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Editorial

Sánchez no se va a librar del peor escándalo de la historia

Ninguna dimisión, salvo la suya, cierra el deleznable negocio ilegal montado sobre el drama mortuorio de la pandemia

Actualizada 01:30

La escandalosa trama de mordidas con la venta de mascarillas a, que se sepa ya, al menos dos ministerios y otros tantos gobiernos regionales, no se aclara ni se cerraría con la dimisión de José Luis Ábalos como diputado.

No estamos ante una rápida reacción de Sánchez y del PSOE para atajar un caso de corrupción repentino, del que nada podían intuir, sino ante un vulgar cortafuegos levantado para intentar que las llamas no arramblen contra todo el Gobierno.

Porque nada de lo que pueda haber hecho Koldo Aguirre, un subalterno señalado como imposible cerebro de la trama, pudo prosperar sin la autoridad de su jefe, el entonces ministro de Transportes y secretario de Organización del partido.

Y tampoco habría sido tan rentable sin las arbitrarias decisiones de Sanidad, Interior, Canarias y Baleares; firmantes de los contratos «a dedo» que beneficiaron a las empresas que, según la investigación judicial, abonaban a su vez las comisiones ilegales a los conseguidores.

La secuencia culmina en el propio Sánchez, por acción u omisión. Porque sólo él pudo ceder la gestión de las compras centralizadas a Ábalos, solo él impulsó un sistema de contratación urgente descontrolado y solo él controlaba a sus ministros, que difícilmente tomarían nunca decisiones de calado sin informar al presidente y obtener su visto bueno.

Lo cierto es que, mientras el Gobierno cerraba la actividad económica en toda España, provocando una de las dos peores caídas de PIB del mundo, una trama de socialistas se dedicaban a hacerse millonarios con dinero público, en un contexto de muerte, miedo y empobrecimiento.

Ningún dirigente serio puede pretender detener un caso tan escandaloso, con decenas de millones viajando incluso a paraísos fiscales, con una dimisión y cuatro compromisos retóricos.

Pero mucho menos uno que llegó al poder a lomos de la decencia impostada y la transparencia pretendida y ahora encabeza al partido protagonista, tal vez, del peor caso de corrupción de la historia. Porque ha habido muchos, y alguno tan obsceno como el de los ERE, pero éste es el único que se aprovechó del estado de shock de una sociedad encerrada en sus casas o, peor, en un tanatorio.

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