
El antes y después de la restauración del retrato ecuestre de Isabel de Borbón, de Velázquez
El Museo del Prado devuelve todo su esplendor a una de las obras maestras de Velázquez
Tras un arduo proceso de restauración, el retrato ecuestre de Isabel de Borbón regresa al Museo del Prado
El Museo del Prado presenta este jueves el resultado del proceso de restauración de una de las obras maestras de Velázquez, el retrato ecuestre de Isabel de Borbón, que podrá admirarse de nuevo en su emplazamiento habitual en la sala 12 de la pinacoteca madrileña.
Según señaló el museo en un comunicado, la emblemática pintura ha recuperado su aspecto original tras retirar añadidos posteriores a su composición por el maestro sevillano.
El cuadro se realizó como encargo de la Corona para decorar el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro, en una serie que incluye también los retratos ecuestres de Felipe IV, el príncipe Carlos, Felipe III y Margarita de Austria.
Esas alteraciones habían modificado los contrastes y habían provocado un efecto velo sobre la pintura, ajena a la obra original.
Según señaló el director adjunto de conservación del Museo de Prado, Alfonso Palacio, «uno de los puntales del museo moderno sigue siendo la conservación preventiva y restauración de las grandes obras de arte.

Recreación del Salón de Reinos con la ubicación de los cuadros de Velázquez
En este sentido, el Museo Nacional del Prado no puede más que agradecer el sólido apoyo y enorme esfuerzo que la Fundación Iberdrola España lleva haciendo durante estos últimos quince años en aras de la mejora de las condiciones de conservación de nuestra colección».
A lo largo del tiempo, la pintura había experimentado modificaciones y deterioros que afectaron su apariencia. En torno a 1634-1635, el propio Velázquez añadió bandas laterales a ambos lados del lienzo para ajustarlo al espacio en el que sería exhibido.
Sin embargo, con el paso del tiempo, estas incorporaciones sufrieron una evolución material distinta a la del resto de la pintura, provocando su decoloración y un deterioro visible, agravado por repintes y estucos en mal estado.
Gracias a la intervención llevada a cabo, es posible apreciar nuevamente la composición con mayor fidelidad a la intención original del artista.
Se han restaurado los volúmenes y la profundidad de la escena, ocultos bajo la pátina amarillenta de antiguos barnices. Ahora, los colores han recuperado su transparencia y viveza, devolviendo a la figura de la reina su majestuosidad y expresión serena.
Como señala la restauradora María Álvarez Garcillán, «la reina ha recuperado el porte regio y la belleza serena y natural con que fue retratada y, con maestría única, el caballo vuelve a lucir sus calidades en un alarde de naturalismo que sólo un genio como Velázquez es capaz de recrear».
Por su parte, Jaime Alfonsín, presidente de la Fundación Iberdrola España, ha destacado el valor de esta intervención, que permite «descubrir la pieza tal y como fue concebida por uno de los grandes maestros de la pintura española, devolviendo a la obra su aspecto original y permitiéndonos apreciar nuevamente el esplendor de su composición».
Un retrato clave en el Salón de Reinos
El retrato ecuestre de Isabel de Borbón forma parte de un ambicioso proyecto pictórico que Velázquez llevó a cabo para decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. La serie de retratos ecuestres tenía como objetivo exaltar la monarquía y garantizar la representación dinástica de la Casa de Austria.
En el espacio destinado al trono se situaban los retratos de Felipe III y Margarita de Austria, padres de Felipe IV, mientras que enfrente, en la parte opuesta del salón, se encontraban los de Felipe IV, Isabel de Francia y el príncipe Baltasar Carlos.
El programa iconográfico del Salón de Reinos incluía además una serie de doce grandes lienzos con escenas de batallas que celebraban las victorias militares de España durante el reinado de Felipe IV, así como una serie dedicada a los trabajos de Hércules, compuesta por diez pinturas de Francisco de Zurbarán, que exaltaban la virtud y fortaleza del monarca.
Para reforzar la grandeza del reino, en la parte superior de los muros se pintaron los escudos de los 24 territorios que conformaban la monarquía hispánica.
La distribución de las obras en el salón respondía a un plan decorativo cuidadosamente diseñado, en el que cada pintura tenía un formato y un lugar determinado dentro del conjunto.
Sin embargo, en el caso de los retratos ecuestres, la ubicación de las puertas y el espacio destinado al trono obligaron a desplazar las pinturas aproximadamente un metro hacia los lados para lograr una mejor integración dentro del esquema decorativo del salón.
Esta restauración no solo ha permitido recuperar el esplendor de una de las obras fundamentales del conjunto, sino que también ha reafirmado la importancia del programa pictórico concebido para el Salón de Reinos como una de las grandes empresas artísticas del Siglo de Oro español.
El ajuste en la distribución de las pinturas dentro del Salón de Reinos provocó una serie de cambios que afectaron directamente a los retratos ecuestres de Felipe IV e Isabel de Borbón.
Para adaptarlos al nuevo espacio, ambos lienzos fueron ampliados en más de 60 centímetros de ancho, incorporando bandas laterales de aproximadamente 30 centímetros en cada lado.
Esta ampliación, sin embargo, generó un problema con las portezuelas laterales del salón, ya que parte de las nuevas secciones del lienzo ocupaban el espacio destinado a estas aperturas. Como solución, se recortaron los fragmentos que quedaban sobre las puertas y se adhirieron directamente a ellas.
De esta manera, cuando las puertas permanecían cerradas, la continuidad del cuadro se mantenía sin interrupciones perceptibles. Sin embargo, al abrirse, los fragmentos añadidos giraban junto con la estructura de la puerta, revelando la intervención.
Años más tarde, en torno a 1762, cuando los lienzos fueron trasladados al Palacio Nuevo, actual Palacio Real, se procedió a su reentelado para recuperar su integridad formal. Durante este proceso, los añadidos se conservaron y los fragmentos que en su momento se habían adherido a las puertas fueron cosidos nuevamente a la obra original.
Estos ajustes estructurales, realizados con el propósito de integrar las pinturas en la decoración del Salón de Reinos, evidencian la complejidad y los retos que enfrentaron los artistas y conservadores a lo largo de los siglos para mantener la armonía del conjunto pictórico sin alterar su coherencia visual.