La batalla personal de Pedro Sánchez: Motos vs Broncano
Lo bueno que tiene El Hormiguero es que es un programa que no tiene ínfulas de nada. Ni trata a los espectadores como débiles mentales ni tampoco pretende ser un referente moral. Su objetivo principal es entretener y ofrecer a los televidentes un rato divertido en el que puedan desconectar de sus estresantes vidas
No veo la televisión tradicional desde hace mucho tiempo. Es tal la bazofia que nos ofrecen las grandes cadenas, que hace años decidí que lo mejor para mí salud era terminar con las malas digestiones. Y no me ha ido mal, la verdad. Ahora selecciono yo el contenido que quiero ver en alguna de las muchas plataformas que existen y hasta saco un rato diario para leer algún libro.
Pero como sucede con todas las reglas, siempre hay una excepción. Y para mí esa singularidad la representa el El Hormiguero de Pablo Motos. Es un programa amable, familiar y, sobre todo, entretenido. Y Motos, pues bueno, entiendo que por su personalidad pueda caer mejor o peor, a mí personalmente me resulta simpático, pero independientemente de cómo nos caiga, es indudable que con su formato ha encontrado un filón que lleva casi dos décadas explotando con éxito.
El triunfo de El Hormiguero no es fortuito. Su incontestable éxito responde al hartazgo generalizado de una gran mayoría de la sociedad por las heces mediáticas que desde los años 90 algunas cadenas se han empeñado en que deglutamos. Es una respuesta contundente.
Además, lo bueno que tiene El Hormiguero es que es un programa que no tiene ínfulas de nada. Ni trata a los espectadores como débiles mentales ni tampoco pretende ser un referente moral. Su objetivo principal es entretener y ofrecer a los televidentes un rato divertido en el que puedan desconectar de sus estresantes vidas. Ya saben, familia, trabajo, facturas, facturas y muchas más facturas.
Hasta hoy he visto el programa muy de vez en cuando, pero a partir de ahora he tomado la determinación de verlo cada vez que pueda. Y no porque me haya vuelto un grupi de Tamara Falcó o de Juan del Val, para nada, sino por la firme convicción que tengo de luchar contra las injusticias.
No hay que ser analista político para darse cuenta de que La Revuelta, el nuevo programa de David Broncano que emitirá TVE a partir del 9 de septiembre y que costará a los españoles 24 millones de euros por dos temporadas, no es más que otra jugarreta de nuestro amado líder Sánchez para tratar de minimizar las críticas hacia su triste gestión en prime time. Su inconmensurable ego no puede soportar que una panda de ciudadanos libres diga desde El Hormiguero lo que piensa y destape sus vergüenzas frente a millones de personas noche tras noche. Es superior a sus fuerzas.
Por eso, para tratar de minimizar los revolcones que le dan a él y a todo su Gobierno de mentirosos contrastados, Pedro ha decidido que lo mejor que puede hacer es pasarse el fair play por donde ustedes ya conocen y, con toda la desfachatez que lo caracteriza, poner a «competir» a Broncano con Motos.
Algunos me llamarán loco, pero hasta donde yo sé, la televisión pública que pagamos todos no puede competir con una cadena privada y sobre todo no puede hacerlo para contentar a una sola persona. Es inaceptable. Primero, porque no es ese su objetivo y segundo porque no es justo. Es como si Pedro Sánchez decide montar un equipo de fútbol con el presupuesto de todos nuestros impuestos y poner a competir en La Liga al «Guapo FC» contra, por ejemplo, el Real Madrid.
Personalmente no tengo nada contra Broncano. La verdad es que tiene cierta gracia y cierto éxito como consecuencia de ese talento. Pero está muy mal asesorado. Si yo fuera su amigo y él me hubiese pedido consejo respecto a la decisión de si irse o no a TVE, sin duda le habría dicho que ni se le ocurriese, que estaba loco. Broncano debería recordar que el metal no lo es todo, y que quien se acuesta con políticos es muy probable que ya no se levante más o, si lo hace, lo haga muy resquebrajado.
Y no solo por eso se lo habría desaconsejado. También por su reputación. Para empezar, «La Revuelta» ya cuenta desde el principio con la animadversión de un porcentaje muy alto de la audiencia, que ha sabido captar con precisión que este extraño movimiento tiene una firma detrás que detestan profundamente. Así que, sabiendo esto con certeza, ahora David no puede vender que va a ser un programa de entretenimiento libre de bandos políticos cuando todos conocemos que el trasfondo de todo esto es, como siempre sucede con este Gobierno, muy, muy opaco.
Todo esto lo sabe Broncano y aun así ha seguido adelante. Un hecho que puede dar a entender que, en realidad, a David le importa mucho más el cheque que su audiencia. A lo mejor ha pensado que para cuando se le acabe el chollo ya será lo suficientemente rico como para no tener que preocuparse. Y puede ser. Pero espero que sea consciente de que este movimiento no tiene vuelta atrás. Su criterio ha hecho que millones de españoles estén en su contra mucho antes de empezar a rodar. Muy bien lo tiene que hacer para que esa percepción negativa no empeore notabilísimamente durante los próximos meses.
Porque ahora es muy probable que aquellos a los que no les gusta Pablo Motos o que simplemente no han seguido nunca El Hormiguero, comiencen a verlo única y exclusivamente porque saben que si ven ese programa fastidian los planes de Pedro Sánchez. Y todos sabemos cuántas ganas tienen muchos españoles de fastidiar a esa persona que habita en La Moncloa…
Gracias a nuestro presidente del Gobierno ver El Hormiguero o La Revuelta se ha convertido es una cuestión política. A este nivel de patetismo hemos llegado. Es una pena, sí, pero debemos ser conscientes de ello y decidir qué queremos poner en la tele esta noche.
- Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista