El 'cuñao' mayor del Reino
Juan Carlos I no acierta al denunciar a Revilla, pues solo servirá para volver a situar sus sombras en la diana televisiva, pero muchos simpatizamos con su enojo
La calle siempre corre más que la RAE. Mientras la Academia define 'cuñadismo' como «favoritismo hacia un cuñado», el habla popular ya ha encontrado una nueva acepción. El 'cuñadismo' consiste en opinar de casi todo sin tener ni puñetera idea de casi nada.
La enciclopédica figura del 'cuñao' no solo existe en el ámbito familiar, donde brilla con luz propia en los banquetes navideños. Si vas a la barbería y aplicas la oreja, siempre acabas escuchando a un parroquiano impartiendo lecciones magistrales al pobre peluquero que lo trasquila.
Las barras de los bares son, por supuesto, el hábitat natural de los 'cuñaos'. Allí, entre caña y caña, saltan de materia en materia con la versátil soltura de un sabio renacentista. El tema principal de la especialización 'cuñadística' es el fútbol («si yo fuese Ancelotti...»). Pero si en la tele del bar están abordando otro asunto, sea una subida de tipos de la FED o el descarrilamiento de un tren en la India, el 'cuñao' se activa y aporta al instante su valoración irrefutable del tema.
El 'cuñadismo' se ha convertido también en un género televisivo. Uno de los grandes momentos de nuestra televisión llegó cuando ante el volcán de La Palma todos los tertulianos mutaron de un día para otro en expertos vulcanólogos, 'cuñaos' que lo sabían todo sobre la composición de la lava y el alcance de las erupciones.
España es un país que da lo que da. Hay un experto en relaciones internacionales que copa todas las teles (un tal Núñez, siempre cabreado), un filósofo de cabecera (Gomá), un economista de guardia (el profesor Carbó), una científica que aparece por todas partes (Maragarita del Val). Y por supuesto, hay también un Cuñao Mayor del Reino: Miguel Ángel Revilla, de 82 años.
Revilla es un precursor del sanchismo, pues gobernó su región durante 16 años ganando solo una vez las elecciones. Llegó al poder en 2003, en unos comicios en los que el PP ganó con 18 escaños, el PSOE logró 17 y él se quedó en 8. Pero el sectarismo socialista y sus cordones sanitarios lo hicieron presidente. Y ahí estuvo hasta 2023, cuando los cántabros lo dejaron en el chasis en las urnas.
Lo confieso un poco colorado: en un primer momento fui uno de los muchos panolis que cayeron en el engaño populista-populachero de Revilla. Cuando apareció aquel señoritingo tan campechano del bigotón, que iba en taxi a la Moncloa con sus latas de anchoas, me hizo gracia, me cayó bien. Craso error. La prueba del algodón del tiempo ha mostrado la verdad del personaje: Revilla es un 'cuñao' patológico, un turras profesional, que casi ha prestado más atención a sus tertulias en los platós del duopolio que a la gobernación (donde, por cierto, dejó algún pufo de corrupción todavía pendiente de esclarecerse).
Revilla resulta más pelma que ingenioso. Antiguo director de una sucursal bancaria que fundó un partido regionalista, degeneró con el tiempo en un meme televisivo, que desde la poltrona jugaba a hombre de la calle y a pontificar con un presunto sentido común coloquial. Es lo que conocemos como un bocazas. Lo que en la España meridional llaman un 'bocachancla'; en Galicia un 'lareta', un 'falapouco' o un 'barallocas'; o en Asturias un 'babayu'. Un histrión televisivo cuya enfática verborrea es solo espuma de cerveza.
Al Rey Juan Carlos, desde la libertad de sus 87 años y su exilio autoimpuesto, se le han inflado las meninges con las constantes faltadas de Revilla y le ha metido un puro en los juzgados. El viejo Rey no acierta. Va a propiciar que las televisiones del régimen, que están deseando carnaza para distraer al público de los problemas del pato cojo monclovita, inicien nuevas campañas a costa de las pretéritas andanzas del monarca (lo cual nunca ayuda a su hijo).
Pero aun así, cuesta no simpatizar con el «Miguel Ángel, te vas a enterar» del viejo Rey. Al fin y al cabo, si estás ya cerca de enfrentarte al juicio de la historia, ¿por qué tolerar que un bufón televisivo te calumnie sin pruebas, te llame ladrón y llegue incluso al extremo de pregonar que no eres ni español.
Revilla hará taquilla a costa de la denuncia, por supuesto. Pero también está aprendiendo que rajar sin pruebas no siempre sale gratis.