Sánchez-Aizpurúa, pareja de hecho
Tenían razón los clásicos: la historia se repite, no hay nada nuevo bajo el sol, y los herederos naturales del terrorismo vascuence hoy comparten sofá con los representantes de la jerarquía institucional española
Los españoles se venían preguntando cuándo el presidente en Sánchez se avendría a compartir sofá y conversación con los representantes de Bildu, partido que, como es bien sabido, tiene como presidente a un terrorista convicto y confeso llamado Arnaldo Otegui. Todavía el inquilino de la Moncloa no ha llegado a compartir mesa y mental con el individuo que, para parecer vasco, optó por quitar la u que aparecía en su apellido según la partida de nacimiento, pero mientras todo se anda, ya lo ha hecho con la representante de la organización proetarra Mercedes Aizpurua (a la que antes de trabajar para la organización terrorista llamaban Merche y después de su glorioso trabajo en Egin, portavoz oficial de los asesinos vascuences, decidió adoptar la impronunciable fórmula de Mertxe). Era, como bien se sabe y poco se recuerda, la que decidió titular la portada del engendro periodístico cuando el funcionario de prisiones Ortega Lara fue liberado después de sufrir un secuestro de más de quinientos días en manos de los terroristas de ETA, con la obscena afirmación «Ortega vuelve a la cárcel». Y la que, siempre respondiendo a su brillante imaginación y al servicio de sus ensangrentados comilitones, tituló en Egin con la frase: «El edil del PP apareció con dos disparos» para describir el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de los terroristas de ETA.
Claro que la novedad del encuentro era harto relativa. El PSOE de Sánchez debe su presencia en la Moncloa al fervoroso apoyo que, a cambio de sus exigencias anticonstitucionales, viene recibiendo de gentes tales como los de Bildu. Y otros similares, pertenecientes a la cuadrilla separatista catalana y que se integran en la ERC de Rufián –que por lo menos ha tenido la hombría de no alterar la pesadumbrez de su apellido– o el Junts de Puigdemont –al que para abreviar unos y otros ya describen como «El Puchi»–. Pero las circunstancias y los números ya no permiten que la conversación sea sigilosa y conducida por intermediarios. De manera que hasta la segunda vicepresidenta en funciones a la que todos los españoles conocen cariñosamente como «La Yoli», ha debido desplazarse hasta Bruselas y pedir audiencia para negociar con un prófugo exiliado las condiciones de la continuación del apoyo. Y que el mismo Sánchez no tenga más remedio que sentarse con la exdirectora de Egin para escuchar cuáles son los términos de los hijos naturales de ETA para que puedan permitirle seguir en la Moncloa.
Una vez más Sánchez ha tirado por la borda una parte de sus anteriores supuestas creencias: la de que nunca, bajo ninguna condición, negociaría con Bildu. Pero ello ya constituye parte habitual y característica del personaje, capaz de decir cualquier cosa y luego la contraria sin por ello perder la calma o el aplomo. De esta particular ocasión, que por cierto se prolongó durante unos largos 70 minutos, nada sabe la opinión publica española, más allá de unas melifluas expresiones de la portavoz bilduetarra pidiendo más «ambición» al socialista sobre la característica nacional vasca y ninguna por parte del incumbente. Fuentes consideradas habitualmente bien informadas, sin embargo, coinciden en señalar que parte sustantiva de la conversación estuvo dedicada al tema de la amnistía, de sus alcances con respecto a los terroristas etarras todavía encarcelados y de los eventuales indultos que pudieran alcanzarles.
Nada nuevo bajo el sol. Cuando en 1979 un comando etarra dirigido por Arnaldo Otegui secuestró en Madrid al entonces diputado por UCD Javier Rupérez, la organización terrorista publicó un comunicado en el que se intentaba justificar la criminal acción alegando que con ella se pretende dar seguimiento a la «exigencia popular de amnistía» ya que el «partido de la oligarquía», se entiende que UCD, «ha tratado de torpedear en repetidas ocasiones la vía de la reconstrucción nacional de Euskadi». Y precisando el propósito afirmaba que «la correcta combinación de la acción de masas y la lucha armada desarrollada por el pueblo vasco ha arrancado cada vez mayores conquistas al poder central». Fue durante aquellos tiempos cuando un etarra concedió a Interviú una larga entrevista en la que afirmaba: «Lo que pretendemos es que, sin la amnistía total, Euskadi es totalmente ingobernable». Afirmación contundente que hoy mismo suscribirían gentes como Rufián, Junqueras y el Puchi, aplicándolas a su propio feudo. Y sin duda la consagrada heredera de tan ilustre portavoz, Mercedes, Merche, Mertxe, Aizpurúa, la hoy pareja de hecho del presidente en funciones del Gobierno de España Pedro Sánchez. Tenían razón los clásicos: la historia se repite, no hay nada nuevo bajo el sol, y los herederos naturales del terrorismo vascuence hoy comparten sofá con los representantes de la jerarquía institucional española. ¿Hay quien dé más?