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18 de septiembre de 2024

Gonzalo Cabello de los Cobos

Miedo a opinar

La clave de la teoría de la Espiral del Silencio «radica en la noción de que las personas están constantemente evaluando el clima de opinión en su entorno social. En particular, cuando perciben que su opinión difiere significativamente de la opinión mayoritaria

Actualizada 01:30

Todo escritor de artículos tiene un primer bautizo de sangre. El mío fue hace poco como consecuencia del artículo «¿Qué ha sido de Vox?» publicado en este medio el pasado 28 de julio. Aunque a nadie le gusta ser vapuleado, tengo que reconocerles que ha sido una experiencia interesante que me ha llevado a pensar en ciertas cosillas.

Miedo

Lu Tolstova

Por ejemplo, de los más de 167 comentarios del artículo apenas había unos pocos que estuviesen de acuerdo con lo que yo decía. Al principio me pregunté cómo era posible que todo el mundo estuviese en mi contra hasta que tres minutos después comenzaron a llegarme decenas de mensajes privados al teléfono móvil en el que más de cien personas me expresaron su total acuerdo con lo que decía. Raro, ¿no? ¿Cómo es posible que la opinión de las personas difiera de forma tan salvaje en público y en privado?

Esta experiencia enriquecedora y contradictoria me ha llevado a pensar que, en realidad, es el miedo al rechazo y no las convicciones lo que guía la opinión de la mayoría de las personas. Lo que, a su vez, inevitablemente me lleva a pensar en la famosa teoría formulada por Elizabeth Noelle Newmann en 1974.

La clave de la teoría de la Espiral del Silencio «radica en la noción de que las personas están constantemente evaluando el clima de opinión en su entorno social. En particular, cuando perciben que su opinión difiere significativamente de la opinión mayoritaria, experimentan un temor al aislamiento social. Como resultado, tienden a suprimir sus opiniones y a conformarse con la opinión predominante, incluso si no están de acuerdo con ella».

Es decir, si nos paramos a pensar un poco en el artículo del otro día y en el contexto político de nuestro país, es francamente complicado creer que más del 90% de las personas que leyeron ese texto estaban totalmente en contra de lo que yo decía. A priori pudiera parecer que sí, los comentarios de la gente están ahí para demostrarlo, pero estarán conmigo en que el sentido común nos dice que es muy poco probable. Entonces, ¿qué ha pasado?

Yo creo que los organizadísimos seguidores de Vox, muy activos en redes sociales y en medios digitales, han copado literalmente la opinión del foro de comentarios de este diario haciendo creer a todos los lectores que son mayoría absoluta cuando en realidad, ellos lo saben muy bien, no lo son. Son mayoría absoluta comentando en El Debate, sí, pero su opinión no es mayoría absoluta entre los lectores de El Debate.

Algunos podrán decir que todo el mundo es libre de crearse un perfil anónimo y decir lo que le dé la gana en cualquier foro. Y es verdad, pero hay que tener en cuenta que a nadie le gusta recibir malas críticas, aunque se trate de un perfil no identificado. Casi siempre te lanzas a opinar cuando has testeado el ambiente y piensas que tu opinión será aceptada por la audiencia.

Y mucho menos te atreves a expresarte libremente si te das cuenta de que una determinada cuerda ideológica está perfectamente organizada para atacar al unísono cuando alguien dice algo que ellos consideran contrario a sus ideas. El miedo al rechazo está muy presente en este caso. Por eso hay tan pocos comentarios públicos favorables.

Pero es que aquí además se da una circunstancia aún más curiosa. La inmensa mayoría de los que me atacan tienen perfiles anónimos porque, a su vez, ellos también tienen miedo de que la gente los identifique con Vox. Saben que socialmente cada vez cuesta más defender sus ideales y aprovechan la oscuridad de sus identidades para defenderlos. Mi pregunta es, si sus convicciones son tan fuertes ¿por qué no ponen sus nombres y apellidos para apoyarlas?

Pero no solo quiero hablar de los seguidores de Vox. También es justo decir que de todas las personas que me escribieron de forma privada, solo hubo una que lo hizo para mostrarme su disconformidad con lo que yo decía. Un héroe según mi punto de vista dado que estoy totalmente convencido de que entre mis amigos y conocidos son muchísimo más los que estaban en contra del artículo. Pero claro, es difícil decirle a alguien a la cara que lo que ha escrito es una basura y que en absoluto estás de acuerdo. El miedo.

La verdad está adulterada en este sistema en el que las minorías parecen mayorías y las mayorías reales callan. En este caso, yo creo que una forma de arreglarlo sería obligar a los comentaristas a aportar su dni, nombre y apellidos antes de escribir cualquier cosa. No porque sea molesto para los articulistas como yo recibir palos, sino porque creo que es la mejor manera de ser honestos con lo que se escribe sin sesgos de ningún tipo. Así todos ganaríamos. Sobre todo, la verdad.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista
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