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tribunaAntonio Bascones

El esfuerzo y el trabajo como base de la excelencia

Las personas pasan, los hombres desfilan, pero nuestra labor queda, nuestro ejemplo señala que hubo alguien que lo hizo, y que lo hizo bien. Esto es lo verdaderamente válido y lo que el recuerdo señala ante la Historia

Actualizada 09:36

Hoy día no se valora la importancia del esfuerzo en el trabajo y el respeto que con ello se consigue, no solo para nosotros mismos sino, también, para los que nos observan. El tesón, la responsabilidad, la perseverancia en nuestra labor diaria, imprime una pátina de excelencia a nuestra labor y personalidad. Nada es válido si no va acompañado con el trabajo y el ánimo en conseguir el objetivo. El denuedo en el quehacer, sea del nivel que sea, es una de las cualidades que debemos tener. Una persona que cumple con su profesión, que hace su labor de la mejor manera es diferente. Observa el mundo que la rodea de otra manera y camina por la vida de forma distinta. La excelencia en el trabajo es una de las cualidades, mejores y más positivas, del ser humano. Hace que la sociedad tenga unos valores mejores, unos principios más sobresalientes. La labor callada de muchas personas, conscientes de que están haciendo su trabajo de la mejor manera, es envidiable y, aunque escasa, es la única forma de conseguir que un país siga adelante por la senda del desarrollo. El esfuerzo es una condición de los mejores, de aquellos que saben que con su responsabilidad pueden imprimir un perfeccionamiento de su entorno. Si hay muchas personas que siguen este propósito tendremos una sociedad mejor.

Hoy día estos valores han cambiado. La sociedad ha bajado varios escalones en la escala del progreso y no hablamos precisamente de la economía, qué también, sino de los valores de la persona, de la ética en el cometido en el que, este teatro del mundo, nos haya dado protagonismo. El producto interno bruto es importante para conocer el desarrollo de un país, pero hay algo tan importante, o más, como este parámetro, cual es el esfuerzo, el tesón, la responsabilidad, la excelencia en nuestra labor. El primero mide al país, pero los segundos evalúan a la persona, a lo más íntimo de la sociedad. Sin personas no existiría la colectividad y sin esta no subsistiríamos como creación. La calidad que marca un trabajo bien hecho es un frente a la vulgaridad. Lo banal no atestigua bondad de la obra realizada. Nuestro compromiso es siempre nuestra perseverancia y tesón en el empeño de la responsabilidad que nos haya tocado entre manos.

Las personas pasan, los hombres desfilan, pero nuestra labor queda, nuestro ejemplo señala que hubo alguien que lo hizo, y que lo hizo bien. Esto es lo verdaderamente válido y lo que el recuerdo señala ante la Historia. En el momento actual no existe ningún pudor intelectual ante la falta de esfuerzo en la vida, en el colegio, en la universidad, en la sociedad. La bazofia y estulticia es lo que prevalece ante el tesón y la excelencia. Los comentarios de los políticos y de las personas que representan algo en la televisión, en el parlamento, en los cargos políticos representan un auténtico desperdicio de instrucción y conocimiento, por no decir nada de los que contemplan el espectáculo sin arrobo ni vergüenza. Esto es lo que impera ante la impasividad de los que pueden hacer cambios en las líneas de trabajo: los políticos.

Hay un remedio para todo esto. Es inculcar en la familia, desde la tierna edad, los beneficios del trabajo, del esfuerzo, de que no te regalen nada y que todo lo consigas por tu trabajo y constancia. El Gobierno disfruta regalando, haciendo que la gente no valore lo que recibe. Regala sueldos por nada, regala cargos sin esfuerzo, regala prebendas sin nada a cambio y sin que te cueste conseguirlas. Una conversación, un carnet de partido son suficientes para obtener puestos sin responsabilidad.

Debemos intentar, en lo posible, que la pérdida de estos valores no sea mayor y para eso, nada mejor, que tratar de dar, desde los padres, un buen ejemplo a los hijos. Desgraciadamente, muchas veces, lo que está perdido ya no puede recuperarse. La única solución para el futuro, es ser exigente en la educación, en el esfuerzo, en la constancia y enseñarnos, desde la infancia, que debemos ser rigurosos, no con los demás, sino con nosotros mismos. El presente está aturdido por lo que sucede. Debemos cambiarlo. Esto es uno de los puntos que el próximo partido que legisle debe realizar. El actual ya vemos que no sabe o no quiere.

  • Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España
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