Por derechoLuis Marín Sicilia

Malquerencia perversa

Actualizada 04:30

La malquerencia es un signo de hostilidad, manía o desafecto que expresa la mala voluntad contra alguien o contra algo. Cuando se expresa contra una persona suele ir acompañada de aversión, inquina, rencor y de una rabia incontenible. La política española nos está brindando, lamentablemente, un espectáculo negativo sobre los límites de la miseria humana para hundir a un adversario político.

Por los motivos que sean, al presidente Sánchez no le cae bien la presidenta madrileña Díaz Ayuso. Y como el fugitivo de Paiporta no tolera que otro sea más guapo y tenga más respaldo popular que él, está empeñado en desacreditar a su adversaria utilizando los muchos resortes de los que puede valerse todo un presidente del Gobierno, por muy heterodoxos que sean los procedimientos para conseguirlo.

Al parecer, antes incluso de que tuviera relaciones con la presidenta de Madrid, un empresario desconocido para el gran público fue investigado por la inspección tributaria, detectándose algunas irregularidades en sus declaraciones fiscales lo que, tras un proceso frecuente y reglado, estaba a punto de culminar con la habitual acta de conformidad en la que, Hacienda y el investigado, pactan unos pagos determinados, con las sanciones correspondientes, declarándose este último como autor de infracciones penales, aunque no haya pruebas de las mismas.

Se trata de un procedimiento que evita los largos plazos de los procesos penales, con la incertidumbre propia de estos, y al que recurren miles de ciudadanos, sobre todo del mundo del deporte, del espectáculo y de la empresa. Pero, evidentemente, no se puede hablar de comisión de delito alguno mientras no haya una sentencia condenatoria en tal sentido. De hecho son muchos los casos en que no se acepta firmar la conformidad y, en el proceso penal subsiguiente, resulta absuelto de delito el acusado, como ocurrió, entre otros muchos, con el futbolista Xabi Alonso.

Cuando el procedimiento estaba en fase próxima a su resolución, la pareja de Ayuso tuvo la desgracia de que esos miles de asesores y correveidiles que sirven al sanchismo, detectaran que el investigado tenía relaciones recientes con la presidenta madrileña. Y lejos de seguirse el proceso habitual al que se han sometido y se someten miles de famosos y emprendedores, el mismo quedó parado y se utilizó para dañar políticamente a quien antes se había intentado destruir con persecuciones fiscales a su padre, a su madre y a su hermano. Una prueba más del nulo respeto del sanchismo al principio de igualdad constitucional.

El resto es sobradamente conocido: el Fiscal General del Estado está siendo investigado por revelación de secretos al haberse filtrado datos de la investigación, una larga lista de altos cargos, cada vez más numerosa, son sospechosos de colaboración en la comisión del hipotético delito, mientras que González Amador, la actual pareja de Ayuso, ha presentado demandas contra el propio presidente del Gobierno y varios ministros y altos cargos por atentados contra su honor al calificarlo indebidamente como delincuente sin existir una sentencia que así lo determine. El total reclamado por daños a su honor ronda los 400.000 euros, superior a los 350.000 euros presuntamente defraudados en sus declaraciones fiscales de los años 2.020 y 2.021.

La conclusión de este embrollo, para darle un mínimo de rigor, es muy simple: ¿Alguien tiene duda de que si González Amador no fuera el novio de Ayuso habría cerrado el pacto con Hacienda, lo mismo que esta hace con tantos y tantos otros en procesos similares de conformidad con el fisco que se firman frecuentemente? Estas cosas ocurren en países donde quien tiene el poder solo lo usa en beneficio propio, sin más objetivo que destruir a quienes el mismo coloca al otro lado del muro que ha construido para dividir a sus ciudadanos. Es decir, ocurren estas cosas cuando se gobierna desde la malquerencia personal, social o política, haciendo que esa hostilidad hacia el adversario corrompa las costumbres y el orden normal de las cosas.

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