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Proclamación de Isabel como reina de Castilla

Proclamación de Isabel como reina de Castilla

550 años de la coronación de Isabel la Católica, «un momento crucial en los destinos de España»

«Castilla, Castilla, Castilla, por la muy alta e muy poderosa Princesa e Señora, nuestra Señora la Reyna Doña Ysabel», gritaron los presentes

La proclamación de Isabel como reina fue un hecho histórico que cambiaría el rumbo de España y del mundo. Un «momento crucial en los destinos de España que iba a poner término a una etapa de luchas intestinas, de errores gravísimos, de sangrientas rebeldías, para alumbrar la era de más espléndidas realidades que se haya proyectado genialmente hacia el futuro», advirtió el escritor y cronista oficial de la ciudad de Segovia, Mariano Grau en Así fue coronada Isabel la Católica.

Según las crónicas, el 12 de diciembre, reunida Isabel con el Consejo de la ciudad de Segovia, llegaron noticias desde Madrid sobre el fallecimiento del rey Enrique IV, «sin dejar hijo ni hija legítimo heredero que herede estos dichos reinos», deja por escrito la crónica de Pedro García de la Torre, escribano del número y del Concejo de Segovia que fue testigo de estos acontecimientos.

La noticia la habían traído dos miembros del Consejo del difunto monarca, Rodrigo de Ulloa y Garci-Franco. Todos sabían que la sucesión al trono era un tema sin resolver: había partidarios de Isabel, pero también de doña Juana, hija de Enrique IV, pero legítima para algunos y bastarda para muchos. Sin embargo, Isabel se acogería al tratado de los Toros de Guisando firmado en 1468 por Isabel y Enrique por el que ella era proclamada princesa de Asturias y heredera legítima del trono de Castilla.

Y poniendo «de manifiesto la grandeza de una reina, como mujer y como estadista», según advierte la profesora María Saavedra en un artículo publicado en esta cabecera, Isabel diseñó toda una escenografía con la que daba «un aviso de lo que vendría en su reinado: ni los nobles, ni siquiera su marido –ausente por encontrarse en batallando en la guerra del Rosellón–, iban a condicionar sus decisiones», prosigue la profesora.

Al día siguiente, el 13 de diciembre de 1474, organizó el funeral del rey de Castilla con todos los honores en catedral de Santa María. A la ceremonia asistió con una capa oscura que «mostraba su duelo por el rey», pero al salir sorprendió a todos despojándose de sus ropajes de luto desvelando un majestuoso «atuendo ceremonial propio de una reina». Más tarde se dirigió a la cercana iglesia de San Miguel, situada en lo que hoy es la plaza Mayor, donde estaba reunido el Consejo segoviano. Sería en el atrio de este templo donde se alzó el cadalso «donde la princesa iba a ser jurada por reina», recoge el cronista de la ciudad.

Isabel acababa de autoproclamarse reina y así lo empezaron a anunciar todos los presentes: «Castilla, Castilla, Castilla, por la muy alta e muy poderosa Princesa e Señora, nuestra Señora la Reyna Doña Ysabel, e por el muy alto e muy poderoso Príncipe, Rey e Señor nuestro Señor el Rey Don Fernando como su legítimo marido», indica García de la Torre en su crónica. Tras la ceremonia, Isabel regresó a la catedral donde fue recibida por el obispo y el cabildo.

Allí rezó en el altar mayor, se cantó el Te Deum Laudamus, tomó en sus manos el Pendón Real y regresó al Alcázar. La noticia de la proclamación de la Reina Isabel se extendió rápidamente por toda la Península. Con este gesto de hechos consumados, empezaba el reinado de la monarca más importante de la modernidad.

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