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enormes minuciasCarmen Fernández de la Cigoña

La mentira de no necesitar a nadie

Creo que mi generación sí tuvo referentes. Esos fueron nuestros puntos de apoyo

Actualizada 12:37

El otro día la publicidad de una cafetería cerca de la Universidad me llamó la atención. «Dame un buen café y moveré el mundo». La verdad es que me hizo gracia, porque yo iba buscando un buen café, y porque al mismo tiempo me hizo pensar en Arquímedes y en lo que él habría pensado.

Como iba buscando (también) un respiro del ajetreo diario, un poco de tiempo para pensar con pausa, la imaginación hizo de las suyas. Me encontré preguntándome a cuántos de mis alumnos esa frase les recordaría al griego. Supongo que fue porque la respuesta no me gustó mucho, que casi inmediatamente estaba preguntándome cuántos de mis alumnos querrían cambiar el mundo. Y ahí debí encontrar una respuesta más acorde a lo que yo esperaba y, por supuesto, más a mi gusto, porque me detuve más tiempo pensando en qué querrían cambiar y cómo querrían hacerlo.

Y en esas estaba, pensando en el qué y en el cómo, cuando necesariamente tuve que volver al punto de apoyo.

Más allá de lo «sobrado» que se sintiera Arquímedes, más allá del lenguaje figurado y lo que este significa, lo cierto es que lo que reclamaba para poder nada menos que mover el mundo era un punto de apoyo, que necesariamente era externo, ajeno, distinto a él.

Y también más allá de las ganas que tengan mis alumnos, y con ellos la mayoría de los jóvenes, de mover el mundo, lo cierto es que lo que les falta en tantísimas ocasiones es precisamente eso. Un punto de apoyo. Y lo triste es que, también en muchísimas ocasiones, ni siquiera lo saben.

Conste que no es culpa suya, o al menos, no solo es culpa suya. En este mundo falaz y complaciente, al menos en apariencia, les someten, y casi les sometemos (cada cual que asuma su parte de responsabilidad) a la gran mentira del individualismo autorreferenciado. Les repiten constantemente que pueden ser y hacer lo que quieran, que son los mejores, y en el colmo de la mentira, que no necesitan a nadie.

Eso hace que, incluso en el mejor de los casos, en aquél en que esas ganas de cambiar el mundo es algo palpable y que lleva a realizar acciones que procuran eso, si no encuentran ese punto de apoyo, no serán capaces de mover nada.

Lo malo es que también en muchas ocasiones, no son conscientes de tener que buscar ese punto de apoyo. Porque ya sabemos que la mentira repetida mil veces se convierte en verdad. O al menos eso decía Goebbels, y algo sabía de eso. Y la mentira de que no necesitan a nadie, y de que no necesitan referentes (porque ellos se bastan y son mejores que los que les han precedido), poco a poco ha ido calando en muchos de ellos.

Pero no en todos. Porque como decíamos al principio, la realidad se impone. Y a pesar de todo, a pesar de la manipulación y la mentira, el sentido común se abre paso y a otros muchos les hace ver que ni están solos, ni es bueno que lo estén. Que precisamente el apoyo que encuentran en los demás, en su familia, en sus maestros, en su comunidad y también en sus amigos, es ese punto con el que sí serán capaces de mucho más.

Creo que nosotros, mi generación, sí buscó y sí tuvo referentes. Esos fueron nuestros puntos de apoyo. No sé si cambió el mundo a mejor o a peor. La cuestión es si nosotros seremos el punto de apoyo para que ellos, los jóvenes, lo muevan a mejor.

  • Carmen Fernández de la Cigoña Cantero es Directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia.
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