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02 de julio de 2024

en primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

Hay esperanza

Muchas veces escuchamos hablar de la «generación de cristal» y se nos llena la boca de calificativos respecto a los que vienen después. Claro que hay rémoras, vagos y niñatos consentidos, pero no podemos olvidar que también hay de lo otro

Actualizada 01:30

Aunque de joven el periodismo fuese mi sueño, dediqué cinco años a estudiar la carrera, lo cierto es que la vida me ha llevado por otros caminos profesionales que poco tienen que ver con las cinco W (¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Dónde? y ¿Por qué?). Estos artículos los escribo llevado más por la pasión que por otro interés concreto y, sobre todo, por un ánimo casi egoísta de quitarme la dolorosa espina que siempre llevo clavada, y que me recuerda recurrentemente lo que podría haber sido de mí si me hubiese dedicado al cien por cien a la actividad periodística que tanto me apasionaba.

Esperanza

EsperanzaLu Tolstova

Pero bueno, si les soy sincero tampoco me puedo quejar. Ahora, y desde hace varios años, es la comunicación la que ocupa todo mi tiempo. Mi trabajo consiste, entre otras muchas cosas, en ayudar a otras empresas a que su actividad y su marca sean conocidas. Y no les voy a negar que es muy entretenido. Sobre todo, porque tengo la oportunidad de conocer a mucha gente distinta que se dedica a sectores muy diferentes entre sí. Aprendo todos los días y aunque no buceo en el agua de ningún océano profundo de conocimiento, mi profesión sí me permite sumergir los pies, que no es poco.

Últimamente me he topado con un grupo de jóvenes, el mayor tiene escasos 30 años, que ha montado una empresa y que en poco más de un mes me han dado una serie de lecciones que procuraré no olvidar nunca.

Su historia no es muy diferente a otras. Son tres socios jóvenes, dos de Madrid y uno originario de Bilbao, que en un momento dado decidieron emprender. Juntaron sus escasos ahorros y en tan solo un año han conseguido que una idea remota se convierta en una empresa con setenta empleados en nómina y miles de clientes bajo gestión. Es francamente impresionante lo que han logrado. No quiero decir el nombre para evitar que ustedes piensen que estoy haciendo publicidad.

Pero lo que me ha llamado realmente la atención, más allá del negocio que han montado, es cómo son ellos. Su empresa es su mundo y trabajar sin descanso su religión. A mí, he de confesarles, me hace hasta cierta gracia recibir mensajes suyos un domingo a las 12 de la noche: «Gonzalo he pensado que podríamos hacer esto para que esto otro vaya mejor, ¿qué te parece?». Normalmente jamás contestaría a un cliente a esas horas, pero a ellos sí. Simplemente por el hecho de poder ayudarlos en mi pequeña parcela de utilidad y porque sé que, a pesar de ser domingo, han estado trabajando durante todo el día. Su esfuerzo no conoce límites y a mí, sinceramente, esa ilusión se me contagia.

Muchas veces escuchamos hablar de la «generación de cristal» y se nos llena la boca de calificativos respecto a los que vienen después. A mí el primero. Pero, la verdad, es que conociendo a las personas que trabajan en esta empresa, muy jóvenes casi todos, me doy cuenta de que es importante conocer en profundidad a una generación para poder categorizarla de forma general, sobre todo si es de forma negativa. Claro que hay rémoras, vagos y niñatos consentidos, pero no podemos olvidar que también hay de lo otro, de lo bueno.

Otra de las cosas que más me ha fascinado es su mentalidad. Para estos jóvenes no hay fronteras de ningún tipo. Lo mismo pueden trabajar en Colombia que en China o Estados Unidos. El único límite lo pone su propia capacidad, que ya les digo que es mucha. Además, cosa notable, no están politizados de ninguna manera. Se nota que son personas libres con criterio propio que actúan como tal. Su altísima formación les ha permitido tener una visión de la realidad que trasciende al circo mediático y político en el que muchos estamos inmersos. Simplemente sienten que no es parte de su vida. Ellos tienen un objetivo y van a por él con todas sus fuerzas. Y si los políticos les ponen cualquier dificultad para llevar a cabo su proyecto en España; se van a otro sitio. Así de simple.

Y aquí solo he hablado de los socios y fundadores de la empresa, pero tendrían que ver a los empleados. Como en todas las compañías siempre hay problemas, pero el ambiente que yo he visto aquí no lo he visto jamás en ninguna otra parte. Creo que todos son conscientes de lo que tienen entre manos, del enorme futuro que les aguarda, y trabajan en consonancia con esa visión. Y, por supuesto, los jefes que he mencionado antes son, de largo, los que más horas dedican a ese sueño.

Así que, para mí, en un entorno cada vez más emponzoñado por la política, en el que la suciedad campa a sus anchas por todos lados, este tipo de personas me hacen pensar que todavía hay esperanza para nuestro país. Si somos capaces de impedir que nuestros políticos acaben por asfixiarlos del todo seguirán desarrollando sus proyectos en España y, sin duda, nos irá mucho mejor. Sé que es complicado, pues la voracidad burocrática es cada vez más insaciable, pero de verdad creo que merece la pena retener este tipo de talento a toda costa.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista
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