
'San José' de William Dyce
Los tres honores que los Papas concedieron a san José, el carpintero que conquistó el corazón de la Iglesia
A lo largo de la historia, cardenales, escritores y santos han honrado a san José con títulos y privilegios dentro de la Iglesia, pero son tres los momentos clave que han sido fundamentales para consolidar su papel en la liturgia y devoción cristiana
¿Qué virtudes se pueden destacar en un hombre escogido para desposar a María, la Virgen concebida sin pecado, y convertirse en padre adoptivo de Jesús? ¿Su trabajo, su silencio, su humildad, su pureza, su entrega, su caballerosidad o su alegría? Son muchos los elogios y reconocimientos que ha recibido san José a lo largo de los siglos. Sin embargo, aunque la admiración por su figura se ha extendido a todos los rincones del planeta, no siempre fue así.
Las Escrituras ofrecen pocos detalles sobre este santo varón: era esposo de María, padre adoptivo de Jesús y su oficio era el de carpintero, artesano. Es el evangelista Mateo quien lo define en tres sencillas palabras: «un hombre justo». Suficiente para decir que encarnaba todas las cualidades necesarias para ser el perfecto cabeza y guardián de la Sagrada Familia de Nazaret.
A pesar de lo escueto de los datos bíblicos, la reflexión teológica y la devoción popular han ido profundizando en su figura a lo largo de los siglos. En el siglo XVI, el célebre teólogo dominico Isidoro de Isolano concluye su famosa Suma de los dones de san José con estas líneas:
Suma de los dones de san José
Unas palabras proféticas que, con el tiempo, se hicieron realidad. A partir de ese momento, san José no dejaría de ser objeto de escritos y homenajes. En 1870, el beato Pío IX lo declaró Patrón de la Iglesia Universal, y en 1889, León XIII dedicó un documento a su devoción: la encíclica Quamquam Pluries. Exactamente un siglo después, Juan Pablo II complementaría este legado con la exhortación apostólica Redemptoris Custos, en la que profundiza en la figura y misión de José en la vida de Cristo y de la Iglesia.
Pío XI, por su parte, en su encíclica Divini Redemptoris, —donde advierte sobre el peligro del comunismo para la fe católica—, presenta a san José como respuesta a las tesis marxistas y a la lucha de clases, proponiéndolo como modelo de los obreros y patrono de todos ellos.
Estos son solo algunos de los muchos ejemplos de documentos, homilías, cartas y catequesis que han hablado del esposo de María. A lo largo de la historia, cardenales, escritores y santos han sido grandes expositores de la doctrina josefina y han querido honrar su figura de manera especial, otorgándole títulos y lugares de privilegio dentro de la vida de la Iglesia. De entre estos, destacamos tres momentos clave.
San José, Patrono de la Iglesia Universal (Pío IX, 1870)
El 8 de diciembre de 1870, en medio de tiempos convulsos para la Iglesia, el Papa Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia Universal mediante el decreto Quemadmodum Deus. Una decisión que no fue un gesto simbólico, sino una respuesta a la necesidad de un protector firme en una época de crisis. Con la unificación de Italia y la pérdida de los Estados Pontificios, la Iglesia se veía amenazada, y Pío IX encontró en san José el modelo de fortaleza y custodia que los fieles necesitaban.
Al declararlo Patrono de la Iglesia Universal, el Papa lo presentó como el guardián no solo de la Sagrada Familia, sino de todo el Pueblo de Dios. Así como protegió a Jesús y a María, san José sería ahora el defensor de la Iglesia en los momentos de dificultad, una figura a quien recurrir en busca de amparo y guía.
San José en el Canon de la Misa (Juan XXIII, 1962)
La devoción a san José alcanzó un nuevo nivel durante el Concilio Vaticano II, cuando el Papa Juan XXIII decidió incluir su nombre en el Canon Romano (Plegaria Eucarística I) en el Misal Romano de 1962, la que hoy se considera la forma extraordinaria de la Misa.
Hasta entonces, solo se mencionaba a la Virgen María y a algunos santos, pero el Papa consideró que san José, como protector de la Iglesia, debía ocupar un lugar especial en la celebración más importante de la fe católica: la Eucaristía.
Con esta decisión, san José entraba de manera permanente en la parte central de la celebración, que contiene su parte más importante, la consagración. Su inclusión en el Canon Romano fue un reconocimiento no solo de su santidad, sino de su papel esencial en la historia de la salvación, ofreciendo a los fieles un modelo de fe silenciosa y obediente.
San José en todas las Plegarias Eucarísticas (Francisco, 2013)
El Papa Francisco, siguiendo la línea de sus predecesores, quiso dar un paso más en la veneración de san José dentro de la liturgia. En 2013, mediante un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ordenó que su nombre fuera añadido en todas las Plegarias Eucarísticas del Misal Romano (II, III y IV), extendiendo así su mención más allá del Canon Romano.
Así, san José quedaría presente en cada Misa celebrada en el mundo, reforzando su papel como intercesor de la vida cristiana y recordando a los fieles su humildad, su servicio y su entrega silenciosa al plan de Dios.
Siguiendo esta tradición de honores, Francisco quiso resaltar aún más su figura en el 150 aniversario de su proclamación como Patrono de la Iglesia Universal. El 8 de diciembre de 2020, firmó la carta apostólica Patris corde (Con corazón de padre), en la que profundiza en la grandeza del santo como padre amado, trabajador y valiente, un modelo de vida oculta y entrega silenciosa que conquistó el corazón de la Iglesia.