El futuro Premio Nobel al que Harvard convirtió en un paria por cuestionar sus dogmas
Roland Fryer fue acusado de acoso sexual y apartado de su departamento después de objetar con datos las teorías woke de la prestigiosa institución
El economista Roland Fryer obtuvo la plaza de profesor titular en la Universidad de Harvard a los 30 años. Sus compañeros le definen como el más talentoso de su generación, una interpretación que se hizo realidad concreta cuando recibió una beca MacArthur «Genius» y ganó la Medalla John Bates Clark de la Asociación Estadounidense de Economía. Muchos creen que todos estos pasos señalaban el camino hacia un futuro Premio Nobel hasta que se topó con la todopoderosa y omnipresente, también (o sobre todo) en Harvard, ideología woke.
El verdadero problema es que su erudición «creativa» y «consecuente» (según su colega Glenn Loury, profesor de la Universidad de Brown), que derriba muchas «suposiciones comunes sobre la raza, la discriminación, la educación y la violencia policial», chocó frontalmente con la cerrazón y la incoherencia de la Harvard del presente. Precisamente Claudine Gay, la flamante presidenta de la famosa institución bostoniana, entonces responsable de estudios raciales, fue el nombre que desequilibró la balanza a favor del apartamiento de Fryer, a quien consideraba «una amenaza».
No fueron los únicos. El New York Times publicó en diciembre de 2018, dando pábulo a los mismos «investigadores» de Harvard, que Fryer fomentó un ambiente de trabajo «hostil para las mujeres, lleno de conversaciones sexuales y acoso». La intervención y la fama del MeToo terminaron por precipitar la carrera del «genio» surgido de la pobreza. 2.600 palabras de un artículo donde se le acusaba de acoso sexual simplemente por hacer algunas bromas subidas de tono entre compañeros. Bromas recíprocas, salvo en algunos casos (sobre todo uno) a partir de los cuales se construyó el enorme relato de cancelación e injusticia.
Al parecer un chiste hecho en 2016 en el Laboratorio de Innovación Educativa de Harvard que dirigía el mismo Fryer fue el clavo al que se agarró toda la institución. Según el periodista Stuart Taylor, a la anécdota contada por una ex asistente, donde narraba cómo ayudó a atarse los zapatos a un viejo profesor, el mismo Fryer respondió: «Oh, ¿te inclinaste por [el profesor]? ¿Qué más hiciste por él?». Una broma que podía haber hecho el gracioso Chris Rock, pero que a Fryer le resultó más cara que una bofetada de Will Smith. Según Taylor fue la misma Harvard quien más de un año después utilizó el chiste como punto de inicio de su particular e increíble partida de caza.
Ambiente de temor
La Universidad rellenó 70 de las 81 páginas de su informe sobre Fryer con el único testimonio, solo referido a bromas de contenido sexual, de la única denunciante del profesor quien, casualmente, antes del estallido del caso, ya había expresado su descontento con el rendimiento laboral de aquella, quien también acusó (de nada) a otros colaboradores de Fryer e incluso propició la investigación del departamento y de los gastos del profesor. La declaración de un colega anónimo recogida y alegada por el abogado de Fryer describe el clima donde se desarrolló este drama: «Hay un ambiente de temor por defender a Roland. Si defiendes a alguien que está acusado, existe la opinión de que estás perpetuando el sistema y te perseguiremos a ti, porque tú también debes ser culpable».
El propio abogado argumentó, según la investigación paralela de Taylor en Real Clear Investigations, que «Roland fue retratado constantemente como un hombre negro al que nadie podía decir que no. Sin embargo, no había ni una sola prueba de que alguien le dijera que no y que él hiciera algo malo con ellos. Un hombre negro enojado que grita y reprende. Incluso una testigo hostil a la que había despedido dijo en su declaración que los llamados 'gritos' de Roland no eran por alzar la voz, sino por la intensidad de su mirada y de cómo suena su voz». Pero esto había sido la consecuencia y no la causa de sus problemas.
La maquinaria 'woke'
En 2017 Fryer, famoso por la investigación y los métodos con los que logró mejorar el rendimiento de las escuelas con menor nivel de Estados Unidos, antes de las acusaciones de acoso, escribió un artículo donde aseguraba no haber encontrado prejuicios raciales en los tiroteos de la policía, en contra de la opinión mediatizada, aunque sí los encontró y publicó en el mismo artículo respecto a otros abusos menores a los que nadie hizo referencia, tampoco después el poderoso New York Times (como la poderosa Harvard) a los testimonios de otra compañera de Fryer (al contrario que a los de la denunciante y otros testigos a favor de esta), que desde el principio no secundó las acusaciones y apoyó al profesor.
La maquinaria mediática e institucional estadounidense capaz de todo (hasta, por supuesto, de arruinar la carrera de un prometedor educador e investigador) para establecer su relato, un relato que tres años después (el profesor fue suspendido en 2019) se ha retomado al haber sido contratado el pasado 2022 para dar unas charlas (como si fuera una humillante limosna: casi la imagen de El Último Emperador ante su propio trono después de haber sido reeducado) en la misma Universidad que el propio Fryer conquistó con sus enormes méritos, seguramente mayores que los de todos sus acusadores, pero desgraciadamente hoy menores que sus acusaciones.