El Debate y el campo español
Nuestro objetivo es hacer reflexionar sobre hechos con frecuencia olvidados como el que la dehesa es un ecosistema creado por el hombre en la Península Ibérica
Hoy ponemos en marcha un proyecto poco común en la Prensa española. El Debate pone en marcha una nueva sección que aspira a ir contando a los lectores que desconocen la realidad de nuestra agricultura, la enorme riqueza de nuestro medio ambiente, del mundo rural, las tradiciones de nuestro campo, sus nombres vernáculos, su toponimia… Todo un patrimonio cultural integrado por unas profesiones, usos tradicionales, una gastronomía y otros elementos que están más en peligro de extinción de lo que nunca lo estuvo el lince ibérico, hoy felizmente recuperado.
Porque la realidad es que las amenazas arrinconan al campo español. Nuestra agricultura, que es mucho más que un medio de vida para cientos de miles de ciudadanos, atraviesa una etapa de alerta constante por muchos factores: los bajos precios en origen, el impacto de la sequía en los cultivos y el complejo panorama geopolítico que zarandea al eslabón más débil, aquel para el que no hay domingos ni festivos. Los agricultores sufren las consecuencias de una burocracia ajena a la realidad del campo y que les pone en desventaja frente a terceros países favorecidos por los acuerdos comerciales.
«Aquí vamos a defender las tradiciones y la cultura del campo español»
La falta de creación de valor en la cadena agroalimentaria golpea al productor, que en un contexto de márgenes reducidos ve aminorado su poder negociador. El elevado coste de los insumos del campo y la feroz competencia con la que sobrevive el sector desgasta al agricultor tradicional, que añade la ausencia de relevo generacional a su listado de problemas. Entre los que destaca el aterrizaje en los cultivos españoles de grandes fondos de inversión que arrinconan a las pequeñas y medianas explotaciones y pone en riesgo el modelo productivo tradicional.
Aquí vamos a defender las tradiciones y la cultura del campo español, su creación de riqueza medioambiental, su contribución a la fijación de las poblaciones en zonas generalmente marginadas o despobladas. Nuestro objetivo es hacer reflexionar sobre hechos con frecuencia olvidados como el que la dehesa es un ecosistema creado por el hombre en la Península Ibérica. Por desgracia hoy es necesario recordar que de esa dehesa sale el jamón de bellota antes de llegar al supermercado. Pero, además, la dehesa es aprovechada por todo tipo de ganado, de especies de caza y especies no cazables que tienen el máximo interés. Como el águila imperial, el buitre o la cigüeña negros.
Y después de la tragedia que acabamos de vivir en Valencia es imprescindible recordar que el campo y el agua van de la mano. Porque en el campo el agua es un bien escaso en algunas épocas y abundante, incluso desbordante en otras. Y seguimos sin tener un plan nacional de trasvases.
Es poco conocida la sensación de soledad que afecta al propietario forestal que tiene que tomar decisiones a cuarenta o más años vista. Unas decisiones que están sometidas a la incertidumbre de las iniciativas políticas futuras que son imprevisibles en lugar de responder a la lógica, a los grupos de presión, a los cambios ministeriales, de las consejerías autonómicas y sus ayuntamientos… Además de las plagas, las sequías, los incendios, las exportaciones… y todo para dejar un patrimonio a los hijos o nietos si hay un poco o un mucho de suerte. Herederos que afrontarán las mismas incertidumbres.
«La naturaleza y el campo no se pueden entender sin la cinegética»
Es incomprensible que en España se siga protegiendo al lobo como se hace. Cuarenta años atrás no había lobos al sur del río Duero y por ello se prohibió cazarlos en toda la España que está en la margen izquierda de ese caudal. Pero hoy el lobo se extiende por toda Castilla y León y los ataques a las ganaderías de provincias tan meridionales como Ávila generan destrozos ruinosos que son compensados tarde, mal o nunca. Pero el ecologismo selectivo defiende la vida de los corderos. Y esto no es una metáfora, es un hecho.
España tiene 164 especies autóctonas domésticas, un patrimonio de los principales del mundo, de las que casi el 80 por ciento están en peligro de extinción.
Y dentro del campo español tiene una especial importancia el mundo de la caza, en el que participan cientos de miles de españoles y que crea una riqueza que no habría forma de compensar si la caza desapareciera. En esta sección de El Debate la caza va a tener su ventana permanente. Porque la naturaleza y el campo no se pueden entender sin la cinegética.
El campo español es algo más que un lugar por el que ir a montar en bicicleta o donde ir a comer una tortilla (española, por favor) los domingos. El campo puede y tiene que ser también una colección de sensaciones, olores, colores, sonidos y vistas que se pueden disfrutar solos o en compañía. Un lugar en el que los urbanitas podemos aprender mucho de la vida.
Tengo contado que siempre recuerdo cómo con cuatro o cinco años yo jugaba con mis hermanos y primos junto al arroyo del Alpuébrega, en Toledo, cuando mi abuela Gabriela Maura vio una serpiente acercándose a nosotros. La capturó con sus manos enguantadas y la azotó contra un árbol hasta matarla. Después la hizo un nudo en una rama del árbol y durante el verano vimos cómo se iba corrompiendo. Al año siguiente el esqueleto desnudo de la serpiente testificaba el paso del tiempo, de la vida, de la muerte. Y eso sólo es posible en el campo.