntas muy oportunas y reclamar la respuesta pública: ¿Qué intereses tiene en China, y más allá, señor Zapatero? ¿Y por qué el Gobierno de España siempre acaba remando en la dirección que él necesita, señor Sánchez?