Los psicólogos explican cuándo el placer de comprar pasa factura emocional
Con el pistoletazo oficial de las rebajas de enero son muchos los españoles que saldrán a la calle en busca de esa prenda de ropa o ese capricho que ahora ha bajado de precio. Los psicólogos afirman que pocas cosas son tan universales como la satisfacción que puede sentirse al comprar algo sin embargo, según explican expertos de Unobravo la compra tiene un impacto emocional y puede convertirse en una fuente de estrés o en un problema psicológico cuando se descontrola. ¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando consumimos, y cómo podemos asegurarnos de que esa felicidad no se convierta en una trampa emocional?
El acto de consumir es una experiencia profundamente emocional: comprar algo que nos gusta o deseamos para otra persona activa el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina, un neurotransmisor que nos hace sentir placer y satisfacción. Este proceso explica por qué muchas personas encuentran en el consumo una fuente de alivio y un escape emocional, especialmente en momentos de estrés o tristeza.
El placer del consumo no se limita al momento de la compra: anticipar la satisfacción que un producto o experiencia nos proporcionará también genera bienestar, lo que se conoce como gratificación anticipada. Además, tiene un componente social: comprar y regalar fortalece vínculos, mientras que adquirir ciertos productos puede ayudarnos a sentirnos aceptados o parte de un grupo. Sin embargo, este circuito de placer no está exento de riesgos.
Los riesgos del consumo
Cuando el consumo se convierte en una herramienta para lidiar con emociones negativas o en un hábito compulsivo, pueden surgir problemas psicológicos importantes. Comprar en exceso puede llevar a sentimientos de culpa, estrés financiero e incluso a conflictos en relaciones personales.
Según el Colegio Oficial de Psicólogos de España, aproximadamente un 5 % de la población experimenta comportamientos de compra compulsiva, caracterizados por una incapacidad de controlar los impulsos de consumo, lo que genera un círculo vicioso de satisfacción y malestar.
Personas más vulnerables
Se puede afirmar que algunas personas o perfiles son más vulnerables a experimentar dificultades relacionadas con el consumo. Por ejemplo, las personas emocionalmente sensibles pueden recurrir al consumo para regular emociones negativas como el estrés o la tristeza.
Los perfeccionistas tienden a gastar en exceso para cumplir con estándares autoimpuestos o expectativas sociales, lo que a menudo conduce a frustración cuando no logran alcanzar esas metas.
Los jóvenes hiperconectados, expuestos constantemente a ofertas y estímulos de marketing digital, también son propensos al consumo y compras impulsivas.
Por último, las familias con presupuestos ajustados enfrentan una presión añadida al intentar equilibrar recursos limitados con sus deseos y necesidades.
Reflexionar sobre nuestras emociones y necesidades y establecer límites claros nos permite disfrutar del consumo sin que este se convierta en una carga emocional o económica. Comprender que el valor de nuestras elecciones no radica en lo que compramos, sino en cómo nos conectamos con nuestras emociones y nuestras prioridades, puede marcar la diferencia en cómo vivimos nuestra relación con el consumo.
Establecer límites
Es posible disfrutar del placer que el consumo nos ofrece sin que esto se convierta en un problema. Una estrategia clave es establecer límites claros y realistas, definir un presupuesto puede ayudarnos a evitar decisiones impulsivas y a mantener el control sobre nuestras finanzas. Además, practicar la compra consciente -cuando se trata de cosas para nosotros mismos- implica reflexionar sobre si realmente necesitamos un producto antes de adquirirlo, y nos permite tomar decisiones más alineadas con nuestros valores y objetivos personales.
Por otro lado, es fundamental identificar las emociones que nos impulsan a consumir: si utilizamos las compras como una forma de escapar de problemas o aliviar el estrés puede ser útil explorar otras fuentes de bienestar emocional, como la actividad física o las relaciones sociales. Si el consumo empieza a generar malestar recurrente, como ansiedad, problemas económicos o conflictos interpersonales, buscar apoyo profesional es una decisión valiosa. La terapia psicológica puede ayudarnos a comprender nuestras motivaciones, identificar patrones perjudiciales y desarrollar estrategias para gestionarlos de manera más saludable.