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Un despacho con presencia de la Sagrada Familia

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Santificar el trabajo, ¿qué es y cómo hacerlo?

El trabajo es una dimensión fundamental de la persona, que refleja su dignidad y su dominio sobre la creación

Dios creó al hombre para que trabajara y lo encomendó a cultivar y cuidar el mundo (Gn 2,15). El pecado introdujo el sufrimiento y la fatiga en el trabajo, pero no lo privó de su valor y de su sentido. Al contrario, el trabajo se convirtió en un medio de redención y de santificación, especialmente cuando se vive en unión con Cristo, que pasó la mayor parte de su vida terrena trabajando como artesano en Nazaret.

La Iglesia católica ha enseñado siempre que el trabajo es una vocación, una llamada de Dios a colaborar con su plan de salvación. El trabajo no es sólo un medio de subsistencia o de progreso material, sino también una forma de participar en la obra de Dios y de contribuir al bien común de la sociedad. El trabajo es una ocasión de desarrollo de la propia personalidad, de servicio a los demás y de glorificación de Dios.

Para santificar el trabajo, es decir, para hacerlo santo y para santificarse con él, es necesario realizarlo con amor, con competencia y con espíritu de entrega. El amor implica poner el corazón en lo que se hace, buscando el bien de los demás y ofreciendo el trabajo a Dios como un acto de adoración. La competencia exige esforzarse por hacer bien las cosas, con profesionalidad y con sentido de responsabilidad. El espíritu de entrega supone aceptar las dificultades y los sacrificios que comporta el trabajo, uniéndolos a la pasión de Cristo por la salvación del mundo.

Una tarea de todos los cristianos

La santificación del trabajo no es algo reservado a unos pocos, sino que es una tarea de todos los cristianos, cualquiera que sea su estado de vida o su actividad profesional. Los laicos, en particular, tienen la misión de santificar el mundo desde dentro, iluminando y ordenando las realidades temporales según el Evangelio. Así, el trabajo se convierte en un medio de apostolado, de testimonio y de diálogo con el mundo.

La Iglesia católica ofrece a los fieles diversos medios para vivir la santificación del trabajo, como la oración, la Eucaristía, la confesión, la dirección espiritual, la lectura de la Biblia y de los documentos del Magisterio, la formación doctrinal y moral, la pertenencia a asociaciones o movimientos eclesiales, etc. Estos medios ayudan a integrar la fe y la vida, a unir la contemplación y la acción, y a vivir la santidad en lo ordinario.

La santificación del trabajo es una fuente de alegría y de paz, porque nos hace conscientes de la presencia y de la acción de Dios en nuestra vida. También es un desafío y una exigencia, porque nos impulsa a mejorar constantemente y a superar el egoísmo, la pereza, la rutina, la mediocridad y el conformismo. La santificación del trabajo es, en definitiva, una respuesta al amor de Dios, que nos llama a ser sus hijos y sus amigos, y a colaborar con él en la construcción de su Reino.

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