Cuentos chinos
Supondría un escándalo mayúsculo que el Estado haya entrado en Telefónica, supuestamente con el fin de proteger a la operadora de los saudíes, para que ahora la dejen caer, arrobada, en manos de autocracias comunistas. Algo que no nos cuentan se mueve entre bambalinas, entre Waterloo, Vitoria y Madrid
El presidente que convocó elecciones en 2019, porque admitía que «un gobierno que no tiene presupuestos, no puede gobernar», confió los de 2023 a 2024, los de 2024 a 2025 y, como este año lo da también por perdido, a pesar de que no ha terminado ni el primer trimestre, lo fía todo a 2026. O sea, más de lo mismo. No habrá presupuestos, ni se molestarán siquiera en hacer el proyecto, salvo que lo demanden expresamente Otegi y Puigdemont, que son los tipos que, mano a mano, en Waterloo, diseñan la agenda política de la España que quieren dinamitar. Y pueden haber planeado robarnos de nuevo la cartera o volar por los aires la legislatura, lo que mejor convenga a sus intereses particulares.
Sin cuentas, ni nada que se le parezca ni por asomo, Pedro Sánchez no puede presentar al Congreso un plan de Defensa, puesto que se arriesga a que le dejen de nuevo con las vergüenzas al aire. Y, aunque parezca tener la cara muy dura, apuesto a que no lleva nada bien que se la pongan colorada cada vez que no tiene más remedio que cambiar de opinión para evitar que le desalojen de la Moncloa. No hay plan. Hoy no, porque, a corto plazo, a lo más que puede aspirar es a contarnos lo que quiere hacer Europa, adherirse con una declaración de principios más o menos solemne, con música de piano si es necesario y silbar mirando con despiste hacia otro lado a ver si hay suerte y en Finlandia o Polonia no caen en la cuenta de que si da la vuelta al bolsillo no tiene un euro para gastar. Mala solución: en Bruselas parece haber perdido el crédito. Alarmados como están, difícilmente tolerarán las excusas para disimular que la frontera sur de la Unión está desguarnecida.
El margen de maniobra es cada vez más estrecho. Sin presupuestos, no descartemos que tenga a la gente de María Jesús Montero buscando una nueva figura tributaria, finalista, para disfrazar el sablazo de contribución solidaria a la seguridad colectiva o como quiera que decidan bautizar el engendro los sucesores de Iván Redondo. Cuenta con rascar la dotación no ejecutada en cada ministerio para, con el permiso de Yolanda Díaz y Sumar, hacer transferencias a Margarita Robles. Pero, puesto que cualquiera de las dos opciones por separado o la suma de ambas no da para más que tapar agujeros, no podemos descartar que haya decidido viajar a Vietnam y China a vender las joyas de la corona apadrinado por Zapatero. Quién sabe si con el visto bueno por adelantado del jefe batasuno, que ya se ha visto con los enviados de Pekín.
Que Pedro Sánchez no tenga un plan de Defensa, no significa necesariamente que no tenga un plan. Sólo podemos cruzar los dedos y esperar a que su proyecto no sea abrir el acceso a las redes de comunicaciones inteligentes nacionales a empresas obligadas a servir a sus dictadores a cambio de transferencias de tecnología disfrazadas de nuevas fábricas Made in Spain. Supondría un escándalo mayúsculo que el Estado haya entrado en Telefónica, supuestamente con el fin de proteger a la operadora de los saudíes, para que ahora la dejen caer, arrobada, en manos de autocracias comunistas. Algo que no nos cuentan se mueve entre bambalinas, entre Waterloo, Vitoria y Madrid. Esperemos al menos que, cuando tengan el negocio hecho, no traten de engañarnos contándonos un cuento chino.