De Rey a Rey
Prefiero que me represente Felipe VI frente a la tropa de saltimbanquis que van en vehículos oficiales, salvo honrosas excepciones, claro está, y que lamentablemente son escasas
En los momentos que vivimos con un feroz y despiadado ataque en toda regla al Rey Juan Carlos I por su complicada situación en el final de su vida después de haber conducido y protagonizado la más brillante época de España en paz y prosperidad, una vez finiquitado el largo periodo dictatorial del general Franco en una transición que ha sido paradigmática en el mundo, me creo en la obligación de publicar unas ciertas reflexiones personales.
Unos indudables errores de comportamiento público y privado impropios de un jefe de Estado en el declive de su vida física e intelectual han ensombrecido su largo reinado y sus indudables logros para la democracia española y prestigio internacional. Todo ello está siendo cruelmente manipulado por un Gobierno social-comunista estrangulado por la horca independentista y filoterrorista para demonizar la figura del Rey Juan Carlos y de paso la del Rey Felipe VI y finalmente la Corona.
Como si en España no tuviéramos ya suficientes problemas de corrupción y prácticas ilegales sobradamente sentenciadas, ahora tenemos que demonizar las más altas instituciones del Estado como el Consejo General del poder Judicial, el Centro Nacional de Inteligencia, las Fuerzas Armadas o la Corona.
Tengo que reconocer que en mi familia nunca se vivió un sentimiento especialmente monárquico, ni tampoco republicano pues en las costillas de mis abuelos y padres quedaron verdugones de latigazos sueltos provenientes de ambas partes; y siempre nos interesó el mundo de la cultura, de las artes y del humanismo por encima de la política, el estrellato o el espectáculo. Tampoco personalmente me interesé más que en alimentar ese camino de formación del ser humano y del aporte a la sociedad sin importarme demasiado las ideologías y doctrinas. Dicho sea de paso, no creo que Erasmo de Rotterdam o Tomás Moro fueran especialmente monárquicos o republicanos.
Pero he vivido el reinado, de principio a fin, de Juan Carlos I y ahora me tocará vivir el de Felipe VI, espero que por muchos años, y lo digo por los dos; y tengo que reconocer que, a pesar de todo, mi balance es positivo del primero y las veces que he tenido ocasión de estar con el segundo he tenido unas estupendas sensaciones. Por todo ello, en mi modesta opinión considero que la representación institucional e internacional de un país, Estado, Nación, o yo qué sé; ha estado y seguirá estando en buenas manos, máxime cuando estamos acostumbrados a los ridículos planetarios, como dijo aquella tal Pajín, en desconocimiento de idiomas, venta de ideologías y productos que no tenemos, paseíllos ridículos vendiendo boletos, torpezas de protocolo, pies encima de la mesa al estilo vaquero del far west o angulito de cejas con alianza de civilizaciones incluida, que nos han llevado al desastre más clamoroso nacional e internacional.
Yo, personalmente, prefiero que me represente Felipe VI frente a la tropa de saltimbanquis que van en vehículos oficiales, salvo honrosas excepciones, claro está, que lamentablemente son escasas. Evidentemente, la Familia Real, que ahora ya no es tan familia, ha tropezado en las piedras del camino y una Infanta mucho más por topar con ciertas alimañas sin escrúpulos ni clase alguna mientras Felipe y Letizia mantenían un inteligente mutis de la escena; pero yo me pregunto de qué nos extrañamos cuando un Conseller de Governació de Catalunya, en sus ratos libres, hacía contrabando de tabaco con Andorra, el caso Palau, las ITV, Bankia, Bárcenas y la caja B, los ERES andaluces, la Maleni, la Munar en Mallorca, el Clan Valenciano, y todo lo que no sabemos, o todavía no sabemos es nuestro pan de cada día.
Aquí todo hijo de vecino cuando va a hacer el besamanos se encuentra con la mano que le tienden con la palma hacia arriba y el cuenquito bien dibujado para depositar el diezmo correspondiente; ahora bien, no se me ocurra a mí no pagar el plazo de la hipoteca o quedarme en descubierto en el banco o con la agencia tributaria.
Así las cosas, prefiero que me representen personas educadas, preparadas y que se han formado como profesionales del protocolo, las formas, la elegancia y el poder de comunicación; pues esas formas son fundamentales para la credibilidad de la inversión, el flujo del dinero y la confianza en los mercados; pues por ahora no veo abogados sin toga en las audiencias, ni altos cargos sin traje o diplomáticos y académicos sin uniforme y medalla; salvo quizás excepciones puntuales de algunos que no saben hacerse el nudo de la corbata.
Pero volvamos a la Corona. Me pareció muy bien que D. Juan Carlos pasara el testigo después de cuarenta años con misión cumplida y con un cuerpo atropellado por tantos atropellos; y que lo hiciera a su hijo que nació, creció y se formó para ello, además habiendo tenido el acierto de buscar una compañera inteligente, periodista, del mundo normal que ha pisado el suelo, y que como pareja se retendrán el uno al otro si es necesario, cada vez que el rango les ofrezca las tentaciones de elevarse sobre el pueblo y volar demasiado alto.
Todo el ceremonial que les acompaña es sobrio, serio, inteligente y sobre todo próximo; las muestras de cariño familiar se multiplican de forma espontánea y lo que más me convence es el comportamiento de las niñas, que no saben disimular. Y creo que la madre tampoco. Espero y deseo pues que esa familia tenga la sabiduría y el acierto de dar la imagen de un país moderno y abierto; y aunque parezca un sueño, necesariamente cosmopolita en el mundo de hoy.
Y no pienso mencionar algunas actitudes y arrogancias de arribistas que no aspiran más que al poder, que es efímero y circunstancial, a la fama de la que nunca gozarán y a un prestigio inalcanzable para Sus Personas, pues tendría que volver a explicar todo lo relativo a quién quiero que me represente y quién no. Pero no niego que quizás lo haga.
- Mariano Gomá es presidente de Foro España y España Cívica