¿Quo Vadis, España?
Hay que alcanzar un pensamiento positivo, no relativista y esperanzador basado en la familia y en algunos grupos de solidaridad y entrega ante la devastación moral que son ejemplo para todos
En estos últimos días me pregunto: ¿a dónde vamos? ¿Cómo será el mundo dentro de cinco años? ¿Y dentro de tres años? ¿Y dentro de un año? Esto cambia día a día, minuto a minuto. Lo que ahora se dice, mañana no vale o ha cambiado. Sabemos que todo es efímero, pero ¿tanto?
Estamos contemplando una sociedad que cambia por días, donde nada ni nadie es sólido y firme. Los valores no existen (hablo en general, hay casos aislados que nos ponen los pelos de punta por su capacidad de entrega y sacrificio). Los principios se están tambaleando, no son inmutables, sino acomodaticios a las circunstancias, por lo que el relativismo impera y campa por sus respetos. Todo vale, no hay división neta y clara entre lo blanco y lo negro, entre lo bueno y lo malo. Todo se confunde en un marasmo de estulticia y pérdida de mensaje.
El denuedo en la defensa de nuestro pensamiento debe ser la base de nuestra actuación. A costa de lo que sea, debemos defender nuestra capacidad de esfuerzo y posición intelectual. Hay que preservar nuestro pensamiento, nuestras reflexiones y volver a las humanidades. A la visión del hombre como centro del mundo. Son las ideas del Humanismo las que determinan una nueva concepción del hombre y del mundo. Es una vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación de la naturaleza como forma de expresión. Sería un enfoque sobre el que pivotan las artes, la política como servicio, la filosofía y las ciencias y todo ello imbuido de nuestra base cristiana de entrega y esperanza.
Dios es el centro en una cultura judeo-cristiana centrada en el hombre. Así el antropocentrismo toma cuerpo de naturaleza en el plano de la epistemología en la que se sitúa al ser humano como medida y centro de todas las cosas en la naturaleza. El teocentrismo sitúa a Dios como centro de todo. No veo una antítesis entre el antropocentrismo y el teocentrismo. El hombre es el centro por designio de Dios que lo ha colocado en ese punto para que se desarrolle dentro de unos valores, pero la cuestión es que todo esto se ha perdido y hay que regresar al Renacimiento como forma de expresión.
Los últimos acontecimientos mundiales desde el ataque del 11 de septiembre a las torres gemelas, los populismos que siempre se tocan en los extremos, la guerra de Irak y Afganistán, los huracanes y terremotos, la entrada en el capitolio, la primavera árabe con todo lo que ello trajo, los asaltos de terroristas en las calles y la guerra de Ucrania, son buenas muestras de lo que el mundo está cambiando y, por si fuera poco, la pandemia que azota a todos los países, ricos y pobres, poderosos o no. Todos demuestran su debilidad ante la extensión del virus.
Y, una y otra vez, nos equivocamos volviendo a tropezar en la misma piedra. No hay políticos ni personas líderes que sepan encauzar esta deriva de valores. Estas personas, con honrosas excepciones, no ven su actividad como labor de servicio. Ven su trabajo como un camino de ascensión para llegar a la cúspide de la pirámide. El poder los absorbe. Es, a veces, su única obsesión. Si el hombre tuviera los valores mínimos, los problemas con lo que se enfrentaría la sociedad serían de menor rango y, por supuesto, la solución sería mejor.
Es el humanismo con todo lo que eso entraña lo que nos salvará de la adversidad. Con este enfoque se puede luchar mejor contra la corrupción. La mentira es la mancha de la que algunos hacen gala sistemáticamente sin saber delimitar dónde está la verdad; el robo, las violaciones, el sin sentido por el que avanzamos en el camino de la vida son otros tantos pecados que hacen que la sociedad no avance de manera adecuada.
Tenemos un momento primordial en la historia de este mundo que, si no cambia, y tengo los peores auspicios sobre ello, las sociedades van al desastre moral y ético. Todo debe empezar por la familia y la educación desde los primeros años de la vida. Si no volvemos a las humanidades, al renacimiento y a sus valores, nada será posible. Pensar más en el esfuerzo, la responsabilidad, el trabajo, la ética en el ejercicio de nuestra actividad, la entrega y solidaridad que, en el poder, el dinero y el bienestar a costa de los demás. Nuestro quehacer diario y constante debe basarse en esto. Si no lo entendemos, el final de la sociedad, al menos como la conocemos actualmente, habrá llegado. Tendremos otra muy diferente y me malicio que mucho peor.
Hay que alcanzar un pensamiento positivo, no relativista y esperanzador basado en la familia y en algunos grupos de solidaridad y entrega ante la devastación moral que son ejemplo para todos.
El camino de la vida se puede realizar de muchas maneras, pero, sin duda, la mejor es con responsabilidad, educación, trabajo, tesón, esfuerzo y ética. Solo los valores y los principios salvarán al suicidio de la sociedad.
«Cambia de opinión, mantén tus principios; cambia tus hojas, mantén intactas tus raíces» (Víctor Hugo).
- Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de doctores de España