Puños en alto
El mensaje de los puños en alto y el canto de la Internacional, al término del citado congreso, es un mal dato, incluso una amenaza para la Transición, casi olvidada, y para el futuro, cuando una opción se opone a las demás hurgando en el pasado
Estamos casi en 2025, España disfruta del 46 aniversario de su Constitución de 1978, que ha proporcionado el periodo más largo de estabilidad institucional de los últimos dos siglos, las Fuerzas Armadas están en un lugar prioritario de la estimación de los españoles, el país recibe anualmente más de 80 millones de visitantes , que salen encantados y vuelven, y en definitiva las cosas van razonablemente bien, sin exagerar, pueslla lucha partidista promueve momentos en los que parece que se vuelve hacia atrás.
Lo hemos visto recientemente en el final del congreso del partido socialista, signos de retroceso democrático, pues como se sabe está en coalición con partidos comunistas, de extrema izquierda y aberzales, independentistas catalanes y nacionalistas vascos, aspectos que responden a la aritmética parlamentaria, dado que el principal partido de esa coalición, el socialista, está en minoría, pero que no cuadran con la lectura del pasado ni con la ilusión para el futuro.
Todo esto es aceptable bajo un punto de vista democrático estricto, distinto son los costes que conllevan, para el resto de los votantes, unos socios que tienen ideas bien distintas sobre la propia Constitución, que en esta época se celebra con tantas discrepancias, pero el mensaje de los puños en alto y el canto de la Internacional, al término del citado congreso, es un mal dato, incluso una amenaza para la Transición, casi olvidada, y para el futuro, cuando una opción se opone a las demás hurgando en el pasado.
En España esas imágenes, incluso para los más pragmáticos de los votantes no de izquierdas, representan una época en que la confusión política, el desorden público, el desgobierno, la revolución contra la propia institución republicana, el asesinato del adversario irreductible, el miedo de las familias al verse asaltadas en sus casas después de una pérdida de estima política, cuando no de un asesinato de alguno de sus miembros, el eco de los secuestrados en las checas, en manos de torturadores sin escrúpulos, «la máquina de la carne» desencadenada como se autodenominaban ellos mismos, las sacrílegas incursiones en las iglesias violando el descanso de los religiosos enterrados incendiando seguidamente aquellas, y un largo etcétera en donde el saludo del puño en alto era santo y seña de la autoría de semejantes despropósitos.
No se puede describir con la mentalidad de hoy el horror que dicho saludo causaba en las personas perseguidas, o susceptibles de serlo, según capricho de los milicianos empoderados por la falta de control del orden público y la inercia republicana transmitida desde sus gobiernos; llegado el Frente Popular, fraudulentamente, al borde de la Guerra Civil, la ostentación de ese saludo y de las acciones ignominiosas que les siguieron le hicieron más reconocible y temible, como símbolo de un poder que sobrepasaba los derechos fundamentales de la población perseguida y reprimida.
En las unidades militares, con esos mandos venidos a más desde las más diversas asociaciones de izquierda y extrema izquierda, con muy ligeras excepciones, el saludo del puño en alto también sustituía al reglamentario y universal de los ejércitos ordenados, con la excepción de aquellos que ya asomaban en Italia y Alemania que también lo sustituyeron por simbología romana de carácter político, muy poco afincada en España, afortunadamente.
Llegados al actual momento revisionista y conmemorativo de efemérides pasadas, y evocada la forma con la que adviene la II República, como régimen sustitutorio de la Monarquía, es necesario admitir que se produjo en unas condiciones cuando menos anormales desde un punto de vista del derecho constitucional.
Como recoge la variada historiografía de los acontecimientos, la II República se proclama no se elige, nunca hubo un referéndum ad hoc, pues se aprovecha la gran preparación del Comité Revolucionario (Pacto de San Sebastián) años antes, con sus reuniones parlamentarias ilegales, fuera de sede parlamentaria en Barcelona, y el típico pronunciamiento militar aislado de Jaca, un tanto desfasado con los acontecimientos políticos que les cuesta la vida a los militares sublevados; la debilidad del Monarca y el recuerdo de los sucesos de 1917 en San Petersburgo crearon las condiciones para las decisiones que se tomaron aquel 14.04.1931.
Estas últimas vinieron a ajustarse con los resultados de las inoportunas y reglamentarias elecciones municipales, y con su escrutinio en las grandes ciudades españolas favorables a los partidos republicanos, cuyos líderes creyendo en una victoria global nacional proclamaron la II República; una vez efectuado el recuento total los partidos monárquicos resultaron ganadores, pero la opción republicana ya estaba en la calle.
La Internacional representativa de los partidos revolucionarios, comunistas y anarquistas o socialistas fue el himno de la Unión Soviética hasta 1944, introducido por Lenin en 1922, y es especialmente cantada en Cuba y Corea del Norte.
Con estos mimbres, puño en alto e Internacional, quiere el partido gobernante gestionar en el siglo XXI, olvidando su Bad Godesberg de socialdemócratas, un flaco servicio a la concordia de los españoles.
- Ricardo Martínez Isidoro es general de División rdo. y escritor