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El contexto de Leonardo Sciascia

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«El contexto». Literatura negra contra el poder

Una novela negra de Leonardo Sciascia, un caso de corrupción en el que, «en la práctica, se trataba de defender al Estado contra los que lo representaban, lo custodiaban»

El contexto de Leonardo Sciascia

tusquets / 159 págs.

El contexto

Leonardo Sciacia

¿Por qué es recomendable que los interesados en la política leamos literatura negra? Porque nadie está libre de la fascinación por el poder. Los cantos de sirena nos pueden arrastrar hacia las playas de un paraíso gobernado por nosotros mismos. Podemos creer una y mil veces que el problema se encuentra en que el poder lo tienen «los otros», y que todo irá mejor cuando lo tengamos «nosotros». Por eso la literatura negra es tan saludable, porque nos demuestra que el problema está en la condición humana, y no solo en los sistemas.

Leonardo Sciascia posee esa sabiduría cínica que se encarna en una generación que se asomó a la vida pública en la Italia de la posguerra. Es la misma que Rossellini, De Sica, Fellini o Visconti reflejaron en su cine neorrealista. La guerra era la consecuencia de una corrupción moral que nacía del triunfo de los poderosos. Daba igual el signo, Italia había perdido todas las guerras y había sido derrotada por todas las banderas. Por eso sus protagonistas suelen ser prostitutas, pobres, ladrones y desamparados, porque en los débiles encontraron el rostro de los únicos que no habían caído en la peor tentación: el dominio del hombre por el hombre.

Por eso la literatura negra es tan saludable, porque nos demuestra que el problema está en la condición humana, y no solo en los sistemas

Con una trama muy bien construida, que recuerda en algo el absurdo de El hombre que fue jueves de Chesterton, Sciascia nos introduce en un caso de corrupción en el que, «en la práctica, se trataba de defender al Estado contra los que lo representaban, lo custodiaban». Había que defender al poder del poder, porque en su relato, el problema son los que manejan los hilos. Los funcionarios, la policía y los jueces forman parte de un sistema corrupto descubierto por el inspector Rogas.

Una antigua injusticia cometida por el ahora presidente del Supremo pudo ser el desencadenante de una cadena de asesinatos de jueces a lo largo y ancho de un territorio desconocido, que podría ser Italia, España o cualquier otro país. No es una denuncia contra una situación concreta, no es una novela de investigación. Sciascia se molesta en dejarlo muy claro. Es un espejo que refleja múltiples situaciones y, en definitiva, la de cualquiera que haya tenido la experiencia de haber tocado poder.

Es la historia de un país cualquiera donde, como explica en el epílogo, «las ideas carecían de valor, donde los principios eran objeto de cotidiano escarnio, y donde las ideologías se reducían en política a puras denominaciones en el juego de los diferentes papeles que el poder se atribuía, donde lo único que contaba era el poder por el poder».

El lenguaje tiene un tono irónico que se refleja en muchos pasajes. Es en la forma, más que en el fondo, donde Sciascia zancadillea al poder, porque sabe que la ironía es la respuesta más eficaz contra la tiranía. Así, por ejemplo, este breve diálogo en el ministerio:

–¿Qué le ha parecido?– le preguntó a Rogas el jefe de la sección política al salir del ministerio.

​–Carezco de opiniones. Si las tuviese, cambiaría de oficio. Solo tengo principios, ¿y usted?
«El contexto» de Leonardo Sciascia

La trama sigue, los jueces continúan cayendo, y el inspector Rogas se acerca al problema a pesar de todos los obstáculos que encuentra entre los suyos. El ritmo se mantiene y uno consigue evadirse durante un rato del frenesí cotidiano, porque también para eso leemos literatura negra, para descansar un poco y reposar la gravedad de lo cotidiano sobre las páginas negras.

La parodia nos atrapa, nos libera y nos divierte. Es un gran libro que, además de hacer lo que tiene que hacer la buena literatura, nos deja esta enseñanza: «Son los libertinos los que preparan las revoluciones, pero los que las hacen son los puritanos».

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