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Fernando VII, ¿un Rey felón?

Resulta unánime la repulsa de los historiadores por la persecución a los liberales sin recordar la que estos ejercieron a sus contrarios cuando ocuparon el poder entre 1820 y 1823

Actualizada 01:30

Fernando VII no concita grandes simpatías, la falta de gallardía denunciando a sus colaboradores en el proceso de El Escorial no mueve al aplauso; la persecución a liberales ha sido especialmente denostada por la historiografía del siglo XIX y… ¿qué decir de las renuncias de Bayona?

El Príncipe de Asturias prisionero en sus aposentos escurialenses, vigilado por guardias de corps, la solemnidad de Carlos IV con los ministros y el gobernador del Consejo, un extraordinario Real Decreto en el que acusaba a Fernando de lesa majestad, cuando el Príncipe en la carta a Napoleón que le encausaba se explayaba en términos como: «Lleno de respeto y de amor filial para con mi padre (cuyo corazón es el más recto y generoso)», hicieron flaquear el ánimo que tuvo en el primer interrogatorio. Hubiera sido heroico resistir y Fernando no lo fue.

Resulta unánime la repulsa de los historiadores por la persecución a los liberales sin recordar la que estos ejercieron a sus contrarios cuando ocuparon el poder entre 1820 y 1823, y que si bien la clase directora y el Ejército estaban divididos, la masa del país comulgaba con la tradición y sostuvo tres guerras frente al poder constituido de pensamiento liberal. Fernando VII defendió la herencia de los suyos y lo que promulgaba la Santa Alianza con Metternich a la cabeza.

ilustracion fernando vii

Lu Tolstova

En Bayona, Fernando VII se mantuvo firme frente a Napoleón exigiendo regresar a España y convocar Cortes para tomar cualquier decisión y aceptó devolver la corona a su padre cuando ya este, el día anterior, había renunciado a favor de Bonaparte, quien no se recató de amenazarle: «Príncipe, es necesario optar entre la cesión y la muerte».

Pero conviene también exponer los aspectos positivos para que, en un balance, pesen unos y otros.

La donación a España de la colección de pintura de la Corona, formando en el edificio diseñado por Juan de Villanueva el museo que universalmente se conoce como El Prado, es un hecho único y singular que debe subrayarse y por el que España ha de estar siempre agradecida.

La voluntad firme de defender que los virreinatos americanos siguieran perteneciendo a España también merece, con toda justicia, resaltarse.

Regresado a Madrid en 1814 después de seis años de destierro, Fernando VII se puso a trabajar para enviar una expedición militar que se consolidó en 1815: 65 buques y 15.000 hombres con el General Morillo al frente que tuvo como resultado la pacificación de los territorios americanos quedando como única excepción Buenos Aires.

La insurrección volvió luego a las tierras americanas y de nuevo se preocupó la Corona en buscar remedio, reuniendo en Cádiz, con enorme esfuerzo y costo, una potente expedición de 101 buques y 18,000 hombres. Su importancia era tan decisiva que sumaba un 50 por ciento más que la adición de los dos ejércitos, realista e insurgente que se enfrentaron en Ayacucho para decidir la independencia americana. Finalmente la traición de varios oficiales, Riego entre ellos, consiguió abortarla sentenciando con su deslealtad la suerte de América.

Ese golpe de estado, primero en la Historia de España por motivos políticos, quizás avergonzó al pensamiento liberal hasta el punto de que Pérez Galdós, en su magna obra, olvidó dedicar algún episodio a la independencia americana.

  • El marqués de Laserna es correspondiente de la Real Academia de la Historia
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