Cómo el cine de Frank Capra enseñó el Evangelio a través de películas que hicieron historia
«El hombre es esencialmente bueno, un átomo viviente de divinidad; la compasión por los demás, amigos o enemigos, es la más noble de todas las virtudes», llegó a afirmar el director, ganador de tres Oscar
Algo tienen sus películas que, aunque pasen 80 años, siguen siendo las escogidas para ver, especialmente en Navidad. Cuando uno enciende la televisión por estas fechas, hay un director que resuena con más fuerza que otros en los distintos canales: el siciliano Frank Capra. ¿Y qué es lo que le hace especial? Curiosamente, Capra no se dedicó a dirigir películas bíblicas sobre el Nacimiento de Cristo, ni retrató explícitamente el espíritu navideño en sus historias. No, su cine apunta en otra dirección.
Sus películas se han ganado un lugar en el corazón del público porque conectan con lo más profundo del ser humano: su alma. Más allá de los tópicos navideños que hablan de regalos y familia, Capra consigue, a través de sus historias, mostrar cómo el Evangelio se revela a los sencillos y a los humildes de corazón.
Sus películas no se conforman con ser simplemente emotivas; buscan elevar al espectador, colocando la integridad del hombre en el centro y alentándolo a descubrir la grandeza y magnanimidad que todos llevamos dentro. En este sentido, reflejan perfectamente la enseñanza de la Carta de Pedro (3,4): «Que vuestro adorno no sea el externo, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios». Repasamos tres de las películas más icónicas del director siciliano que no faltan por estas fechas y de cómo, cada una de ellas, transmitió las enseñanzas del Evangelio de manera única.
'Caballero sin espada', 1939
El toque de Frank Capra se nota no solo en que solía contar con el mismo reparto, sino también en que su buen amigo James Stewart era, casi siempre, el protagonista. En esta película, Stewart es un retrato profundo de la virtud en acción, encarnada en Jefferson Smith, un joven idealista que, al ser nombrado senador, enfrenta un mundo político marcado por la manipulación y la deshonestidad. Smith es inicialmente visto como una pieza manipulable dentro de una trama corrupta, pero su autodeterminación, integridad y el apoyo de su secretaria lo convierten en una figura inesperada de resistencia.
Smith encarna la frase que dijo Jesús cuando vio a Natanael por primera vez: «Allí va un hombre en quien no hay doblez ni engaño», (Jn 1, 47), un reflejo de una vida vivida con transparencia y rectitud, en contraste con el ambiente viciado que le rodea. La pureza moral de Smith lo convierte en un ejemplo de cómo actuar con verdad, incluso cuando hacerlo implica exponerse al ridículo o al sacrificio. Su lucha no está motivada por un deseo de reconocimiento personal, sino por la convicción de que, como dice en la película: «Mi padre siempre decía que las causas perdidas son por las que vale la pena luchar».
Cada desafío que enfrenta, desde su agotamiento físico por pronunciar un discurso de 23 horas, hasta la traición de sus aliados, pone a prueba su temple, pero también demuestra que la fuerza de un hombre justo radica en su fidelidad a la verdad, incluso en un mundo de falsedades. Como ocurre con muchas virtudes, su lucha encuentra sentido no en el éxito inmediato, sino en el testimonio que deja. Es el reflejo del sacrificio y la entrega desinteresada que tantas veces vemos en la vida diaria, donde las victorias, pequeñas o grandes, están al servicio de causas que, aunque puedan parecer condenadas al fracaso, encierran la verdadera redención y convierten a la persona en un caballero sin espada.
'Vive como quieras', 1938
Vive como quieras narra la historia de amor entre Tony Kirby (James Stewart), heredero de una poderosa familia de la alta sociedad, y Alice Sycamore, una joven que vive con su peculiar familia en un hogar donde prima la libertad individual. Allí, cada miembro se dedica a lo que le apasiona sin preocuparse por las exigencias del mundo exterior: desde fabricar fuegos artificiales hasta escribir obras de teatro que tal vez nunca se representen.
El núcleo de la historia, sin embargo, está representado por Martin Vanderhof, el abuelo de Alice, quien se convierte en la voz de una filosofía de vida profundamente enraizada en la sencillez y el desprendimiento de lo material. Vanderhof, con su sabiduría serena y jovial, cuestiona los valores del éxito material y el afán por acumular riqueza, enseñando que la felicidad se encuentra en las familia y en confiar en que lo necesario siempre lo dará Dios.
Así, un día, mientras el abuelo se encuentra en una oficina, entabla una conversación con un oficinista que le confiesa su verdadera pasión: construir juguetes. Cuando Vanderhof le sugiere que se mude a vivir con ellos, el empleado le pregunta: «¿Y quién les mantiene a ustedes?». A lo que el abuelo responde con una sonrisa: «El mismo que mantiene a los lirios del campo, solo que nosotros nos esforzamos por ayudarle un poco y nos divertimos mucho». A lo largo de la película, la familia va creciendo con personas que, como el funcionario, desean dedicarse a lo que realmente les apasiona, viviendo bajo un lema que resuena con las palabras de Mateo (6,30).
Tanto es así que Martin Vanderhof, con su actitud libre y su confianza en que la vida tiene un propósito más allá de la acumulación de bienes materiales, encarna una respuesta viva a la idea de confiar plenamente en la Providencia Divina. La familia Sycamore, a pesar de su aparente caos, encuentra una armonía genuina en su autenticidad y su fe. En contraste, los Kirby, atrapados en sus propias ambiciones, descubren a través del amor de Tony y Alice que la verdadera riqueza radica en la simplicidad y devoción al prójimo.
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'Qué bello es vivir', 1946
Probablemente, la más clásica de las películas de Navidad es Qué bello es vivir. James Stewart interpreta a George Bailey, un joven emprendedor que ha sacrificado sus sueños de juventud para dirigir la pequeña empresa familiar que ayuda a las personas con pequeños préstamos. Sin embargo, se ve constantemente amenazado por un poderoso banquero que quiere destruirlo. Aunque logra mantener todo a flote, el estrés y las dificultades a lo largo de los años de mucho desgaste lo llevan al colapso cuando un día la empresa pierde una gran suma de dinero, poniendo en peligro todo lo que ha construido.
En la víspera de Navidad, agotado y desesperado, George decide acabar con su vida. Sin embargo, en el momento crucial, aparece Clarence, un ángel 'en prácticas', que ha llegado para salvarlo y enseñarle una valiosa lección: el impacto que ha tenido en la vida de los demás. En la película, el sacrificio y la generosidad de George Bailey reflejan, de manera conmovedora, lo que Cristo enseñó: dar y amar a los demás sin esperar nada a cambio. Este mensaje se entrelaza con la frase del Evangelio de Juan: «Os he llamado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto perdure», (Jn 15,16).
A través de la vida de Bailey, se ve cómo, a pesar de las adversidades y las dificultades, su perseverancia en darse a los demás y hacer el bien produce un fruto que permanece a lo largo de los años. Aunque George siente que su vida han sido una serie de sacrificios que no han valido para nada, su ángel le concede la oportunidad de ver lo que habría sido el mundo si él no hubiera nacido y cómo sus acciones han transformado a las personas y a su ciudad en un modo que jamás imaginó.
Y así, nadie es inmune al emotivo final de la película, cuando toda la ciudad, junto con su familia y amigos, se reúne en su casa para ayudarlo, cubriendo la pérdida de dinero y salvando su banco. Con el apoyo incondicional de sus seres queridos, George se da cuenta de que su vida tiene un valor inmenso y que, como decía Clarence, «ningún hombre es un fracaso si tiene amigos». Y con alguna que otra lagrimilla, levantaremos la copa, como hace Harry Bailey, quien brinda por su hermano George, «el hombre más rico de la ciudad».